jueves, 9 de junio de 2011


MÁS ALLÁ DEL CICLO ADICTIVO “DOLOR / PLACER, PLACER / DOLOR”

Un modelo actualizado para la comprensión, el tratamiento y la prevención de las adicciones



Juan B. Prado Flores·


Progresos recientes en neuropsicobiología nos permiten llegar a entender más claramente, una patología profundamente enraizada y extendida en nuestra cultura: las adicciones –tanto a sustancias como conductuales.

 Descubrimientos previos en filosofía (E. Husserl, M. Heidegger, Merleau-Ponty, Gendlin), psicología (C. R. Rogers, E. T. Gendlin) y bio-espiritualidad (E. M. McMahon, P. A. Campbell), ahora reconfirmados por las ciencias biomédicas(Lipton), nos ofrecen un modelo que: facilita el acceso al fenómeno adictivo, mueve a la auto-reflexión, hace más etiológico, personalizado y eficaz el tratamiento y orienta hacia un realista enfoque preventivo.

 Nuestro reconocimiento a los investigadores, autores y maestros, que con sus trabajos pioneros y su experiencia compartida, no sólo han hecho posible que ahora contemos con probados fundamentos científicos y adelantos tecnológicos que nos ayudan a explicar y resolver la confusión y las dificultades que se experimentan al intentar comprender el problema, sino que también nos dan esperanza al constatar que hay sentido, dirección y propósito en el proceso corporal hacia la recuperación, incluyendo, para el adicto, los pasos que lo llevan a la salud, la integración y el desarrollo, cuando atiende su condición desde sus más profundas raíces orgánicas.

EL PROBLEMA

Comencemos con una definición. Por adicción queremos referirnos al uso de algo o alguien, como sustituto de una relación veraz consigo mismo, con otros, con el mundo de alrededor y para el creyente, con Dios.1

 La adicción incluye poner en marcha mecanismos que mantienen a la persona fuera de contacto con lo que siente y con lo que piensa. Estar fuera de contacto es el aspecto psicológico que yace bajo todas las conductas adictivas. Como consecuencia, provocarse una y otra vez el reingreso a los circuitos neuroquímicos instaurados y perpetuadores de la adicción se convierte en un objetivo prioritario para el adicto, ya que sin ello entraría al doloroso síndrome de abstinencia.                                                                                                                                            
        Anne Wilson Schaef, especialmente en su obra “Somos una nación de adictos” alerta ante la amplitud del problema y sus repercusiones en el individuo, la familia y la sociedad. Ella nos dice que es casi imposible reconocer la enfermedad estando dentro, y mucho menos, desde allí, poder comenzar el proceso de recuperación3. “Como el emperador que no llevaba ropa, muchos de nosotros estamos tan embebidos en la subcultura adictiva que no la podemos ver tal como realmente es.”1

 Gran parte de lo que se considera ‘educación’, ‘religión’, ‘psicología’, es lo que Alice Miller llama “pedagogía venenosa”4. Ella se refiere con esto a cualquier proceso que enseñe a los niños -y aun a los adultos- a desconfiar, devaluar e ignorar los propios procesos internos: sentimientos, intuiciones, percepciones. La pedagogía venenosa es abuso y enseña al niño a buscar fuera de sí algo que lo haga pleno o adecuado, preparándolo para conductas adictivas u otros problemas como ansiedad, depresión o enfermedad mental. El abuso abierto y prolongado hace que el niño se encierre en su intelecto donde -ingenuamente- cree tener algo de control y de comprensión, alejándose de lo que lo conecte de alguna manera con su cuerpo.5

La mayor parte de nuestra cultura: el hogar, la religión, el sistema educacional y los valores sociales, son en sí mismos un sistema de control tanto como un sistema adictivo. Caer dentro de un patrón adictivo es simplemente ‘acomodarse’. Éste es el proceso de inculturación para el niño, y cuando cumplimos ocho años ya nos hemos vuelto adictos a arreglar -desconociendo cualquier otra alternativa para resolver problemas o para buscar respuestas que no sean las aprendidas, las de afuera, las de siempre.6 Entonces parece normal crecer para formar parte de tal sistema. En la adolescencia se inicia la presión para ‘hacerla’, para ‘entrar en’, para ‘tener éxito’. Esto, pronto comienza a cobrar su precio física y emocionalmente. El dolor de no ser capaz de controlarlo todo crece cada vez más. Las cosas están fuera de dominio y aun los muy jóvenes apenas ‘se sostienen’; el dolor no disminuye, mientras, una necesidad febril por controlar domina la conciencia. Las adicciones, la ansiedad, el estrés y muchos suicidios nos están hablando de esto.

El escenario ha sido preparado a escala masiva para una sociedad adictiva en todos los niveles y grupos que en ella participan. El vacío, la soledad, la baja autoestima y el dolor que surgen de los asuntos inconclusos y de las necesidades básicas no resueltas, crean la motivación y la conducta dominante que se hace manifiesta en nuestras sociedades: encontrar algo o alguien que termine con el dolor.


                                                        LA PERSONALIDAD ADICTIVA

Orígenes del proceso adictivo en nuestra cultura.

 El patrón que vemos surgir como conducta adulta adictiva tuvo sus inicios, en la mayoría de los casos, en lo que se ha llamado ‘señales mezcladas’ durante la infancia, que dan origen a una ‘afirmación inconsistente’ (Willis). Hablamos de la experiencia del niño de recibir retroalimentación positiva de los padres o de otros adultos significativos, mientras se le envían también mensajes que de alguna manera le dicen: “tú no eres bueno(a)”, “no vales la pena”; “tú no mereces...”. Un padre (madre) ausente, trabahólico por ejemplo, claramente señala sus prioridades; prefiere el trabajo excesivo a estar presente a su(s) hijo(s).

 Estados de ánimo inconsistentes, cambios emocionales desde un extremo al otro del espectro, son tomados por el niño como: “algo está mal conmigo para que papá -mamá- me trate(n) de este modo”. Estas señales ambiguas llevan al niño a un sentido de sí mismo confuso, sin una autoestima positiva solidamente cimentada y en proceso de maduración desde sus primeros años de vida.

 Tales experiencias, cargadas de estrés emocional y físico, -mediadas por el sistema nervioso central, vegetativo, periférico y gastrointestinal (Wood), y sus prolongaciones en los sistemas inmunológico y endocrino-, quedan retenidas como aprendizajes ligados a esas situaciones, fijando, desde el nivel celular, patrones conductuales asociados a dichos eventos, ya que las células continúan generando proteínas para tales estados emocionales y comportamientos, mediante complejas interacciones de hormonas, neurotransmisores, neuropéptidos, y un sinnúmero de otros mediadores, muchos de ellos ya plenamente identificados.7,8

 Un segundo factor -culturalmente devastador- que contribuye a la formación de la personalidad adictiva es que no ha habido una cultura amplia y heredada de procesos psicológicos que transmitan -a través de la familia, la escuela, la religión-,  alternativas sanas que enseñen a crecer a través de esa confusión. Vacío y baja autoestima están a la orden del día. Esta es la receta ideal para el desastre.

 Aunque algunas de las tendencias adictivas tienen un componente genético, la adicción no se da de golpe. Puede empezar por hábitos que nos hacen sentir bien y luego empiezan a convertirse en conductas compulsivas. Finalmente pasan a expresarse como adicciones cuando dan como resultado problemas emocionales, conductuales y sociales.

 Debajo de todas las demás se encuentra la adicción al control. Ello representa un esfuerzo desesperado para acabar con la herida original –que abarca lo inconsciente y preverbal desde sus niveles celulares, tisulares, neurohormonales, como aprendizajes ligados y dependientes de un estado o experiencia: “state-dependent learning” 7-; la motivación última es aniquilar el dolor y asegurarse de ya no sentirlo.

 No debe sorprendernos que la necesidad compulsiva-adictiva de controlar encuentre su lugar en las estructuras y los sistemas sociales donde esos niños, como adultos, gobiernan y crean. Pero cuando los sistemas sociales ‘afirmantes’ se convierten en adictivos, alimentando la demanda de control y una sed insaciable de manos que apoyen el sistema, el problema se complica y magnifica.

  

EVASIÓN DE PROCESO

Llamamos “evasión de proceso” al mecanismo psicológico que nos mantiene alejados de la verdad de nosotros mismos y que se expresa a través de un mal hábito, de una conducta obsesivo-compulsiva o de una adicción.10,11  Esta última incluye cambios auto-inducidos en la química cerebral por descargas (‘highs’) emocionales, activando encefalinas y endorfinas que son nuestras respuestas biológicas naturales para quitar el dolor.2,7,9

Las “estructuras de evasión de proceso” proceden pues, de sustratos bio-conductuales tendientes a adormecer, minimizar o huir de lo que sentimos, haciéndonos adictos a cualquier cosa, sustancia, persona o situación que mantenga anestesiadas nuestras heridas. Y no sólo se expresan en cosas tan obvias como la adicción a las drogas, al alcohol, al sexo, al trabajo o a complacer a otros; la oración, la meditación, el ayudar a los demás y cualquier cosa que pueda sustituir un asumir congruente lo que es real dentro de nosotros tiene el potencial de desarrollar un patrón adictivo, dando lugar a una forma de vida convertida en “rutina en conserva”. 6

 Las estructuras de evasión de proceso encierran los patrones adictivos en su sitio, haciéndolos resistentes al cambio. Gendlin ha mostrado que la evasión de proceso es el mecanismo que hace que nuestras adicciones y co-adicciones se auto-perpetúen.10 Éste es un descubrimiento vital que nos había faltado por demasiado tiempo. Ciertamente la evasión de proceso alivia momentáneamente la tensión, pero a cambio de mantenernos fuera de contacto con nosotros mismos y con la realidad.

 “Una adicción nos impide darnos cuenta de lo que está pasando dentro de nosotros. Con el tiempo va entorpeciendo nuestras percepciones sensoriales y matando nuestro proceso interno. Ya no respondemos a la realidad con precisión, engañamos a la gente y perdemos la habilidad de tener intimidad con otros, aun con los más cercanos y que amamos más”.3 A veces buscamos soluciones de balance cognoscitivo como llegar a una mejor comprensión del problema, pero una cosa es conocer intelectualmente la enfermedad y otra, completamente distinta, el proceso hacia la recuperación. La única manera de sanar estas experiencias enquistadas es teniendo acceso al estado fisiológico original, permitiendo que otros recursos del cuerpo entren a restaurar el sistema hacia un estado más saludable.7

 El Enfoque (Focusing, Gendlin12) y el Enfoque Bio-Espiritual (Bio-Spiritual Focusing, McMahon/Campbell13) aportan invaluables pasos prácticos que llevan a la recuperación, creando el espacio corporal desde el que la persona experimenta el punto preciso en donde la adicción puede ser resuelta, asumida, procesada.



HACIA LA RECUPERACIÓN

El adicto únicamente conoce la forma de controlar los ‘lugares lastimados’ dentro de él tratando de conseguir algo de placer mientras huye del dolor. Ignora cómo ir a esos sitios heridos y dejar que se desenvuelvan, dando lugar a una discrepancia fundamental entre cómo realmente se siente en cualquier situación dada y la manera como representa tal situación en su conciencia, lo que expresa una condición esquizoide. La única relación que tiene con su cuerpo es de control. Control del placer y control del dolor. Nunca escucha la historia que está dentro del dolor ni la de la necesidad imperiosa de gratificación inmediata. De esta manera, no hay para él un cambio real sino sólo la repetición constante de respuestas familiares para controlar, para dominar al dolor. Gendlin se refiere a esto como una “respuesta estructurada”. Raramente, -si es que llegara a suceder-, el adicto tiene la sorpresa de apertura, de espontaneidad y cada vez es menos capaz de experimentar corporalmente una ‘energía nueva, liberadora’.14

 Si examinamos la literatura acerca de “cómo hacer que...” encontraremos que la mayoría enfatiza el análisis racional; el pensamiento lógico del hemisferio izquierdo del cerebro, junto con una cierta manipulación, saltándose el proceso de completud; esto es, dejando a un lado la capacidad que el cuerpo tiene para resolver los asuntos vitales desde sus raíces biológicas. Es una suposición totalmente falsa imaginar que ganamos poder sobre lo que consideramos negativo (el dolor, ya sea físico o emocional, la confusión, la baja auto-estima, etc.) usando ya sea un ‘buen pensamiento’ o un ‘buen sentimiento’ para alcanzar tal meta. Todo lo que se logra con un ejercicio tan inútil es reforzar la propia falta de congruencia. Contra-condicionamientos de ese tipo, son solamente un intento más de control, aun cuando estén expresados en lenguaje científico o espiritual.

 Cuando dejamos al cuerpo fuera del proceso de recuperación de nuestras adicciones, pasa como al desplazar el aire en un globo inflado, apretándolo. Todo sigue dentro y a mayor presión. Así, tal vez se deja de fumar pero quizá ahora se esté comiendo de más; o si se ha dejado de mentir tal vez ahora se esté culpando de lo que pasa a los demás; si antes se tomaba alcohol de más, ahora se puede estar haciendo adicto a “A. A.”, etcétera.

 Gendlin muestra que penetrando -en lugar de escapar- en el enojo, la hostilidad, y en otros sentimientos llevados como algo negativo, uno eventualmente puede tener acceso a los significados sentidos que están atorados, permitiéndoles empezar a avanzar nuevamente.

 Parece extraño comenzar y quedarnos con aquello que nos está inquietando cuando nuestra tendencia natural es buscar la solución del otro lado de lo que no nos gusta o de lo que nos queremos deshacer. La razón de ello es que, instintivamente, tratamos de dominar lo que nos duele. Esto significa buscar algún recurso con mayor energía que la de lo que nos molesta o inquieta; algo distinto que pueda ‘motivarnos, inspirarnos y ayudarnos a darle la batalla al enemigo que llevamos dentro’. Este es el camino seguro hacia cualquier adicción. A menos que lo descubramos y demos los pasos necesarios hacia la recuperación, nos mantendremos bajo su control.



Eugene Gendlin desarrolló el ‘Focusing’  que enseña un proceso corporal mediante el cual, se atiende la sensación física (felt-sense) de los asuntos vitales, lo que les permite desenvolverse desde el plano histológico-fisiológico y que su historia sea asumida e integrada. Entonces ya no llevamos más esos asuntos en su estado incompleto15 ni tenemos que continuar alimentando nuestros patrones adictivos.

 El punto de partida se encuentra en el descubrimiento de Carl Rogers16, quien halló, en sus propias palabras, “la curiosa paradoja de que cambio cuando me acepto como soy. ...no podemos cambiar... hasta que aceptamos completamente lo que somos. Luego el cambio llega casi sin que lo notemos”. Éste, aparentemente simple enunciado está hablándonos del origen de la congruencia humana. Por congruencia queremos decir ser conscientemente capaces de sentir fisiológicamente nuestros sentimientos y permitirles que se simbolicen con precisión.15 La congruencia surge de estar en contacto, desde dentro de nosotros mismos, con cómo lleva nuestro cuerpo asuntos importantes. Entonces ¡‘el cambio llega casi sin que lo notemos’!,  en la Bio-espiritualidad recibimos, agradecidos, esta experiencia como don, como regalo.17

 La genial aportación de McMahon/Campbell al Enfoque13, es llevarle una presencia cálida, respetuosa, afectuosa, a los lugares heridos, lo que abre el camino para llegar a  ‘abrazar’ nuestras adicciones, en lugar de tratar de superarlas, corregirlas o eliminarlas. Este modelo ha probado –mientras se va integrando a la vida-, ir sanando los más reacios patrones adictivos, porque la reorganización tisular18 y su expresión en el “cambio sentido” que surgen durante el proceso, transforma una condición que de otro modo permanecería inconclusa, enquistada.

 En la medida que podemos afirmarlo, los acercamientos más efectivos para la recuperación de cualquier adicción siempre comienzan por nombrar y poseer la enfermedad, no solo intelectualmente, sino como ésta es llevada en el cuerpo, es decir, como el cuerpo la conoce.

 Aunque el proceso llamado Enfoque ha existido desde el principio de la humanidad, su práctica había estado limitada a los pocos que lo hacen de una manera natural, intuitiva, pero sin darse cuenta de que lo hacen, por lo que no pueden enseñarlo a los demás. Ahora no sólo lo estamos aprendiendo y practicando, sino también enseñando a otros.6,19,20.

 Así que ya contamos con la clave que responde a una de las preguntas más dolorosas que se han atrevido a hacerse los seres humanos: ¿Por qué repito una y otra vez aquellos comportamientos destructivos hacia mí y hacia los demás aun cuando los reconozco y no los quiero hacer? La respuesta es llana: porque no somos congruentes, es decir, porque no enfocamos.

 Si queremos prevenir el fenómeno adictivo en sus orígenes, es preciso enseñar a los niños21,22 desde sus primeros años en el hogar (con sus padres como maestros y modelos), cómo procesar (no cómo controlar) su dolor, sus frustraciones, angustias, temores, etc., para que, entrando en contacto con su cuerpo, puedan acceder a sus propios significados y fortalecer su autoestima sin que tengan que precipitarse los patrones adictivos. Todos necesitamos conocer experiencialmente la diferencia entre procesar un asunto y controlarlo o reprimirlo llevando a cabo dentro de la familia, el trabajo, la vida diaria, el proceso del Enfoque, transformando día con día, nuestra “bio-grafía herida”, en neuro-psico-bio-espiritualidad en movimiento hacia lo saludable. Así podremos constatar que no solamente la adicción está literalmente, en nuestras entrañas –como lo hemos apuntado-, sino que allí mismo también se encuentra el potencial para el cambio, la salud y el desarrollo.



Asumir nuestras adicciones no es sólo sanarlas, sino a través y mediante ellas, dejarnos conducir dentro del proceso de integración personal, comunitario y ecológico al que estamos llamados, lo cual, además, ¡disfrutamos!

  Es un gran logro contar con servicios de terapia intensiva y de toxicología, con médicos y psicoterapeutas actualizados en el conocimiento de las adicciones y comprometidos con el adicto; lo irónico del caso y que más complica nuestra situación actual es que el hospital, los médicos, las enfermeras, y todo el personal, somos el adicto y éste se encuentra en la Unidad de Cuidados Intensivos.1

 No estigmatiza a nadie ser adicto, sin embargo, trágicamente cada ser humano puede decidir mantenerse inmerso en sus ciclos adictivos y, consecuentemente al margen del proceso corporal que conduce a la congruencia y a la auto-actualización. La familia humana (la familia de todos) no necesita seguir estructurándose sobre los desgarradores patrones de control y dominio del pasado; un modelo como el bio-espiritual13 -que hemos tocado brevemente-, nos permite entrar y mantenernos en el proceso de desarrollo compartido al que parte de la humanidad ya se orienta.


Bibliografía y cybergrafía:



1)             McMahon EM, Campbell PA. Addictive Religion. Bio-Spiritual Focusing Monographs. Sheed & Ward. Pp 3-10, 17-25.

2)             Clarkson J. La Bio-Espiritualidad y la Química de la Adicción. En Curso de Enfoque Bio-Espiritual, Nivel 2. Pp 25-27.

3)             Wilson SA. “We’re a Nation of Addicts”.  New Age Journal, March/April 1987. p. 43.

 4)             Harper & Row Publishers Inc 1987. Pp 42-47.

5)             Miller A. Focusing y Trauma Infantil. En Curso de Enfoque Bio-Espiritual, Nivel 2. P. 31.

6)             Clarkson J Focusing y Trauma Infantil.  En curso de Enfoque Bio-Espiritual, Nivel 2 P. 31.

7)             Gendlin E. T. Focusing, Proceso y Técnica del Enfoque Corporal, 2ª edición. Ed. Mensajero, 1988. P. 138.

8)             Rossi E. The Psychobiology of Mind-Body Healing. W.W. Norton 1993. En Nayowith B. Focusing and Health –Some Psychobiological Perspectives-. Bio-Spiritual Congress. 2000. Pp 1-6.

9)             Aréchiga-Urtuzuástegui H. Conceptos actuales sobre Neuroinmunomodulación. Gac Méd Méx Vol 135, No. 5, 1999. Pp. 489-499.

10)           Clarkson J. La Espiritualidad y la Química de la Adicción. Op. Cit. p. 26.

11)           Campbell PA. What Holds the Myth in Place? En: Beyond the Myth of Dominance, an Alterative to a Violent Society. Sheed & Ward pub. 1993. Pp. 136-151.

12)           McMahon EM., Campbell PA. “Process Skipping”. Mechanisms Which Lock in Addictive Patterns. Bio-Spiritual Focusing Monographs. Sheed & Ward. Pp. 3-16.

13)           http://www.focusing.org/  


15)           Gendlin ET. El Focusing en Psicoterapia. Paidos, Buenos Aires, 1999, pp. 261-274.

16)           Campbell PA. Academic Roots of the Bio-Spiritual Movement. En Beyond the Myth, Op. Cit. pp. 233-244.

17)           Rogers CR. El Proceso de Convertirse en Persona. Paidos. México. 1992, p. 27.

18)           McMahon EM. Beyond the Myth of Dominance. Sheed & Ward. 1993. Pp. 258-261.

19)           Don NS. The transformation of conscious experience and its EEG correlates. Brain Mind Bulletin Vol. 2, No. 13, May 16.

20)           Prado FJ. Técnica del Enfoque en la consulta Pediátrica. Dol Clín y Ter Vol II No. 8, Pp.17-20. www.imbiomed.com Algología.

21)           Prado FJ. El Enfoque Corporal. Dol Clin y Ter. Vol II No. 9, pp. 17-20. www.imbiomed.com Algología.

22)           Thompson M. Cómo pueden los adultos enseñar a los niños a enfocar. Monografía de Enfoque Bio-Espiritual. Sheed & Ward Publishing. 1991.

23)           Thompson M. Teaching Children to Focus. Monograph series on “Focusing and Bio-Spirituality”. Sheed & Ward  Publishing. 1991.







· Juan B. Prado Flores.  Médico pediatra perinatólogo, exjefe del servicio de Cuidados Intermedios Neonatales del Hospital de Gineco-Obstetricia No. 4 del IMSS, México, D. F. Miembro del Institute for Bio-Spiritual Research, http://www.biospiritual.org. Miembro y Professional Associate de: The Focusing Institute http://www.focusing.org/. Miembro de la Asociación Mexicana de Psiconeuroinmunoendocrinología (AMPNIE, A. C.). Profesor de Focusing del Centro Cultural Ítaca http://www.desarrollohumanoitaca.com/, Profesor de Enfoque Bio-Espiritual de CREE, A. C., http://www.creeac.com.mx/  Dirección Electrónica: jubpra@yahoo.com, juanbpr@gmial.com

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