jueves, 23 de junio de 2011


OTRAS EXPERIENCAS DE ENFOQUE BIO-ESPIRITUAL


766) ENFOCANDO CON PAPÁ

Visitando a la familia, me levanto, voy a saludar a papá. Tiene lágrimas, le pregunto ¿cómo te sientes? "Con mucha gratitud," me dice. ¿Dónde se siente esta gratitud? "En todo mi cuerpo, no quiero dejar de sentirla." Yo sé –le digo- cómo puedes sentir esto cuantas veces quieras y no sólo eso sino también ver qué más viene. "¿Cómo?" Me dice muy extrañado, casi incrédulo. Yendo a donde está dentro de tu cuerpo esa sensación de gratitud, sintiéndola y acompañándola. Como ahora que la estas sintiendo, ve a tu cuerpo, a donde la sientes. Él permanece unos momentos con eso y entonces dice con voz clara pero entrecortada por la gran emoción: “Gracias Señor por todo esto que me das.” Esto –le digo- lo puedes hacer y sentir cuantas veces quieras. Una leve sonrisa en su rostro me dice que ese "Gracias Señor..." vino desde su cuerpo, desde su sensación-sentida.
Unos cuantos días después, a sus 87 años, papá fue bendecido pasando de estar durmiendo en su cama, a ya no tener que despertar.
Juan B.

__________________
ENFOQUE DEL PERDÓN
Tenía más de un año tratando de perdonar un asunto que me afectó durante casi diez años de mi vida y que era muy difícil de resolver en el plano de lo racional y de lo afectivo.

Por más que trataba de perdonar, las imágenes que me provocaban intenso dolor emocional y enojo venían a mi mente una y otra vez.

Consulté psicólogos, sacerdotes, libros de autoayuda. Con todo este apoyo, aprendí muchas cosas que fueron muy útiles en otros aspectos de mi vida, pero en el perdón no avanzaba; poco a poco, fui llegando a la conclusión que el perdón se tenía que dar en el sentido cristiano y de esta manera conciliar el resentimiento que yo sentía hacia la persona que tenía que perdonar y que a la vez tenía que amar para poder ser feliz yo misma.

Con esto, mi trato a esa persona pudo ser amoroso y sincero; pero yo me seguía sintiendo triste y lastimada; y cuando cualquier circunstancia del presente me hacía evocar el pasado, yo volvía a sentir dolor, pero ahora no me permitía expresar ningún enojo, ni reclamo, porque supuestamente yo había "perdonado". Hacer estos malabares emocionales, probablemente haya sido alguna de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida, por lo que, recordar y escribir acerca del enfoque que me permitió llegar el perdón ha sido también difícil.

El enfoque no fue fácil, lo intenté varias veces sin lograrlo. Siempre que he tratado de enfocar algún sentimiento (cualquiera que sea) relacionado con esta persona, no he podido hacerlo. Es más, cuando este enfoque se me permitió, estaba recostada y he de haber estado pensando en mí, y en el cansancio que sentía, cuando experimenté la sensación-sentida en forma de dolor intenso en la vejiga. Atendí mi dolor y la necesidad de orinar y cuando volví a recostarme lo que vino a mí, fue la frase: "No mires atrás" con la imagen de la esposa de Lot mirando hacia Sodoma. Fue tan impresionante mi experiencia, que inmediatamente tuve que levantarme e ir a buscar mi Biblia y leer el episodio que conocía muy vagamente, pero que nunca había leído. Enseguida entendí, que Sodoma y Gomorra eran todos mis recuerdos dolorosos, el resentimiento, y todo lo que no me dejaba avanzar en el perdón. Que Lot, el hombre justo por el que abogó Abraham, era yo, pero también otra parte de mí eran su esposa y sus hijas solteras. Que la fuerza de Dios está en el perdón verdadero que es capaz de destruir todas las Sodomas y Gomorras de la mente. Que la Esposa de Lot, que quiero que permanezca en mí, no tiene que convertirse en estatua de sal si no mira hacia atrás y que las hijas son mi parte joven, bella e inocente, y que de la unión de estas jóvenes y de Lot, mi parte justa y sabia, surgió la posibilidad de mi propio renacimiento.
El cambio experimentado en mí, y el agradecimiento después de este enfoque son muy grandes.
¿Cómo me siento? Joven, hermosa, inocente y con mucha esperanza, fuerza y energía, a veces me da pena sentirme así, porque ya soy abuela y algunas de las personas que me conocen de muchos años, se incomodan con esa mujer irreconocible, pero esa pena que siento ya la enfocaré más adelante, si puedo.
Susana
____________

"…¡Déjalo ir, suéltalo, Tú no eres eso!"

Estimado Juan:
Te cuento un enfoque que hice ayer mientras esperaba. Lo puedes compartir.

Ayer en mi trabajo me encontré a una persona, que conocí cuando tenía 18 años y fue una amiga muy querida durante cinco años, mientras estudiaba la licenciatura. En más de 20 años me he encontrado con esta persona en dos ocasiones y por azar, ya que no tenemos nada en común. Los encuentros siempre han sido muy tensos y me producen mucha angustia, aunque la plática entre las dos sea amable y yo la controle para que no se salga de ciertos márgenes.

Este encuentro representa para mí, el encuentro con una parte de mi pasado muy dolorosa, en la que yo estuve muy lejos de Dios y muy cerca de situaciones muy extrañas y difíciles de recordar. De hecho yo salí prácticamente huyendo de este aspecto de mi vida y rompí bruscamente la relación con todas las personas involucradas en este contexto.

Ayer en la tarde enfoqué este problema afuera de tu consultorio.
Abrí mi espacio interior durante mucho tiempo y no experimentaba alguna sensación-sentida.

Como pasaba mucho tiempo cambié el motivo de mi enfoque hacia el porqué no era capaz de percibir alguna sensación-sentida, de pronto noté que tenía mis manos fuertemente entrelazadas desde hacía un buen rato, las sentía muy entumidas y me di cuenta que esa era mi sensación-sentida y comencé a atenderlas. El símbolo se presentó en estas palabras: "¡Déjalo ir, suéltalo, Tú no eres eso!"

Estoy sumamente agradecida por esta experiencia.

Ahora me doy cuenta que si yo pude librarme en su momento de la situación en la que estaba y rescatar muchas cosas de esa época de mi vida, es porque Dios nunca estuvo lejos de mí.
Saludos
Susana


______________

“…Si he sido capaz de defender a un moribundo deforme… también PUEDO HACERLO con lo que está dentro de mí, con mi propia historia, con mi propia vida.”

Es el primer ejercicio durante el curso de Enfoque Bio-Espiritual de seis días en la ex-hacienda “El Castillo”, Qro.: Lo que en ese momento me impide sentirme realmente bien: el asunto del consultorio, el trabajo, la economía; me he dormido a las 4 a.m. ese día, sintiendo un día antes me he quedado sin mi sitio de trabajo. Y por supuesto abajo está el asunto DINERO. Con todo esto me pregunto ¿Qué estoy haciendo aquí?, ¿¡SEIS DÍAS!? ¿Pagando 3,000? La sensación física de todo este asunto está en cuello, garganta, en mis hombros, un dolor detrás de los ojos, es como un algo que todo lo circunda, donde está todo, contenido. Después, para aprender a estar de una manera diferente con un asunto difícil viene el ejercicio de la BEBITA ABANDONADA: Al escucharlo me viene el RECUERDO de aquél Jueves de Corpus cuando al llegar al hospital a recibir los bebés recién nacidos del servicio de Recuperación, está un bebé en una incubadora, parece estarse muriendo, su apariencia me repugna, no puedo sostener mi mirada en él, volteo para otro lado, pero se me salen las lágrimas. MANUEL (el médico que me lo entrega), me palmea la espalda al ver mi respuesta emocional. El recién nacido tiene una enfermedad llamada ICTIOSIS (apariencia de pez): Su cabeza pequeña, su cara aguzada, sin párpados, casi sin nariz, sin poder respirar más que "boqueando"; su piel como hecha de escamas, efectivamente parece ser un pez fuera del agua que se está muriendo. Siento mitad compasión, mitad repugnancia. Es alguien que “ya no tiene apariencia humana”, que “parece más un gusano”. Le hago la señal de la cruz y le pongo por nombre EMMANUEL. Al continuar ese recuerdo (en medio del ejercicio de asistir a la bebita abandonada) me veo cuando días después estoy DEFENDIENDO a esa criaturita ante toda la asamblea de médicos donde se presenta "el caso” cuando el director es de la idea de que ya no se le siga alimentando. Me veo en el momento en que me levanto como por un resorte y le pregunto a la asamblea que dónde está nuestro humanismo y nuestro ser de médicos si nos cuestionamos si está bien darle un poco de alimento a alguien que no nos pide quizá más que eso y un poco de compasión. El recuerdo sigue, es cuando la fotografía del pequeño niño ictiósico salió semanas después, en la primera página del periódicucho “Alarma” con el encabezado "Niño monstruo” ¡tomada en la incubadora del hospital! “Qué poca madre” les digo dentro de mí a los de la revista y a los que los dejaron entrar al hospital. Al estar recordando todo esto en esos momentos y mientras Ed continúa diciéndonos que es el afecto lo que nos permite comunicarnos "cuerpo a cuerpo" con nuestros asuntos difíciles, me doy cuenta de lo que hice: lo defendí. Entonces viene el escrito de Pepe Prado acerca de “El Ladrón Robado” que trata del hombre que desde su propia cruz defendió a Jesús, y me doy cuenta que yo hice lo mismo con el niño ictiósico: Tan agónico estaba yo haciendo el ejercicio de Enfoque, como el Ladrón en su cruz, y aún así, Pudimos defender a otro. Al estar con esto y mientras P. Ed (McMahon) sigue con el ejercicio surge otro recuerdo: voy con Lupita, mi hermana mayor, rumbo a la terminal de autobuses, va a Zacapu a trabajar; tengo 14 años, y me dice: “muchachito: estás creciendo día a día, tal vez te llame la atención o te guste alguna niña, quiero platicar contigo de lo que te suceda si tú me lo quieres compartir”. Recuerdo cómo estas empáticas palabras de mi querida hermana produjeron en mí una DESCARGA eléctrica desparramándose desde mi columna vertebral (después supe que había sido una intensísima descarga adrenal). ¡Por primera vez en mi vida alguien se interesaba por mí, por mis sentimientos-afectos, por mi vida! Entonces -sigo recordando- que le aprieto el brazo y le digo: “¡LUPITA, NO TE VAYAS!”. Las lágrimas salen a raudales durante el ejercicio y me digo: Si he sido capaz de defender a un moribundo deforme ante 200 sabios médicos, si puedo decirle no te vayas a alguien que se interesa en mi vida, también PUEDO HACERLO con lo que está dentro de mí, con mi propia historia, con mi propia vida. En ese clima decido acoger, acompañar, defender cualquier cosa que pueda encontrar dentro de mí, QUE SON YO MISMO. En el curso del retiro-taller me voy dando cuenta de manera SENTIDA que ese enfermo ictiósico y yo somos uno-solo. El mensaje es absolutamente claro para mí en todo cuanto ha venido: en el niño-pez: ictis-pez en griego (ICTUS) era antiguamente el símbolo del cristianismo: I: Iesus: Jesús; Ji: Xristos: Cristo; T: Teos: Dios; U: Hios: Hijo; S: Soter: Salvador. Ese alguien que no ha sido reconocido (ni quizá nacido aún) como persona humana en 14 años, igual que ese que no tiene ya apariencia humana, de quien se aparta el rostro, ese y yo somos UNA SOLA COSA. Somos, como lo ha dicho Ed, ¡el Cuerpo de Cristo! Y lo pude defender, en mí, ¿cómo no voy a poder acompañarlo en su dolor dentro de mí que es mi propio dolor? Me sentí como el ladrón crucificado que defendió a Jesús, diciéndole al otro: “¡déjalo en paz!” Y esta experiencia ha venido precisamente un Jueves de Corpus, la fiesta del EMMANUEL, del “Dios con nosotros”. Estar en el Enfoque es ir a la médula de mis huesos, es entrar en mis entrañas, es el acto de amor más primario que puedo tener, conmigo mismo. ¡Misericordia quiero…!

No hay comentarios:

Publicar un comentario