lunes, 6 de junio de 2011


                               EL JUEGO QUE TODOS JUGAMOS...
SE LLAMA: control


(¿Prisa…? ¿Distracción? ¿Desconexión…? ¿Inconsciencia…? ¿Insania…?)
A algunos, nos basta despertar, para, de inmediato, meternos en lo que nos depara el nuevo día. Estiramos la mano para callar el impertinente despertador lo más rápido posible mientras tratamos de decirnos que no podemos quedarnos ni un minuto más acostados.

Con toda la ‘fuerza de voluntad’ y sin perder un segundo porque es lunes y el tránsito está más intenso que otros días, dejamos la cama y entramos, tambaleándonos, al baño. Nos desnudamos de lo puesto y abrimos medio a tientas, las llaves de la regadera.

    Mientras caemos en la cuenta de que no es lunes sino que ayer fue día feriado entre semana, empieza a salir el agua. Entonces nos metemos a la ducha, tomamos el jabón y tan frenética como inconscientemente lo pasamos por el cuerpo, tratando de sacar de nuestra mente la resaca de los malos momentos del día anterior y –si los hubo- también de la noche que acaba de pasar. Cerramos las llaves rápidamente y ya estamos secándonos para vestirnos y salir de prisa para tomar una taza de té o café y vérnoslas con los semáforos, con las noticias matutinas que no son muy buenas pero que hay que escuchar, y con ello vamos enfrentando las contingencias del camino que nunca faltan, mientras defendemos el milímetro que dejó el auto de adelante y tratamos de controlar las veloces manecillas del reloj con los ojos y con el pensamiento.

     Llegamos al trabajo (a veces tarde) y comienzan -o mejor dicho continúan- las rutinas de siempre. Y si las cosas externas han cambiado algo (ellas siempre han cambiado) no importa, nuestras reacciones continúan siendo las aprendidas, las rutinarias, las de toda la vida. Sobre cada cosa que viene tratamos de tener el máximo de control, incluyendo cuanto tiene que ver con nuestra vida y por supuesto, sobre la vida misma, ¡sin siquiera notar la diferencia!

Hagamos un espacio ahora para detenernos y darnos cuenta que todo esto que parece tan bien planeado, acertado, eficiente, perfectamente bien ejecutado y que ha puesto todo en su lugar, ha dejado un hueco enorme que no lo puede llenar nada ni nadie. Veámoslo pues, a trasluz de lo que haría alguien en contacto con algo más que su mente controladora:



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Al despertar se toma unos momentos para darse cuenta que simplemente es, está. Puede sentir que allí, integrado a él está su cuerpo y lo experimenta tal y como se está sintiendo: revitalizado o aún cansado, poco relajado, o deseando dormir un poco más... Recuerda si pasó frío en la noche -o calor. Se da físicamente cuenta si la compañía (si la hubo), fue -o no- grata. Puede recordar algo del sueño o los sueños que vinieron y se da cuenta que estos le conectan y le descubren algo importante de, para, su vida. Al acompañar cómo se siente esto físicamente ha permitido que sea su cuerpo el que le indique que está bien dejar la cama con un invitador: “¡Vamos, ahora!”, como comenzando una excitante aventura. Todo esto lo identifica como el mismísimo discurrir vital, como algo que no estaba unos instantes antes. Es algo nuevo, diferente a lo día de ayer, a otros días, a todos los días anteriores, es actual, es real. Es estarse experimentando vivo.

Ya en el baño se ha quedado unos instantes ante el espejo, descubriendo que detrás de sus ojos hay alguien que está allí, sintiendo. Aprecia su semblante, ¿hay alegría, bienestar?, o cansancio, tensión, inseguridad, temor, desazón… Sin rechazar nada, simplemente lo siente. Ahora se permite sentir su cuerpo al desnudarse, experimenta la sensación de los pies en el piso. Si es como de mi edad se da cuenta cómo se siente estar envejeciendo al tiempo que aprecia la sensación física de la vida pasando por su cuerpo. Al sentir algo de esto, ha podido decirse viendo su imagen: “Hola, vamos a estar juntos hoy”, hablando con su cuerpo. Al escuchar el agua se ha sentido atraído, invitado a entrar, a hacerse uno con ella. Se da cuenta cómo su cuerpo la siente, caliente, fría, -como está-, y le pide que también ella entre en contacto con él. Hay una sensación como de sintonía entre el líquido del exterior y los fluidos interiores; es como si a través de su piel se saludaran, se conectara lo interior con lo exterior. Entonces viene un como suspiro que, desde adentro, le dice que básicamente todo está bien. Puede darse cuenta de que su cuerpo es más, mucho más que la maquinaria fisiológica que le han dicho o que quizá ha estudiado; de hecho, siente admiración, veneración por él, como que es el medio desde donde experiencia no solamente la vida, sino el estar viviendo. Y esto lo hace sentir muy bien.

Paradójicamente, al percibir eso va cobrando más y más conciencia de lo de afuera: un claxon que suena, la luz que ha aumentado de intensidad…; así que no nos admira que tenga que abrir la ventana para sentir el exterior y dejar entrar unos rayos de sol que le iluminan y acarician el rostro. Allí está a la vista el cielo, las nubes, la luz a penas emergiendo o ya resplandeciendo. Y dentro, al dejar que el sol traspase sus párpados, experimenta esos tonos en sucesión ininterrumpida del amarillo intenso al naranja, al rojo oscuro y al violeta. Es ciertamente un paisaje tan espléndido como el de afuera. Pasa un pájaro piando y se siente, desde dentro, tan libre como él. La realidad exterior como la interior, son sentidas como una sola y única Realidad. Viene un cierto estremecimiento interior; se siente bien estar, permanecer, sentir, como una maravillosa continuidad, ser uno con-en esa Totalidad.

     Se ha permitido, desde dentro de su cuerpo, darle una presencia cálida y aceptante a la realidad interior y a la exterior, pero no quedándose fuera, sino dejándose ir en ellas. Han pasado sólo unos segundos pero su tiempo interior se ha dilatado de la misma manera que lo han hecho sus espacios interiores. Siente bien ser quien es y desde allí le da un sí a lo que ese día va a venir. Sale del baño, limpio, con una actitud de apertura y con una sensación física de gratitud hacia la vida. Desde allí comienza su día. Todo le habla, todo se conecta en su interior, todo resuena dentro. Las ocupaciones, los negocios, las actividades profesionales, los proyectos, los problemas, la actividad física, cada relación, cada encuentro, todo es nuevo; todo lo experimenta estando dentro de un proceso más grande que le comparte sus significados, un nuevo sentido, una dirección, y un propósito que se sienten muy bien y que lo conectan y le permiten formar parte de ese todo mayor. Nada lo confunde, nadie lo domina ni lo puede sustituir. El dar valor a todas las cosas y, recibirlas una a una con afecto, lo hace sencillamente inexpugnable.

    Entonces, desde sus entrañas, podrá dejar: “que lo que fue haya sido, que lo que es sea y que lo que ha de venir venga”, porque se ha puesto en manos de un poder interior más grande que opera dentro de él mismo, sobre el que no tiene en absoluto ningún control, al que no tiene necesidad alguna de controlar y del que confiadamente se deja guiar y conducir.

   ¿Proceso? (E. T. Gendlin), ¿Salud? (OMS), ¿Madurez? (S. Freud), ¿Desarrollo? (P. A. Campbell), ¿Individuación? (C. G. Jung), ¿Convertirse en persona? (C. R. Rogers), ¿Autoactualización? (A. Maslow), ¿Despertar espiritual? (Buda), ¿Vida en el Espíritu? (San Pablo), ¿Plenitud/Santidad? (E. M. McMahon.) ¿El Reino? (Jesús de Nazaret)…

Llámale como tú quieras, pero… experiméntalo.


                                                                                        Juan B. Prado Flores

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