PROCESANDO EL DOLOR
Dr. Juan B. Prado Flores[1]
“No tenemos que preguntarnos si un
síntoma es físico o psicológico.
Toda experiencia humana entraña
ambos”
Eugene T. Gendlin[2]
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¿Puede nuestro dolor
físico-emocional estar tratando de enseñarnos algo importante acerca de
nosotros mismos que no podríamos aprehender de ninguna otra forma?
¿Puede el dolor introducirnos
a una dimensión desconocida, agraciada?
¿Es posible honrar, sostener,
escuchar el dolor y permitirle decirnos lo que nos tiene que decir?
Estas y otras muchas preguntas
así como tus propias respuestas, pueden serte reveladas si aprendes a atender
tu quebranto.
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Me despierta en la madrugada
un dolor en el vientre. Parece un simple retorcijón. Espero que -como otras
veces que he tenido leves dispepsias nocturnas- desaparezca. Al ir en aumento
me doy cuenta que en realidad esto no me había pasado nunca antes en mis más de
50 años de vida.
Me pregunto si será efecto de
lo que cené, pero, ¿por qué, si otras veces he cenado más?... Ahora el dolor es
más intenso y, como un continuo calambre. Luego pienso que lo que me hizo
realmente daño fue lo que comí, pero el dolor no responde a mi interrogatorio
médico ni a mis intentos semiológicos, pues sigue aumentando de intensidad.
Decido levantarme y me dirijo
al baño, por si fuera necesario...
Empiezo a sentir miedo,
entonces pienso: ¿A dónde va esto? ¿Qué me está pasando? Me digo: ¿no se
tratará de un síndrome abdominal agudo…? Siguen las preguntas y las
elucubraciones, pero no hay respuestas. Esto me angustia. No sé qué hacer.
Estoy sudando frío, con la respiración agitada, entrecortada; el abdomen
contraído y todos los músculos en tensión.
En eso viene esta palabra
retadora: “¿Por qué no hablas con tu dolor? Eso le dices a todo mundo que haga,
¿no?” Enseguida viene como ‘respuesta’: “¡Esto no es para hablar con...!, ¡es
para hacer algo!, inyectarte un analgésico-antiespasmódico, hablarle al
cirujano, ¡ir al hospital...!” Como interrumpiendo esto, me encuentro
diciéndole pausadamente al dolor desde algún espacio interior:
“Tienes a tu disposición todo
mi cuerpo para que te expreses en él como tú quieras”.
Diciéndolo viene algo como una
convulsión interior; como si yo mismo hubiera decidido mi fin. Y junto con ello
siento cierta admiración y emoción de haber podido hacer y decir lo que hice,
lo que le dije al dolor.
Entonces vienen, una tras otra,
unas palabras que integran un mensaje que de alguna manera aclara las cosas
interiores que estoy sintiendo: “fragilidad”... “vulnerabilidad”...
“impotencia…” Cotejo estas expresiones simbólicas con la intensa sensación
dolorosa y el pánico que para entonces estoy sintiendo, y viene la certidumbre
de que expresan con extraordinaria precisión la totalidad y la tonalidad de esa
experiencia (a quienes conocen el Enfoque (Focusing) no les tengo que decir que
con todo y la gravedad que un símbolo así expresa, el mensaje en sí mismo ¡se
siente bien!). Al quedarme ‘resonando’ estas palabras con la sensación-sentida,
viene, en cosa de instantes, lo impensable:
Es la imagen de un como tonel
semitransparente que deja ver el nivel del líquido que contiene mientras éste
baja lentamente, como estando siendo drenado. Al haber descendido el nivel del
líquido el tercio superior, me doy cuenta que lo mismo está sucediendo en mi
cuerpo, notando que el dolor, la angustia, el miedo, la incertidumbre y cuanto
ha estado ahí, va desapareciendo de arriba hacia abajo dejándome la inequívoca
sensación de que ahora, esos territorios han sido liberados. Asombrado, atónito
ante lo que estoy viviendo, al llegar esa sensación liberadora a mis pies,
puedo apreciar que ya tampoco ha quedado líquido en el barril.
Permanezco allí sentado,
todavía sin poder creer lo que ha estado sucediendo dentro de mí. “Mañana
pensaré que fue una pesadilla”, me digo. “Pero ha sido algo real”, me respondo
pellizcándome tiernamente el brazo para, con humor, "corroborarlo"
-yo mismo. Me quedo experimentando el inesperado y sorprendente cambio físico,
mientras sigo constatando (mitad desconcertado, mitad admirado, mitad
emocionado, mitad agradecido) que he estado despierto todo ese tiempo sin
tiempo. Mi dolor, junto con el proceso del Enfoque Bio-espiritual me ha llevado
a otra dimensión, a una experiencia que va más allá de toda compresión lógica,
lineal. Estando allí absolutamente libre de toda angustia, me pregunto “¿qué
estoy haciendo aquí?”
Me levanto y al caminar de
nuevo, ya sin dolor, ¡vuelvo a dudar! Todavía me digo: “por la mañana no me voy
a poder despertar temprano de lo fatigado que quedé”, pero algo me dice que he
recibido un gran regalo: Una, quizá dos horas de dolor me ha hecho saberme,
reconocer en mí algo frágil, vulnerable, impotente no sólo para resolver la
situación sino como un atisbo de la revelación de mi más profunda realidad. Y
el don maravilloso es que ¡la vulnerabilidad ha sido convertida en fuerza, en
poder, en un bienestar, en un estado de plenitud difícil de describir! Me meto
a la cama y me acurruco como un bebé, sintiéndome confortablemente sostenido
desde dentro por un poder dentro de mí sobre el que no tengo control alguno.
Con esta sensación me quedo apaciblemente dormido experimentando el Don de la
vida y el estar viviendo como un maravilloso regalo.
Por la mañana me levanto con
un ánimo que no había sentido antes y con la convicción creciente de estar y
seguir siendo sostenido a cada momento por algo dentro de mí que es la Vida
misma. En ese momento pude decir: “Bendito dolor que me ha revelado algo acerca
de lo que la vida es”, y que no habría podido recibir de ninguna otra manera. Y
lo que me permitió hacerlo fue el haberlo tomado en cuenta, el haberlo
atendido, sostenido, dándole una calidad de presencia que nunca antes había
pensado ser capaz de ofrecerle ¡a mi propio cuerpo! Había dejado estar allí a
mi dolor, sin huir de él, sin tratar de dominarlo, de eliminarlo; tampoco de
sustituirlo por algo mejor, o de negarlo, sino abriéndole y ofreciéndole un
espacio en mi cuerpo donde él pudiera “vivir”.
Mi agradecimiento es inmenso
hacia quien descubrió este maravilloso proceso (el Dr. E. T. Gendlin), hacia
quienes lo llevaron al terreno de la Bio-espiritualidad y me lo enseñaron (Drs.
Edwin M. McMahon, y Peter A. Campbell, al Centro de Recuperación Emocional y
Espiritual A. C.) y hacia ese lugar (mi cuerpo) que tiene los recursos para
llevar a cabo este proceso liberador. Una sola palabra lo dijo entonces mejor y
lo ha seguido diciendo con un agradecimiento que crece y crece cada vez que
algo lo trae nuevamente a mi memoria: ¡Gracias!
Mediante estudios de
imagenología como la resonancia magnética nuclear, se evidencia que cuando uno
experimenta algún acontecimiento significativo en la vida se iluminan ciertas
áreas específicas del cerebro. Esas mismas estructuras se encienden cuando uno
regresa mediante el recuerdo a dicho suceso o acontecimiento. Esto implica el
estímulo, el desarrollo y el despliegue de la plasticidad cerebral. Cuando
además uno le ofrece a esas experiencias afecto, empatía, aceptación
incondicional, entonces nuestra masa cerebral entera responde globalmente
evidenciando que el acontecimiento ha inducido la máxima capacidad de
reorganización del cuerpo total. Al traer afecto a donde llevamos
fisiológicamente sentidos esos acontecimientos la plasticidad cerebral crea más
dendritas, más conexiones interneuronales y aún, más neuronas y nuevos
circuitos cerebrales que son la base biológica para poder experimentarnos no ya
como quienes controlamos nuestra vida, sino a la vida misma fluyendo desde
dentro de nosotros. ¡Somos responsables de los mensajes que le enviamos a
nuestro cerebro!
[1] Médico pediatra
neonatólogo. Exjefe del servicio de Cuidados Intermedios Neonatales del
Hospital de Gineco-Obstetricia No. 4 del IMSS, México, D. F. Miembro del
Institute for Bio-Spiritual Research, http://www.biospiritual.org, Miembro y Professional Associate de: The
Focusing Institute http://www.focusing.org/, Miembro de la
Asociación Mexicana de Psiconeuroinmunoendocrinología (AMPNIE, A. C.). Profesor
de Focusing del Centro Cultural Ítaca http://www.desarrollohumanoitaca.com/ , Profesor de
Enfoque Bio-Espiritual de CREE, A. C., http://www.creeac.com.mx/ . Dirección Electrónica: jubpr@yahoo.com
[2] Gendlin ET. Focusing en psicoterapia. El trabajo
corporal; una energía nueva y liberadora. Ed. Paidós. España. 1999. P. 262.