Cimentándonos en El Cuerpo
Introducción
1. Lo que generalmente se entiende por el “cuerpo”.
2. El descubrimiento de la sabiduría del cuerpo.
3. La sabiduría de nuestros sentimientos.
4. El cuerpo de la congruencia.
5. Cómo nos beneficiamos de la sabiduría de nuestro cuerpo.
6. Qué entendemos por “el cuerpo” en la Bio-Espiritualidad.
7. ¿Cómo se siente el regalo del cambio en nuestros cuerpos?
8. ¿Cómo nos comunica el Cuerpo su sabiduría?
9. “El Cuerpo”, punto de partida para la reconexión con nosotros
mismos, con la tierra, con los demás, y para el creyente, con Dios.
10. cuerpo/Cuerpo. Base para la renovación social, política, ecológica
y espiritual de nuestro Planeta.
Introducción
Significativos
avances y descubrimientos, tanto en el campo de la Filosofía como en el de la Psicología y la Psicoterapia, han
llevado a la humanidad a dar un paso extraordinario hacia su desarrollo e
integración: Teilhard de Chardin, científico y místico, sostiene que la hilosfera
(el mundo de la Materia)
ha dado origen a la biosfera (a la Vida) y que ésta se desarrolla hacia la noosfera
(el reino del Espíritu). Carl Rogers, precursor de la Psicología Humanística,
descubre que los sentimientos cambian cuando los aceptamos tal y como nos son
físicamente sentidos. Junto con Rogers, E. T. Gendlin, filósofo y autor de la Terapia Experiencial,
descubre que en la capacidad de experimentar fisiológicamente los sentimientos
y permitir que éstos se simbolicen con precisión, está el proceso del
crecimiento y desarrollo del ser humano. Edwin McMahon y Peter Campbell,
filósofos, teólogos, psicoterapeutas, encuentran experiencialmente, que una
espiritualidad sana se asienta en el cuerpo.
1: Lo que generalmente significa el cuerpo en la vida corriente
Nuestro cuerpo global (el individual junto con
el de la humanidad, pasada, presente y futura) tiene su origen hace miles de
millones de años. Es resultado de un trabajo evolutivo enorme; sin embargo, en
la vida diaria no parece importarnos tal origen y longevidad. A veces ni
siquiera se nos ocurre que esto pueda significar algo en nuestra actividad
diaria y solemos sólo utilizarlo, sin tomarlo en cuenta casi nada más
que para desplazarnos, para vestirlo, para lucirlo, para comer (que a veces no
para alimentarlo), para divertirnos con él, etc. Bueno, cuando enferma lo
llevamos con el médico, para que nos lo “arregle”. En realidad, hemos, en la
práctica, llegado a la misma afirmación que Platón hizo en El Fedón hace 24
siglos: Mientras
tengamos nuestro cuerpo, mientras nuestra alma se halle unida a esta cosa nociva, nunca poseeremos el
objeto de nuestros deseos, es decir, la verdad; en Fedro, Platón dice: Y nosotros mismos éramos puros, libres de
esta tumba a la que llamamos cuerpo que arrastramos como la ostra arrastra su
prisión. Para Platón pues, el soma (cuerpo)
es sólo “el recipiente para el alma
preexistente”, su cárcel’. Así
que no hay más que esperar la muerte ¡para liberarnos de él! Aristóteles piensa
que solamente mediante el alma, el cuerpo se convierte en algo determinado. No
es de extrañar que según este modelo dualista (cuerpo/alma en contraposición)
se haya identificado al cuerpo con lo superfluo, lo inferior, lo caduco, lo sin
valor, lo sin sentido. Llevada a su extremo, esta infravaloración ve en el cuerpo
lo antiespiritual, la sede de ‘las bajas pasiones’, lo primitivo, lo
impredecible, lo incontrolable, lo ‘visceral’, lo infrahumano, y para algunos,
el asiento del pecado y el causante del ‘castigo eterno’.
Ahora
que si nuestra orientación es más ‘científica’ sabremos que el cuerpo es una estructura
(que contiene en ciertas proporciones agua, sales minerales, compuestos
orgánicos, etcétera) que funciona como un conjunto de células, tejidos, órganos
y sistemas que es regido por el sistema nervioso con el que colaboran los
sistemas endocrino e inmunológico, según ha sido estipulado por el ADN recibido
en herencia: un “casi perfecto robot” dirá Guyton, en su Tratado de Fisiología
Humana, y… ¡casi nada más! Esta es la manera como ordinariamente valoramos al
cuerpo. De allí que lo usemos como un medio barato para
trasportar nuestra ‘cabeza’ (que es la que piensa), lo vistamos con más o menos
buen gusto, lo eduquemos para que sea aceptado por los demás, lo luzcamos (a
veces sólo lo pretendemos), lo divirtamos de la manera más sofisticada posible.
En nuestra Cultura Occidental generalmente no dejamos de subrayar la supremacía
sobre él, de las facultades que hemos llamado superiores: la ideación, el
juicio, la reflexión, en una palabra, la razón, el intelecto. Pareciera que
hoy, como hace dos mil años, hiciera falta algo como un Buen Samaritano que se
acercara a ese cuerpo (‘…caído en manos de salteadores, que después de
despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto’) infravalorado, herido, devaluado, abandonado,
para reconocerle su verdadera valía y dignidad. La historia de esta
REVALORACIÓN es la del Focusing, sus
antecedentes y su consecuencia directa: la Bio-Espiritualidad.
2: El
descubrimiento de la sabiduría corporal
Hace
unos 60 años, en el Departamento de Ciencias de la Conducta de la Universidad de
Chicago, un extraordinariamente bien dotado discípulo de Carl Rogers y después
su colaborador, Eugene T. Gendlin, partiendo y continuando su propia línea
de investigación acerca de la relación entre la experiencia, la simbolización y
el lenguaje, junto con los descubrimientos de su mentor/colega en el terreno de
la psicoterapia, se dio cuenta de que entre las personas que estaban en terapia
había dos grupos claramente identificables: a) los que se beneficiaban de ella,
que eran minoría, y b) los que no se beneficiaban, así tuvieran las mejores
intenciones, el tiempo, los recursos económicos, el deseo de cambiar, fueran
honestos, invirtieran años en ella, etc., pero que simplemente no podían
cambiar. Encontró que la diferencia entre ambos era que los primeros, de una
manera, llamémosle, intuitiva o natural, se permitían atender los asuntos,
problemas, situaciones que los llevaban a la terapia, en una forma corporal,
sentida, esto es, que estaban en contacto con su cuerpo de una
manera diferente, atendiendo, escuchando, recibiendo lo que éste les decía, mientras
que la mayoría, en lugar de esto, se pasaban la ‘terapia’ siendo lanzados en
todas direcciones por sus emociones, o en una actitud de analizar, interpretar,
culparse a sí mismos o a los demás, etcétera, tratando de solucionar a toda
costa sus problemas, y sin poder salir de allí. De esta simple observación,
como filósofo (mucho más allá de su Ph. D.) Gendlin se dio cuenta de que
lo que hacían los primeros era llevar adelante su proceso de cambio, definitivo
para su recuperación, y tras consolidar sus descubrimientos en el estudio de miles
de grabaciones de sesiones de terapia durante 15 años, fue llegando a la
conclusión de que lo que pasaba en el ámbito fisiológico-corporal constituía el
origen del cambio. Él llamó “acto crucial interno” al incluir el cuerpo
en el proceso hacia la salud, el desarrollo y la integración humana. En este
tipo de personas fue en las que Gendlin descifró los pasos corporales a los que
llamó Focusing. Juzguen ustedes si este mismo proceso corporal se pone en
acción en los ejemplos que aquí se relatan.
Nuestro
cuerpo, pues, ahora sabemos gracias al Dr. Gendlin, tiene, -como nuestra
mente- su propia manera de conocer, y cuando estamos sintiéndolo desde adentro
nos damos cuenta de su inagotable e infinita SABIDURÍA, más, mucho más grande
que la de nuestra mente, lo cual, por supuesto, es muy difícil de aceptar tanto
para una actitud de rendimiento total ante el racionalismo todopoderoso, como
para otra de desbordada emotividad. El Dr. Gendlin lo expresaría así: “todo ser
humano, tiene (en el cuerpo) los
recursos interiores necesarios para llevar a cabo su propio proceso hacia la
integración y desarrollo.” Pero Gendlin no se quedó solamente con eso, sino que
descifró con un “somatoscopio” (digo yo) hecho de genialidad, espíritu científico y
sensibilidad filosófica inconmensurables, los pasos o movimientos internos
precisos (y preciosos), que se dan en el ser humano que experiencia su vida desde
su componente sentido dando lugar a pasos hacia la resolución de los asuntos
inconclusos inabordables por otros medios y que equivale a estar en auténtico
desarrollo. Él dilucidó, reconstruyó,
evaluó y corroboró que ese complejo proceso interior, corporal,
es el origen de la congruencia. Y por supuesto, se dio cuenta de que
estaba descubriendo algo así como un nuevo continente en el mapa del
conocimiento humano antes de él apenas intuido por los más grandes filósofos
existenciales y fenomenólogos (Kierkegaard, Dilthey, Husserl, Sartre, Heidegger, Merleau-Ponty, etc.) encontrando que es el CUERPO, al que
ni la ciencia, ni la filosofía a través de los siglos habían tomado en cuenta
como el asiento de sabiduría, y que sin embargo, la humanidad desde siempre, en
un nivel intuitivo lo sabía, experimentándolo como tal.
A
este descubrimiento bien podemos llamarle SABIDURÍA CORPORAL. Sus aportaciones
a la Ciencia
universal le han valido a Gendlin grandes reconocimientos tanto en los EE. UU.,
como a escala mundial, siendo estimado actualmente como el más grande psicólogo
y filósofo que han dado este Continente.
Yo,
en contacto con las ciencias médico-biológicas me lo explico así: De acuerdo a
la teoría del Big Bang, el universo tuvo su origen al estallar la energía
primigenia que hace unos 13,700 000 000 de años comenzó a formar y poblar el espacio-tiempo. A partir de allí y tras
cinco mil millones de años de continua expansión/evolución (que aun continúa)
se formó el sistema solar como resultado de la condensación del polvo
interestelar. Después de seis mil millones de años más de trabajo evolutivo
ininterrumpido apareció la vida sobre nuestro planeta dando lugar largo
y laborioso proceso que dio origen al Homo erectus y hace apenas unos
100, 000 que lo hizo el Homo sapiens con sus estructuras cerebrales, su
fisiología y su comportamiento básico, tal como lo conocemos -y somos- ahora.
Esto nos cuestiona en el sentido de que, si nuestro conocimiento intelectual -que
apareció, cuando más, hace unos 100 mil años-, tiene la sabiduría que tanto le
reconocemos y admiramos, la sabiduría de nuestro cuerpo que tiene su origen
hace 13,7 mil millones, ¿dónde está? precisamente allí -nos podría decir
Gendlin- en, es, tu propio cuerpo integrado al Cuerpo Común que incluye cuanto
existe, nos dirían Campbell y McMahon precursores del Enfoque Bio-Espiritual
(EB-E).
Como
se puede vislumbrar, a esto es a lo que se refiere Gendlin cuando habla de la sabiduría
corporal. Con ella es con la que contactamos cada vez que, enfocamos, ya sea de manera intuitiva o
mediante el Focusing descubierto por él. Ya veremos cómo es que entramos en
contacto con ella.
La
palabra metanoia etimológicamente significa: “meta” = más allá y “nus” = mente: más allá de la mente, nos deja
entrever que debemos equilibrar la inteligencia mental y la inteligencia
corporal cuando nos damos cuenta de que requerimos de una fuente de sabiduría
que traiga equilibrio y balance entre la sabiduría corporal y lo que hasta
ahora la mente racional divorciada del cuerpo, está haciendo con el Planeta y
en todo lo que él contiene. Entonces, si va a haber un cambio, un dejar de
depender de ese racionalismo omnipotente que hemos endiosado, al que se le
adora, se le rinde culto (aun desde el ámbito religioso) y nos tiene tan
atrapados hasta el punto que, dependiendo de él estamos tal vez al borde de la
catástrofe (en los próximos años se espera una elevación de la temperatura
terrestre de 3º C, lo que expresa y genera en el mejor de los casos, mucha
incertidumbre) conducidos por la mente ciega de necesidad de control y ávida de
dominio como herramienta única para entrar en nosotros y caminar hacia un
futuro más armónico. Entonces, la verdadera metanoia, deberá incluir esa
sabiduría acumulada por ‘siglos
eternos’ en nuestro CUERPO. Cuando lo atendemos, podemos comprobar que esa
sabiduría que va más allá del
conocimiento mental, nos conduce, dirige, da sentido y significados que nos
integran a una Totalidad que nos sostiene, envuelve, nutre.
3: La sabiduría de nuestros sentimientos
Carl Rogers hizo un importante
descubrimiento que corroboró tanto a nivel personal como en el laboratorio:
“Cuando yo acepto mis sentimientos, entonces, y sólo entonces ellos
cambian”. Por años, Gendlin continuó estudiando este admirable fenómeno,
llegando a descubrir y a comprender que nuestros sentimientos tienen siempre un
conocimiento preciso de dónde ellos ‘se encuentran’; que, por ejemplo, el
sentimiento o sensación de que algo no está bien en ti, conoce, sabe, la
distancia que hay entre el sentirte perfectamente bien y la manera como te
estás sintiendo. Lo sabe tan bien, -nos dice Gendlin- como tú sabes cuando un
cuadro colgando de la pared está ladeado. Y de la misma manera como tú lo
enderezas en la dirección correcta, tu sentimiento sabe en qué dirección llevarte. No hay manera de que te equivoques
y pongas el cuadro más chueco ¿verdad? Igualmente, tu sentimiento sabe hacia dónde
moverse. Sólo tienes que propiciarle el espacio en el que pueda ir en la
dirección correcta que él ya conoce. Y si tú le permites a
ese sentimiento moverse, entonces también tú estás cambiando, y por cierto siempre
hacia una mayor integración. Entonces Gendlin concluye: “todo sentimiento ‘malo’ es energía potencial hacia una mejor manera de
ser si se lo permites.” Esto significa que ¡hay SABIDURÍA en nuestros
sentimientos! El Enfoque nos permite corroborar este descubrimiento científico
de una manera no solamente intelectual, sino antes que eso, de manera experiencialmente
sentida. Cuando enfocamos y entramos
en contacto con esa sabiduría, a veces nos quedamos atónitos diciéndonos “¡no
lo puedo creer!”, o preguntándonos “¿de donde
vino esto?”, “¿cómo pudo venir a mí?” Por supuesto que nuestra mente racional
que funciona con base a la correlación entre causas y efectos no entiende nada
de lo que está pasando allí. Como cuando, recuerdo, iba a dejar por la noche a
mi hijo -entonces estudiante universitario-, a la casa de una compañera, de
donde iban a salir muy temprano hacia Chiapas a hacer un trabajo acerca de los
refugiados guatemaltecos. Al ir conduciendo el auto me vino una sensación de
incertidumbre respecto a aquel proyecto sentido como tensión. Con ello me vino un
recuerdo; era cuando estaba yo, de 17 años, llegando a México D. F. procedente
de provincia para estudiar la carrera de Medicina. Entonces me vino de manera
sentida la lejanía física y emocional, el desarraigo afectivo de la casa
paterna y de la familia, junto con el miedo ante el reto de querer ser médico, viniendo
una sensación como de desolación. Me quedé con cómo se sentía esto físicamente mientras
mi cuerpo se doblaba y se me hacía un nudo en la garganta. Al permanecer con
esto -mientras manejaba el auto- vino una comunicación que puede revelar algo
de esa sabiduría corporal de la que he estado hablando. Las palabras fueron: “Si yo fuera Dios, hubiera hecho que en tu
vida todas las cosas hubiesen sido tal y como fueron”. Me quedé atónito y
buscando de dónde venía aquello, al tiempo que trataba de retener mentalmente
tan sorprendente declaración. El impacto de esas palabras continúa siendo
actual en mí. Eran como un núcleo desde el cual podía comprender y organizar
dinámicamente toda mi historia, pasada, presente y futura. ¿Quién me habló?
Durante mucho tiempo no lo supe con certeza. Pero ahora tengo la respuesta. Fue
mi cuerpo, cuya sabiduría va más,
mucho más allá de todo conocimiento intelectual; y para comprenderla en su
totalidad y profundidad, ciertamente necesito aprender a creerle (a mi cuerpo),
a estar en contacto con él, recibiendo su abismal sabiduría. Al principio yo
creía que tenía que anotar estas palabras en algún lugar para que no se me
olvidaran. Al pasar el tiempo he estado corroborando no sólo que no se borran,
sino que están inscritas en mi cuerpo,
son su esencia, son la sabiduría eterna inscrita en él que es como una presencia activa actuando dentro de mí.
A
veces me he preguntado si será suficiente esta vida para ‘comprender’ ésta y muchas
otras revelaciones que han venido al enfocar.
La respuesta siempre ha sido: “No Juan, para comprender esto en plenitud
necesitarías toda una eternidad”. Para mí el Enfoque Bio-Espiritual es cada vez
más claramente eso: una puerta de entrada a la eternidad desde mi aquí-ahora.
Sí, la entrada a la eternidad es ¡nuestro cuerpo! Cómo no, si en sí
mismo él es, expresa, ‘eternidad’.
4: La congruencia
De
nada sirve que nuestro cuerpo tenga una sabiduría tan grande si no lo
escuchamos ni le ‘permitimos decirnos lo
que nos tiene que decir’. Esta capacidad de experimentar conscientemente en
nuestros cuerpos lo que sentimos, incluye el estar aprendiendo a propiciar y a aclararnos
un espacio en el que nuestros asuntos se muevan en la dirección apropiada,
a lo cual llamamos congruencia. Los
pasos del Enfoque no son sino el acceso a ella. Hay dos elementos que forman el
núcleo de lo que es la congruencia: primero, ser capaces de sentir
fisiológicamente nuestros sentimientos. Esto es, darnos realmente
cuenta de ellos. Para ser congruente necesito no solo saber intelectualmente
que estoy enojado, sino atender el registro fisiológico de mi enojo; no sólo
decirme que lo estoy, pues a veces acallamos nuestros sentimientos poniéndoles
un nombre: “estoy enojado”, sino estar con cómo se siente en mi cuerpo el
sentimiento de “enojo” dejando fluir toda una constelación de significados que
yacen debajo de esa sensación sentida. A esto físicamente sentido -no pensado-
le llamamos significado-sentido. Para que surja necesito atender a mi cuerpo
mientras él está experimentando el “enojo”. Y cuando me doy la oportunidad de
escuchar a mi cuerpo poniéndome en contacto con eso sentido a lo que le he
puesto el nombre de enojo, permito que se forme, de manera sentida, la
totalidad de lo que hay debajo del enojo, entonces esa experiencia de enorme complejidad
implícita, descubierta y llamada por
Gendlin “Sensación Sentida” (felt sense)
que incluye el enojo con su historia, es que el asunto actual que originó mi
enojo empezará a moverse junto con la historia implícita que comienza a
explicitarse, llegando a mi conciencia y a revelarme algo importante de mí
mismo, lo que me permitirá procesar no sólo ese evento de mi vida, sino toda la
historia que está detrás de él y que está repercutiendo en mi momento presente
en la relación conmigo mismo, con los demás y con todo cuanto existe. Por ello
es que el proceso del Enfoque genera un cambio en mí, siempre hacia una mayor
integración.
En
segundo lugar, la congruencia incluye el permitirle a esa sensación-sentida simbolizarse
con precisión. Esto es algo verdaderamente extraordinario que experimentamos
en el Enfoque, pues cuando despejamos un espacio físico para que se forme la
sensación-sentida, va a suceder algo verdaderamente admirable; va a surgir una
palabra, una imagen, una sensación, un recuerdo, otra sensación o sentimiento, etc.,
que nos va a comunicar el significado profundo de esa experiencia. A esto que
viene y que encaja perfectamente con la sensación física del asunto en
cuestión, Gendlin le llamó SÍMBOLO, que es la manera de expresarse esa
sabiduría corporal de la que hemos estado hablando. El Enfoque pues de lo que
trata es de ayudarnos a percibir, a darnos cuenta, cómo se siente determinado
asunto en nuestro cuerpo y a permanecer con/en la sensación-sentida del mismo
el tiempo necesario para que al simbolizarse nos entregue su significado de una
manera pacífica y pacificante, junto con una dirección que nadie ni nada de
afuera nos podría dar por más que lo quisiera. CONGRUENCIA es entonces, la vía
fisiológica/corporal mediante la cuál nos ponemos en contacto con esa sabiduría
eterna contenida en nuestro cuerpo. Del descubrimiento de este proceso corporal
inherente al ser humano, surgió el Enfoque como técnica/proceso.
Estando
muy ocupado o con prisa ¿te has visto escuchando por teléfono a una persona mientras
habla sin parar de cosas que no te interesan?, ¿has percibido una cierta
ansiedad físicamente sentida mientras tratas de responderle educada,
cortésmente? Pues lo que hace a una persona congruente es tener la habilidad de
sentir su inquietud, su irritación, su frustración (acaso en una fracción de
segundo) y desde ahí atender afablemente a quien la ha interrumpido y no la
toma en cuenta. La congruencia no es atender primero a mi interruptor, sino
cómo llevo en mi cuerpo mi molestia, mi ansiedad, mi frustración físicamente sentidas.
Esto implica un cambio de prioridades, preciso escucharme primero a mí mismo. La
congruencia es lo que hace diferente a una persona que está en desarrollo de
otra que no lo está.
Recuerdo
cuando estábamos mi esposa y yo en un movimiento para parejas. Después de algún
tiempo y de haber tomado varios cursos
de profundización yo les pregunté a los dirigentes: ‘Lo único que quiero que me
digan es cómo hacerle para no reaccionar con enojo o con violencia verbal,
indiferencia, frialdad, etcétera, cuando mi esposa dice o hace algo que me
molesta’. El silencio vino de absolutamente todos los presentes. Nadie me pudo
dar una respuesta a pesar de que había allí personas que lo hacían, ¡pero que
no sabían cómo lo hacían!, y menos me
lo podían enseñar. El descubrimiento de Gendlin tiene la respuesta que yo
necesitaba y de la que antes de él, la humanidad había carecido: Hoy sabemos
que la congruencia (si es que, como en mi caso, no la practicas
intuitivamente), la vas a aprender enfocando. Esto ha estado haciendo en
mí una diferencia entre mis reacciones instantáneas, preformadas, programadas,
aprendidas y expresadas sin ningún nivel de proceso de por medio y lo que me
está sucediendo a partir del Enfoque, que es empezar a “poseer” mis
sentimientos, para decirlo con Carl Rogers.
Hace
poco leí en una biografía de Gandhi, que en el ASHRAM, la casa donde él
enseñaba la no-violencia, había puesto este letrero: “Si tú tienes la razón,
puedes darte el lujo de no perder los estribos; si es tu adversario quien la
tiene, entonces no puedes darte el lujo de perderlos”. En el origen de esta actitud
está necesariamente la congruencia, es decir, la capacidad de mantener la conexión
contigo mismo. El Dr. Peter Campbell, precursor del EB-E, nos lo dice con estas
sabias palabras: “El acto más social que puedes hacer es la paz contigo
mismo(a)”. El acto más social y más poderoso que podemos hacer incluye aprender
a escucharnos de una manera sanadora: conociéndonos, aceptándonos y amándonos
tal y como realmente somos. Esto es ser congruente.
Así
que la congruencia de la que estamos hablando no es un ideal que nos propone
nuestro razonamiento lógico, no es lo que deduzco que tengo que hacer cuando me
estoy sintiendo de determinada manera: si culpable pedir perdón y si soy creyente
obedecer a Dios, si estoy deprimido entregarme en servicio a los demás (pues se
dice que “...hay más alegría en dar que en recibir”), si he sido herido,
perdonar; si estoy confundido pensar con claridad, si, si, si... No. La congruencia es el PROCESO al que
tiende nuestro cuerpo (si se lo permitimos) partiendo de nuestros sentimientos hasta
formar la sensación-sentida o sea la globalidad del asunto en cuestión de una
manera sentida, llegado a un nuevo significado y dándonos una dirección que
nuestra mente racional por sí sola sería incapaz de ofrecernos (nadie da lo que
no tiene).
La
incongruencia se refiere entonces a lo opuesto, a estar fuera de contacto con
nuestros sentimientos; a no tener la capacidad, a no permitir que ellos se
simbolicen, lo que impide que se conviertan en nuestra historia asumida,
procesada. En realidad, la incongruencia incluye y expresa una actitud
esquizoide, un no permitirnos estar en lo real de nuestros sentimientos que son
expresión del cuerpo viviente. Es un bloqueo, un pretender solucionar la vida
con razones, con ideologías, con ideales, con creencias, con filosofías que
vienen de afuera, en lugar de dejar que nuestro cuerpo con su sabiduría, nos
regale el avance, la resolución de nuestros problemas, conflictos,
asuntos inconclusos, de creatividad, etc.
Implica
un enorme gasto de energía ¡mantenernos bloqueados! No hay violencia más grande
que esta. Y tal violencia se expresa frecuentemente como depresión, como baja
autoestima o como adicciones que son comportamientos convertidos en estructuras
psicológicamente cerradas que llegan a impedirnos tener contacto con nuestros
sentimientos físicamente sentidos, bloqueando nuestro desarrollo. Pues si no
soy capaz de asumir mis sentimientos voy a estar luchando contra ellos o tratando
de controlarlos, acallarlos o negarlos, cayendo cada vez más en una ansiedad
que me controla, esclaviza. Es entonces cuando caemos en comportamientos
adictivos que nos hacen sentir, -autoengañándonos- que estamos vivos o que
tenemos control sobre algo, pero a costa de ir perdiendo todo contacto con la
realidad, al principio la interior, luego también la exterior (que son una
misma Realidad). Y cuando estamos fuera de contacto no tenemos más que dirigir
contra nosotros mismos la energía de nuestros sentimientos bloqueados en distintas
formas de violencia, ya contra nosotros mismos, contra los otros, violencia que
sumada a la de los demás, se expresa como la violencia social que propiciamos y
padecemos.
5: Cómo nos ponemos en contacto con la sabiduría de
nuestro cuerpo
Mientras
que nuestro cuerpo está orientado en dirección de una sabiduría que va más allá
de todo conocimiento intelectual, nuestra mente racional lo está hacia el
control y una manifestación de ello es el florecimiento del método científico
cuyos objetivos básicos son COMPRENDER el fenómeno para poder PREDECIR lo que
viene. Y si yo puedo comprender y predecir algo, entonces creeré que tengo la
llave para CONTROLAR las cosas dentro de mí y a mi alrededor. Estas funciones
mentales, tan esenciales cuando son sanamente orientadas hacia la
sobrevivencia, han sido exaltadas, adoradas, endiosadas; hemos perdido los
límites en los que funcionan adecuadamente y hemos puesto en sus manos la
conducción de nuestras vidas, lo que nos puede estar llevando, como humanidad
hacia el autoexterminio y a la destrucción de todo genero de vida sobre la
Tierra. Es que una mente controladora está orientada al dominio. Y una de las
maneras más sofisticadas como el mito del dominio se manifiesta en nuestras
sociedades occidentales es queriendo arreglarlo todo: arreglarnos a nosotros
mismos, arreglar a los demás. La investigación del Dr. McMahon indica que, en
nuestras sociedades occidentales, a los ocho años ya nos hemos hecho adictos a
arreglar. La pregunta actual es, qué tanto de la inteligencia artificial nos
está llevando en esa trágica dirección.
Pero
si en el mundo ha de surgir una conciencia más global, planetaria, cósmica,
entonces deberá el ser humano echar mano de sus capacidades
corporales-espirituales para amarse a sí mismo, a los demás, al planeta y al
universo entero con todo lo que es y contiene. Sólo nuestro Cuerpo Entero es
capaz de esto, él sabe lo que es vida y lo que no lo es; él sabe qué es y cómo
se siente el vivir en plenitud y cómo se siente también el estar privado de
ello aunque lo hayamos hecho inconsciente o involuntariamente; el sabe más,
mucho más de lo que nosotros nos imaginamos, y sabe, sobre todo formar y
sentirse parte de una Totalidad mayor; él encierra en su Masa corporal el
origen del universo y en cada una de sus células el origen de la Vida; él contiene en su
memoria genómica el proceso onto y filogenético de la evolución. Y para acceder
a la espiritualidad, que es ser lo que realmente somos, nada más capacitado que
nuestro cuerpo, para de y en él, recibir la sabiduría eterna que nos quiera
comunicar. A este dejar el control de nuestra mente ávida de él, y entrar a ese
santuario donde se nos da la Vida
en plenitud, a eso es a lo que llamamos, -en una sola palabra- Bio-Espiritualidad.
Pero ¿cómo tenemos acceso a ella? Más, mucho
más fácilmente de lo que nos imaginamos. Solo tenemos que preguntarnos sea lo
que sea que estemos viviendo y, por supuesto mientras enfocamos: ¿Cómo se siente esto en mi cuerpo ahora?, ¿Dónde se
siente? Estas dos preguntas por raras que parezcan, y sus respuestas, por más
impredecibles que sean, contienen la sabiduría corporal que recibimos mediante
el proceso del Enfoque con efectos verdaderamente asombrosos. Recuerdo cuando
una mañana, la angustiada madre de una criaturita de cuatro meses me habló por
teléfono refiriéndome que le habían dicho que su pequeña tenía amibas, así que
le dije que tenía que verla. Descarté ese diagnóstico, pues en realidad tenía
una dispepsia alimentaria. Sin embargo, veía muy inquieta a la madre de la
pequeña por lo que le pregunté cómo ella se sentía al respecto. Ella me refirió
que todo lo relacionado con el problema de salud de la bebita lo sentía en las
piernas, como cansancio. Estaba presente su marido y ya no pudo avanzar más.
Salí a casa y cuando acababa de comer sonó el radio-localizador. El mensaje era
urgente: “Por favor comuníquese con la Sra. _______”. Segundos después sonó el
teléfono fijo. Era la misma mujer quien me decía ¡doctor, ayúdeme por favor! Al
preguntarle a qué se refería me contestó: “¡Acabo
de encontrar a mi monstruo interior!” Entonces le pregunté dónde se siente
todo esto de“mi monstruo interior”. Pasan
unos tensos momentos y, sin dudarlo me dice: Aquí, en mi pecho.” Entonces le pregunto y ¿cómo se siente allí en
su pecho todo lo relacionado con su monstruo interior? Pasan unos tensos momentos
y me dice “como que el corazón se me abre
por dentro”. Entonces le digo: Vea si puede atender esto unos momentos;
busque dentro de usted el sitio adecuado desde el cual pueda decirle a esta
sensación: aquí estoy, déjame acompañarte, quiero ser delicada, respetuosa
contigo. Entonces me dice, “no puedo,
¡ayúdeme doctor!, ¡Dios, ayúdame!” Entonces
le contesto: ‘ Dios está con usted y también
yo estoy con usted por aquí, por el teléfono’, tratando de ofrecerle un espacio
seguro desde el que ella pudiera estar con ese lugar que estaba abriéndosele
por dentro. Como me di cuenta de que eso no le decía gran cosa le compartí esta
historia de un enfoque reciente en el que había acompañado a una mamá
adolescente que, al sentirse rebasada por el enorme trabajo de atender a su
bebita recién nacida, al llegar su marido a casa, ella le dijo: “Qué bueno que
llegaste, porque estaba a punto de lanzar a la niña contra la pared…”. Tras de
esto, ella finalmente pudo atender el significado sentido en su corazón. Vinieron
largos momentos de silencio y de repente me dice entre llanto y rabia
contenidos: “Odio a mi hija… Ella ha dado
al traste con toda mi vida: con mi matrimonio, mi familia. Mi vida ya estaba
completa y desde que ella llegó ya no es lo mismo. ¡La odio!” Bueno, le
digo, pues ni Dios ni yo nos vamos a mover de aquí, así que vea si está bien
quedarse recibiendo todo lo que ese corazón herido le quiera decir. Pasan
varios minutos mientras su agitada respiración y su llanto van cambiando de
tonalidad tornándose reposados. Casi que puedo ver su rostro transfigurado. Yo,
por supuesto, no lo podía creer de no haberlo estado viviendo. Para esto, no sé
qué estaría haciendo Dios, pero yo estaba en el WC (esto no se lo he contado a
nadie, je-je). Entonces le digo que se tome todo el tiempo que necesite para
ver si su cuerpo le quiere decir algo más y tras unos momentos de revisión
interior me dice que adentro de ella todo ha cambiado y que se siente
diferente. Le pregunto cómo es eso diferente y me dice que es como si todo
hubiera caído en su sitio, que ya todo está bien. Entonces comienza a
agradecerme y me pregunta qué, cómo lo había yo hecho, que necesitaba saberlo
para hacerlo con su familia. Yo le contesté que yo sólo la había acompañado en
su proceso y que, en realidad todo había sucedido dentro de ella.
Así
que estas preguntas: ¿cómo?, ¿dónde? se siente…, expresadas empáticamente desde
una presencia aceptante, acogedora, ayudan a la persona a ir a donde su cuerpo
está llevando sus asuntos dolorosos, permitiendo que su sabiduría corporal los
lleve a su resolución definitiva.
6: Entonces, ¿qué entendemos por cuerpo en el Focusing y la Bio-Espiritualidad?
Al
paso de esta exposición seguramente van surgiendo inquietudes, preguntas, que
van como tomando lugar en tu interior. Una de ellas tal vez sea: bueno, pero
¿qué me tratan de decir con esto de “cuerpo?” Esta pregunta es muy válida. Por
cuerpo podemos entender infinidad de cosas. Homero usaba la palabra (griega) soma
para hablar tanto del cadáver humano como del de los animales. El pensamiento
hebreo carece de algo que distinga al cuerpo de otros componentes; el
término bàsar expresa la totalidad del ser humano, así que para el
hebreo antiguo la dicotomía mente-cuerpo sencillamente no tenía ningún sentido;
para ellos el ser humano es algo integral, no tiene “partes”. Pablo de Tarso,
entre otras connotaciones utiliza la palabra SOMA para hablar de y desde
la experiencia: “Ustedes son el
cuerpo de Cristo…” (Pablo le dio por nombre Cristo a todo cuanto existe); ‘el cuerpo de ustedes es el santuario donde mora el Espíritu
de Dios’. El EB-E es la invitación a experimentar precisamente esto, que es
en nuestro cuerpo donde se da la conexión con eso que se siente como el ‘fundamento del ser’, en el que vivimos,
nos movemos, tenemos la existencia.
El
Dr. Gendlin, con raíces judías, lo expresa así: Tu cuerpo, físicamente sentido
es, de hecho, parte de un sistema gigante de aquí y de otros lugares, de ahora
y otros tiempos que te comprende a ti y a otras personas, que comprende, de
hecho, todo el universo. La experiencia de estar y de sentirse vivo en tan
vasto sistema, es el cuerpo como este se siente desde adentro. Como podemos ver
Pablo y Gendlin con diferentes lenguajes, están diciendo lo mismo respecto del
cuerpo. Es en la experiencia en el cuerpo (que no-especulación) en el que
se fundamenta el núcleo de la “confianza básica” (Erick Erickson) en la
sabiduría eterna contenida en nuestros cuerpos. Una vez que enfocas y recibes
un mensaje, una revelación “que ni en mil años te habría dado tu mente
racional”, tú tienes una experiencia sentida del proceso de la integración
humana, y una perspectiva integral e integradora. Con ello, también una nueva
dirección, un cambio interior, un modelo que te lleva a asumir tu realidad físicamente
sentida en tu cuerpo que poco a poco te va llevando a experimentarte como el
Cuerpo Mayor al que perteneces.
Recuerdo
cuando iba caminando hacia el trabajo. Me sentía tan cansado; agobiado,
fue la palabra que vino: asuntos de relación conmigo mismo, problema irresuelto
con mi pareja, lejanía con mis hijos, profesionalmente abatido, económicamente
en aprietos, sin esperanza, sin futuro, y muchas cosas más. Caminando con todo esto le pregunto a mi
cuerpo: Y tú, ¿cómo llevas todo esto? Doy algunos pasos y viene su clara,
fresca, transparente respuesta: “ASÍ.”
Jamás esperé algo como esto. Era algo tan directo, ¡tan objetivo, tan real, tan
sobrio, tan solidario, tan liberador!; Me fui caminando acompañando la
sensación física a la que se refería ese “así”, mientras fluían lágrimas de
gratitud hacia mi propio cuerpo que no sólo no me había abandonado en esa
situación crítica, sino que, de verdad, me hablaba, me compartía su verdad de
una manera pacífica, pacificante, pacificadora. Experiencias como ésta son para
mí una invitación a dar un paso de confianza en la sabiduría de mi cuerpo y
realmente darme cuenta de que él es el lugar donde el Espíritu surge, Espíritu
que es el regalo por excelencia, regalo que es: ser quien yo soy.
7: Enfoque Bio-Espiritual (EB-E): Cómo se siente en
nuestro cuerpo una energía nueva, liberadora
Cuando
enfocamos y viene un símbolo a
embonar perfectamente con cómo lleva nuestro cuerpo determinado asunto de
nuestra vida (como ese “así” antes comentado, viene un cambio físico, “cambio
sentido” le llama Gendlin. Al ir con Gendlin su mentor, tanto Pete Campbell
PhD como Ed McMahon PhD (los precursores y mis maestros de EB-E) cada uno por
su lado a preguntarle si era posible programar, elaborar voluntariamente la
sensación-sentida (felt sense) y el
cambio-sentido (felt shift), el Dr.
Gendlin les respondió, tras recurrir a su experiencia y reflexionar
enfocadamente sobre esta posibilidad: No, uno nunca puede hacer que el cambio se
dé. Y en su momento le dijo a Pete: “En tu lenguaje cristiano bien le puedes a
eso llamar gracia” Y, tiempo después, en la segunda edición de su libro Focusing, Gendlin escribió que ese
cambio es siempre GRATUITO. No importa qué tan impresionante o tan apenas
perceptible pueda ser tal cambio-sentido (a veces viene en el acto, otras veces
lo registras en el momento menos esperado), el caso es que siempre estará fuera
de nuestros cálculos, de nuestro dominio, de nuestro control. Siempre lo
experienciaremos como don, como regalo. Recuerdo un domingo por la noche que
venía manejando de Celaya al D. F. Había sido un día muy pesado, difícil, tenso
en muchos sentidos. Habíamos salido, toda la familia de Morelia a medio día
pues teníamos la invitación de unos familiares para comer en Celaya. La
carretera estaba muy cargada y, además me había extraviado. Llegamos a casa de
mi hermana tarde y en ese momento se hizo el plan de ¡ir a comprar las viandas
para preparar la comida. Cuando terminábamos de comer empezó a anochecer y
finalmente decidimos ir a misa a las 8 de la noche (entonces yo era muy
católico) antes de salir rumbo al D. F. En el trayecto de Celaya a Querétaro me
sentí muy, muy cansado y con mucho sueño, teniendo que hacer un gran esfuerzo
para volver a abrir los ojos que se me cerraban una y otra vez, en realidad
aquél era un cierto nivel de obnubilación mental desde el que pensé salir de la
carretera, descansar o despejarme un poco. Al buscar la manera de hacerlo mi
vista se dirigió mi derecha, lo que me llevó a conectar afectivamente con el
pueblo natal de mis padres, y casi al unísono a mi izquierda, con el sitio
donde poco tiempo atrás había yo vivido mi seminario de seis días de EB-E que
había sido toda una revelación para mí. Desde ese espacio interior aclarado por
el afecto pude quedarme acompañando el cómo me estaba sintiendo, viniendo estas
palabras: “Vas camino a México”. Lo que no sorprendería a nadie me
sorprendió a mí. Qué raro, me dije, pero ¡exactamente eso es lo estoy sintiendo!; que estoy a más de 200 Km. de mi destino.
(Ustedes podrán corroborar esto en sus propios enfoques: que cuando viene algo
desde el cómo se siente la totalidad de la situación, problema, asunto, lo que sea
que venga, si encaja con la sensación física del asunto, hay cierto alivio.
Esto les puede dar más confianza para seguir dando pasos en la misma sesión de enfoque.) Me quedé sosteniendo cómo se
sentía esta respuesta en mi cuerpo y vino una nueva palabra “Novas camino a México, ESTÁS camino a México”. Con este símbolo
vino una relajación, un aflojarse de toda tensión dentro de mí, un alivio tan
grande que no podía yo explicar, sólo quería sentirlo. Era la diferencia entre el
estar futurizando y estar en la
realidad de mi presente. Me llené de un vigor impresionante, de tal manera que
no sólo no tuve que detenerme a descansar, sino que pude continuar conduciendo
todo el trayecto sin cansancio, disfrutando cada kilómetro con un humor tan relajante
que a mí mismo me sorprendía. Al llegar al D. F. invité a todos a ir a cenar,
me sentí tan contento que disfruté la cena y la compañía enormemente. Subí
maletas al 5o. piso y mi energía era tal que tomé un libro de poesías místicas,
me puse a leerlas, una por una, saboreando casi cada palabra, disfrutándolas
como nunca. A veces el cambio sentido apenas es perceptible, pero uno como éste
que les comparto ayuda a darse cuenta de lo que habla Gendlin y nuestros
maestros del EBE, quienes nos dicen que en ese cambio-sentido, sea pequeño o
grandioso, hay una poderosa y liberadora energía que nos inunda, circunda,
sostiene por-desde adentro que trasciende nuestros miedos, temores,
confusiones.
8: Cómo nos comunica el cuerpo su sabiduría
Quizá
hemos ya estado adentrándonos en el conocimiento de esa maravillosa sabiduría
corporal contenida en nuestro ser total, pero ¿cómo la podemos recibir? Déjenme
decirles que Gendlin se dio cuenta inequívocamente de que nuestro cuerpo nos
comunica su sabiduría de una manera diferente a como la mente nos comunica la
suya. Ésta a través de procesos lógicos, de la reflexión, del análisis, de
deducciones, de inferencias. Pero Gendlin descubrió que nuestro cuerpo nos la
hace explícita a través de lo él llamó SIMBOLOS (etimológicamente símbolo viene
de: Sin = con; ballein = lanzar), el símbolo en el lenguaje del
Focusing es un elemento que surge como algo que interactúa con nuestra
sensación física de la totalidad del asunto que estamos atendiendo (o sea la
sensación-sentida) que, admirablemente, se ajustan, se ensamblan, llevando adelante
el proceso de la resolución de determinado asunto. El símbolo viene a nuestra
conciencia como una palabra, un recuerdo, una imagen, un sentimiento, otra
sensación física, lágrimas, una sonrisa, etcétera, que nos permite saber,
sentir, que algo de ese asunto se está moviendo, está avanzando, lanzándonos más allá de lo que nos
atreveríamos a pedir y a pensar y que, la experiencia nos dice, es siempre
hacia una mayor integración. Hay algo aquí que es la base desde la que
partieron los doctores, filósofos, teólogos, P. A. Campbell y E. M. McMahon al
descubrir, mediante el Focusing, la espiritualidad intrínseca del cuerpo. Y
como vimos, el cambio-sentido se da fuera del control de la persona, pues
cuando sentimos que algo se movió, nos damos cuenta que nosotros no programamos
tal movimiento, que no fue a nuestra voluntad ni en función de nuestra propia
agenda, de tal manera que inequívocamente sabemos que hemos recibido un regalo,
que siempre es gratuito, nos dice en su lenguaje filosófico el Dr. Gendlin.
Recuerdo
una noche que me despertó un dolor abdominal. Intenté volverme a dormir, pero
el dolor me lo impedía. Entonces puse a trabajar mi mente analítica: ¿Qué cené?
Sí, seguramente me excedí y la primera autorecriminación no se hizo esperar,
luego comencé a defenderme, en realidad otras veces he cenado más...; entonces
-mientras el dolor aumentaba-, me pregunté si habría sido la comida… Pero mi
dolor no respondía a mi autointerrogatorio médico. Empecé a sentir enojo, luego
angustia, que al aumentar el dolor se transformaba en pánico. ¿Qué hago? Me
pregunté. Me levanté de la cama y me fui al baño. “A ver si algo sale”, me
dije, sudando frío. Con todo aquello en su máxima intensidad me cruzó: “¿por qué no hablas con tu dolor?, eso es lo
que le dices a todo mundo que haga, ¿no?”. Algo dentro de mí se rebelaba
ante semejante ‘insensatez’ que intensamente decía: “Esto no es para ponerte a hablara
con… y decirle: ‘si, sí, aquí estoy contigo…’, es para hacer algo: ¡ir al
hospital, contactar al cirujano!” Pero de una manera asombrosa para mí, antes
de terminar de escuchar esa voz mental que intentaba encontrar la solución del
problema, estaba yo diciéndole a mi dolor (sensación-sentida): “Está bien que estés aquí tal y como te
estoy sintiendo. Tienes a tu disposición todo mi cuerpo para que te expreses en
él tal y como tú quieras”. No sabía si había hecho bien o mal, pero fue
todo lo que en esos momentos de intensa tensión pude hacer (en el fondo de mí
había cierta admiración hacia mí mismo junto con el temor de haber expresado
esas palabras). Y antes de lo esperado vino la respuesta desde mi interior: “fragilidad” “impotencia”; “vulnerabilidad”
(símbolos). Cotejé cada una de estas palabras con como me estaba sintiendo y
encajaban perfectamente. No podía haber otras que se ajustaran tan bien con
como me sentía. Esto lo han experimentado ya ustedes; cuando viene un símbolo e
interactúa con la sensación física del problema en cuestión, -en este caso el
dolor-, extrañamente viene una cierta relajación aún con la peor noticia o descripción
sentida de nuestra realidad. A mí me admira y maravilla cómo es que una
constatación física de algo tan grave como experimentarse en la impotencia
absoluta pueda generar un cierto alivio. Me quedé unos momentos atendiendo cómo
todo eso se sentía (tiempo después me di claramente cuenta de que esta es la
verdad que realmente nos libera) y lo siguiente que vino fue la imagen de un
como barril, traslúcido, cuyo nivel de líquido en su interior descendía (otro símbolo).
Y cuando el nivel del líquido había bajado el primer tercio, me di cuenta que
exactamente como bajaba el nivel en el barril, mi cuerpo iba siendo liberado del
dolor ¡y del pánico en cosa de segundos y en dirección céfalo-caudal! Yo no lo
podía creer. Me quedé atónito corroborando que ni estaba dormido ni había sido
una pesadilla (con humor y con cariño hacia mi cuerpo, me pellizcaba para
corroborarlo). Entonces me dije ‘¿Qué estoy haciendo sentado aquí?’ y con una
sensación de alivio, de gratitud y con la convicción de ser sostenido por una
fuerza interior me fui a la cama, ¡sonriendo! (cambio sentido). Todavía pensé:
al rato no me voy a poder levantar, y voy a estar molido por todo esto. Con esa
sonrisa me quedé dormido plácidamente y desperté con más ánimo que si hubiera
dormido de tirón toda la noche. De no haber sentido ese cambio en todo mi
cuerpo, de no haber tenido la experiencia del regalo junto con los nuevos
significados acerca del dolor, el miedo, la fragilidad, la impotencia, me
hubiera quedado sólo con el lado traumático de aquella experiencia. En cambio,
desde entonces y hasta el día de hoy sigue viniendo la experiencia de don de
ese evento de una manera inequívoca. Por cierto, ese tipo de dolor jamás ha
regresado. Ahora sé que estas son cosas más para sentir que para creer.
Bendito dolor que me permitió experimentar mi incapacidad total para tener
control sobre él un solo milisegundo, menos aún sobre mi existencia misma. Y de
una manera sentida, porque mi mente ya lo sabía (todos lo
sabemos), me di cuenta de qué diferente es saber intelectualmente que mi vida
es don, regalo, a tener la experiencia de que realmente lo es. Esto es
el EB-E para mí y para muchos, dándosenos paulatinamente el cambio, desde una
identidad de control modelada por años, a la identidad que viene de sentirse
continuamente regalado.
9: El cuerpo, punto de partida para nuestra conexión
con nosotros mismos, con los demás, con la Tierra, con el Cosmos, con lo divino
El
punto de partida y de acceso a la plenitud no son pues grandes ideales, ni
practicar la virtud hasta niveles heroicos, ni seguir un camino lejos del
mundanal ruido, ni cosas parecidas. El punto de partida del desarrollo humano,
como lo hemos estado viviendo en el Enfoque es muy simple, pero para acceder a
él necesito dos cosas: unos sentimientos para sentirlos (por eso se llaman
sentimientos, porque los sentimos), y el espacio en mi cuerpo
desde el que se puedan desplegar y simbolizar.
El
aprendizaje que quiero proponerte es que vayas allí, a donde está ese
sentimiento o sensación con cierto significado sentido, y con una actitud de
respeto, de reverencia, de delicadeza, de gentileza, te quedes acompañándolo. Lo
demás vendrá de por sí.
Recuerdo
aquel día que fui a los Viveros de Coyoacán. Estaba sentado en la hierba,
sentía el aire fresco, veía la luz, oía los pájaros, sentía el pasto entre mis
manos, olía la tierra húmeda, absorbía el sabor del aire, pero aun así estaba sintiéndome
desligado, ajeno, solo; entonces me dije desde esa sensación de aislamiento:
qué lejos me siento de una experiencia de ser yo verdaderamente uno con todo
esto, aunque pueda entender conceptualmente que formo parte de un todo más
grande que es la creación entera. Cerré los ojos y atendí como esto se sentía.
Era como una opresión en el pecho y sensación de llanto. La palabra que vino y
resonó con lo que sentía fue “tristeza”.
Me quedé con mis palmas hacia arriba como esperando ser escuchado. Pasaron unos
largos segundos, quizá un minuto o dos y entonces vino la imperiosa necesidad
de abrir los ojos que fueron a dar directamente a mi mano izquierda, donde
descubrí en la punta de mi dedo índice un mosquito que estaba intentando
picarme en la yema. Al verlo le dije: “Vengo en son de paz, no me vayas a
picar” como no me hacía caso lo empecé a empujar con mi otro índice, mientras
le repetía que no me fuera a hacer daño, que se fuera. Recuerdo cómo le
levantaba casi todo su cuerpo, incluyendo sus cuatro patitas traseras, sin que
diera la más leve señal de hacerme caso y menos de querer irse. Entonces me di
cuenta que estaba poniéndose en “mis manos”. Entendí que él sabía que esto le
podía costar la vida y sin embargo seguía allí. Fueron unos instantes llenos de
significado para mí, pues llegué a la conclusión de que ese animalito no volaba
porque quería decirme algo. Entonces, con cariño le pude decir, mientras
cerraba de nuevo suavemente mis ojos humedecidos: ¡Come, bebe!, disponiéndome
a convertirme en su comida/bebida. Vino la sensación de estarme hermanando con
él y misteriosamente, mediante él, con todo lo demás. Con esto vino la
sensación de estar siendo, él y yo, uno con el Todo. Se habían disuelto las
barreras, en esos fugaces instantes, entre mí yo mismo y todo lo demás. Era
estar experimentando algo único, especial. Cuando abrí los ojos el insectito ya
se había retirado.
Mi
mente decía: “no puede ser, no puede ser…”, mientras mi cuerpo me invitaba: “Sólo siéntelo Juan, sólo siéntelo...” Salí
de allí como caminando entre nubes, el aire entraba a mis pulmones con una
libertad total, todo a mi alrededor era diferente, todo me hablaba, todo me
recibía; mi apertura hacia la realidad interior y exterior era sentida como un regalo
sagrado. La misma conexión que yo sentía con lo exterior la experimentaba hacia
dentro, conmigo mismo. Pasaron unas horas, estaba en mi oficina y me di cuenta
de que algo me invitaba a salir. Cuando lo hice y mientras caminaba vino el
recuerdo viviente de lo que había experimentado por la mañana. En ese momento
mi mirada se dirigió a mi dedo. Allí estaba el LUGAR del encuentro; un
minúsculo puntito café-oscuro entre la uña y la yema. Volvió la experiencia a
invadir todo mi cuerpo y al quedarme con cómo se sentía todo aquello lo que más
intensamente expresaba lo que estaba sintiendo era la palabra “GRACIAS”. El que
acababa de tener esa experiencia era alguien como cualquier otro que está
comenzando a atreverse a creerle a su cuerpo y a recibir una sabiduría que está
pronta a darle dirección, significado, integridad.
10: cuerpo/Cuerpo,
base para renovación social, política, ecológica y espiritual de nuestro
Planeta
Hace
algún tiempo, platicando con un adolescente preparatoriano me decía con facciones
y lenguaje de ya una persona adulta, que en el mundo en el que vivía, la clave
era la competitividad; que él necesitaba rendir al máximo para simplemente tener,
cuando fuera mayor, al menos lo que sus padres le daban ahora. Que eso suponía
un esfuerzo total, una voluntad inquebrantable y un no importar qué ni cómo, con
tal de conseguir sus metas. Me desgarró interiormente ver en un niño, que ese
fenotipo de angustia, de programación interna, casi de desahucio, no mentían.
Él expresaba realmente lo que traía en su mente, pero sin darse la oportunidad
de sentirlo. Todavía era un creyente devoto de que, si sólo hacía lo que él
mismo se exigía tan vehementemente, las cosas y la vida estarían bajo su
control. Su voz firme, sus construcciones lógicas, su claro sentido crítico me
decía que era un chico razonable, inteligente, ubicado, maduro; pero una mirada
de Enfoque me permitía ver cuánta angustia, confusión y violencia
estaban creciendo dentro de él. Esas mismas facciones son las de muchos de
nuestros adolescentes (y de adultos también), que creen y que piensan que
piensan. Por supuesto que no tuve manera de poder ‘sembrar’ en él, el mensaje
del Enfoque Bio-Espiritual, aunque y quizá porque, pertenece a una familia
‘creyente’. El hablarle acerca del Enfoque era como si las semillas del mensaje
fueran tragadas en el aire por las aves que pasaban volando, sin caer siquiera
en tierra. A sus pocos años ya se había hecho insensible, invulnerable, para
poder sobrevivir. No había aprendido a detenerse y a tomar en cuenta sus
propios sentimientos. Entonces le di unos escritos acerca del EBE que he venido
haciendo en estos últimos meses, años ya, con la esperanza de que un día se
abriera al mensaje. Ojala -me dije-, no sea después de un accidente serio, de
una enfermedad invalidante, de otra experiencia amarga (ya había atendido una
mediante el Enfoque), de una tragedia más. La inquietud que surgió en mí hacia
ese adolescente invulnerable es la misma que me trae a compartirles esto. * Lo
que estoy intentando, es, desde lo experiencial, ofrecer una alternativa al
modelo de dominio y control que rige no sólo en nuestra civilización
occidental, sino al interior de nosotros mismos, de nuestras familias,
comunidades, sociedades y culturas. Una
alternativa que permita vislumbrar un mejor futuro para cada uno de nosotros y
para nuestros hijos.
El
mensaje no es en absoluto complicado. Ve a tu cuerpo, aprende a sentirlo, a
escucharlo, déjate conducir por su sabiduría. Tu cuerpo, el mío, el de la
humanidad de hoy y de siempre tiene la respuesta y la dirección correcta hacia
la renovación individual, social, política, ecológica, espiritual de nuestro
Planeta. Tu cuerpo ‘gime’ esperando el momento del reencuentro contigo a través
de lo real de los sentimientos que genera cada uno de tus asuntos, los
inconclusos, así como los de creatividad, innovación, de hambre de ser quien realmente eres. Tu cuerpo te espera con los
brazos abiertos, él ha estado preparando para ti una cálida acogida. Y tú
podrás recibir su mensaje de bienvenida que incluye siempre un: “Bienvenido de regreso
a Casa”.
*Esta
historia tiene para mí, una esperanzadora posdata: hace unos meses me encontré
con aquel joven estudiante en un supermercado. Me descubrió viendo unos
estantes, se acercó y me saludó cariñosamente. Me dijo que había pasado el
periodo difícil de la universidad (estudia ingeniería química), y que en su
tiempo libre va con un veterinario a atender animales enfermos. Cuando le
pregunté por el Enfoque me dijo: “Lo hago
diario”. Esto me sorprendió sobre manera. Así que la semilla sí cayó en
tierra, la planta está creciendo y dando frutos, lo que me anima a seguir
practicando mi enfoque, tanto a nivel
individual, como con mis Compañeros de Enfoque y a seguir compartiendo mis
experiencias con cuantas personas siento que está bien hacerlo. Ciertamente los
frutos son y serán siempre experimentados por mí como el don de estar en camino
y a la vez siendo quien realmente yo soy.
Juan B. Prado Flores
jubpra@yahoo.com
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