miércoles, 8 de junio de 2011


LA MEDICINA MODERNA CONFRONTADA POR UN NUEVO PARADIGMA


 http://focusingexperiencial.blogspot.com/2006/12/la-medicina-moderna-ante-un-nuevo.html
(Actualmente en los Estados Unidos, una de cada dos personas enfermas, acuden a medicinas alternativas. Ellas están buscando y esperando recibir más que lo que la medicina moderna es capaz de darles. Lo aquí expuesto va aún más allá de lo que la medicina altenativa puede ofrecer)

Juan B. Prado Flores*

De médico, poeta y loco,

todos tenemos un poco.

A veces vale la pena detenerse en ciertos aforismos o dichos populares ya que pueden mostrarnos aspectos especialmente relevantes de la realidad. Éste, que puede parecer sólo una ocurrencia con rima, para mí apenas roza una gran verdad, la cual tiene que ver tanto con todos los seres humanos en su conjunto como con cada uno en particular, por lo que conviene invertir un poco de tiempo leyendo, pero también sintiendo, lo que es sin duda una muy buena noticia para todos.


La teoría base de la Medicina Moderna

 La Medicina Moderna se fundamenta en el conocimiento científico-racional de la Enfermedad, basado en la teoría de que:

 a) toda enfermedad tiene como origen un desajuste o LESIÓN sea a nivel iónico, molecular, celular, tisular, orgánico, sistémico o multisistémico,

     b) toda lesión tiene una CAUSA, ya de orden físico-ambiental, genético, metabólico, bioquímico, endocrino, inmunológico, neoplásico, tóxico, infeccioso, etcétera, y que
      c) cada proceso nosológico (enfermedad) requiere de un tratamiento ETIOLÓGICO.

 La formación, capacitación y adiestramiento del médico, desde sus primeros años de estudios hasta su graduación y luego como especialista, consiste en CONOCER la lesión en cuanto a su origen, causas, ubicación, extensión, evolución, gravedad, complicaciones, secuelas, tratamiento, pronóstico y rehabilitación, tanto en el ámbito individual como en el colectivo. De allí surgen las áreas médicas de Asistencia, Prevención, Enseñanza e Investigación.

     Bajo este paradigma, el médico estudia al enfermo, diagnostica su enfermedad y le instituye el tratamiento mientras que el ‘paciente’ tradicionalmente ha sido el objeto en quien recae la acción del profesional, ante cuya autoridad incuestionable el enfermo generalmente responde con un: “Está bien”, “Aja”, “…sí doctor”. La sabiduría del médico es pues, la piedra angular en la que se asienta la Medicina Moderna, de lo que se desprende que el enfermo sea generalmente tomado como un sistema desajustado que hay que arreglar mediante el ejercicio de una práctica médica ética y una relación médico-paciente enmarcada en una filosofía humanista. Eso podemos representarlo en la siguiente ecuación: a mayor sabiduría del médico, mayor su autoridad ante el enfermo.

Habiendo dependido de tal modelo (o quizá debido a él), el médico ha asumido que teniendo cubierto este marco teórico, podrá curar al enfermo y que lo hará con tal de que el paciente mantenga la necesaria ‘adherencia’ al tratamiento prescrito, lo que frecuente y afortunadamente, sucede.
 Este paradigma enmarca bastante satisfactoriamente el aspecto físico de la enfermedad, sin embargo, en la actualidad se estima que el 80-90% de nuestros problemas de salud se encuentran en el área de lo psicológico o psicosomático; algunos creen que el 100% (C. Myss, 1999). Al añadir la dimensión psico-emocional al modelo lesión-enfermedad/enfermedad-lesión, el médico formado y entrenado intelectual, filosófica y prácticamente en él, se encuentra en un terreno en el que al no poder poner al microscopio, en el tubo de ensayo, en un monitor ni en una placa de imagenología la dimensión humana integral, llega a sentirse por decir lo menos, incómodo, ya que en la práctica del paradigma actual ha quedado fuera la realidad bio-psico-espiritual del enfermo. Esta dimensión es muy difícil de asumir por el profesional, pues si la añade, con todas las implicaciones que esto conlleva, desajustaría todo el sistema teórico asumido como verdadero.
 Una formulación sabia y contundente de esta situación la encontramos en E. T. Gendlin quien lo pone en estas palabras: “…no tenemos que preguntarnos si un síntoma es físico o psicológico. Toda experiencia humana entraña ambos”.

La variable ausente

 No es raro pues, que muchos enfermos hayan consultado a médicos de connotado prestigio profesional, quienes han llegado a diagnósticos y ofrecido tratamientos sobre la base de tan venerable teoría sin haber, aquellos, recibido ningún beneficio patente, menos, recobrado la salud. Entonces, el angustioso cuestionamiento del enfermo no es tanto si el médico sabe lo que le está pasando, sino si hay alguien que realmente le pueda ayudar a atender su dolencia y a saber qué hacer con lo que está sintiendo y con lo que le está enfermando (esto puede suceder también cuando el enfermo es el propio médico).

 Ante esta situación -insoluble para el actual paradigma científico-filosófico de la medicina moderna- deberíamos buscar, de acuerdo con Albert Einstein una variable más, puesto que aun cuando muchas veces logramos evidenciar e integrar todos los aspectos teóricos, ¡no tenemos absoluta garantía de éxito en el tratamiento!

Al preguntarnos cuál es esa variable que le falta a la teoría en cuestión para abarcar la totalidad del fenómeno “enfermedad”, la respuesta es que empezamos a ver que NO hemos tomado en cuenta lo que el cuerpo enfermo sabe respecto a su afección: cómo la carga, qué le significa, y más importante aún, lo que está implícito en nuestro padecer y que el cuerpo quiere revelar; pero no exclusivamente como fuente de información para el médico (antes de haber médicos, brujos y chamanes, el cuerpo a través de su capacidad de experimentarse a sí mismo viviendo nuestras situaciones, dolorosas o no, ha estado tratando de contactarnos con el siguiente paso hacia la resolución de nuestros asuntos vitales, entre ellos nuestra salud ), sino como el centro mismo, el meollo de lo que al paciente le significa sentirse enfermo y de donde, hoy sabemos, proviene el proceso hacia la salud integral, sea que se vaya a sanar o que se vaya a morir, lo cual invariable y seguramente, sucederá.

Así que la paradigmática teoría ‘lesional’, ha dejado fuera la más esencial de las variables: lo que el cuerpo del propio enfermo CONOCE de su ‘enfermedad’ y lo que también el propio cuerpo es capaz de hacer para acceder a un estado de salud más abarcador que lo solamente físico y que seguramente hará si se les permite actuar a los procesos de regulación que, desde las instancias intracelulares, son capaces de dar lugar a la producción de proteínas que organicen un nuevo sustrato bioquímico para patrones, sentimientos, aprendizajes y conductas más saludables. Es más, ni se nos había ocurrido (en parte porque queda excluido del modelo teórico clásico de enfermedad) que el cuerpo del enfermo conoce, en cierto sentido mucho mejor que el médico, el origen, estado y eventual resolución de sus problemas de salud, como tampoco que el mismo médico puede, y debe, como imperativo fundamental de su ética médica, ayudar al paciente a descubrir, liberar, y fortalecer las instancias curativas que el cuerpo en sí mismo, aun enfermo, posee. Y esto porque desconocíamos la manera como el organismo pone en marcha todo su potencial hacia la salud y el desarrollo.

Esta crítica situación se halla actualmente en vías de ser superada. Trataremos ahora de traer brevemente a este espacio la investigación y los frutos de la misma que están ya dando origen a una revolución en los campos de la epistemología mediante el experienciar, redundando todo ello en la salud y la integración humanas.


La sabiduría del “cuerpo total”

Pero, ¿qué el cuerpo humano no es más que una maquinaria fisiológica semejante a un casi perfecto robot (Guyton)?, o, ¿qué podría saber el cuerpo del paciente acerca de su enfermedad que pudiera tener su propio lugar e importancia en la terapéutica y que no sepa de antemano su sabio médico tratante?

Las respuestas provienen de los descubrimientos hechos en el sentido de que el cuerpo -como la mente-, tiene su propia manera de conocer, y según la investigación y la ya amplia información disponible, un conocimiento mucho más sabio que el de ella.

El cuerpo no sólo sabe cómo crecer y desarrollarse, cómo cicatrizar una herida, cómo enfrentar infecciones, cómo eliminar los productos tóxicos terminales del metabolismo, cómo mantener la homeostasis, cómo restaurar las anomalías en la replicación del ADN, cómo detectar las células afectadas y eliminarlas, cómo desactivar el estrés oxidativo, cómo generar energía y materia viva a partir de los nutrimentos, cómo enfrentar retos mediante la lucha o la huida, cómo reproducirse, cómo pensar…; él sabe (y nos lo hace saber) a la perfección cómo siente cuando le hemos bloqueado la energía de vida (aunque lo hayamos hecho inconsciente e involuntariamente), cómo siente vivirla en plenitud, y mil sofisticadísimas funciones más que estamos descubriendo y disfrutando.

Ciertamente, desde esta perspectiva holística, los “síntomas” y los ”signos” clínicos, mucho antes de ser elementos para que el médico haga su trabajo semiológico y diagnóstico, son el lenguaje con el que el cuerpo está intentando hablarnos y mantenernos conectados ¡con nosotros mismos!

A este conocimiento de/en nuestro cuerpo, legítimamente podemos llamarle SABIDURÍA. Así que, no sólo todos tenemos algo de médico; nuestro cuerpo es el mejor médico que jamás existió, pues no-sólo conoce lo que tiene que hacer para mantenernos vivos –y sanos-, sino que al unísono, simplemente y ahora mismo, ¡LO ESTÁ HACIENDO! Y todo ello sin la intervención de nuestras funciones mentales que hemos llamado ‘superiores’. Sí, el cuerpo tiene una sabiduría mucho mayor que la del razonamiento ávido de dominio y control que ha sido endiosado a partir de La Ilustración. Pero a la vista de este nuevo paradigma, ese conocimiento lineal, lógico, a lo más que puede aspirar es a beneficiarse de la sabiduría del Cuerpo total.

 Aunque hoy en día, aún muchos acuden al médico con una buena dosis de pensamiento mágico para ser curados por él, por todas partes y en todo el mundo, están surgiendo más y más individuos y comunidades en proceso de auto-actualización (Maslow), que verdaderamente ‘piensan’ (en sentido gendliniano), esto es, que cada vez están teniendo una relación más cercana, equilibrada e incluyente hacia su propio cuerpo, al que experimentan como el referente directo de integración consigo mismos y de interacción con las demás y con el Cosmos, resultando en estar teniendo acceso a esa sabiduría corporal a la que antes aludimos. Ellos saben que el sentirse enfermos no sólo tiene que ver con lo físico, sino que permiten que su “conciencia corporal” los ponga en contacto con el significado-físicamente-sentido (psico-fisiológico-afectivo-emocional-ético-filosófico-espiritual-comunitario) de su estado de salud, al experimentarse no exclusivamente como entes enfermos sino como seres vivientes y como tales, en movimiento hacia el autodesarrollo. Para ellos, estar enfermos es su “sabio cuerpo” hablándoles, comunicándoseles, conduciéndolos; y a la enfermedad no la ven como un lastre que tienen que arrastrar, sino como fuente de desarrollo hacia la plenitud.

 Ahora todos los seres humanos podemos experimentar desde nuestro médico interior, un significado más esperanzador de la milenaria y aguda sentencia: “Médico, cúrate a ti mismo.” Lo paradójico es que estos asombrosos descubrimientos que estamos por comentar, hayan sido hechos al margen de la medicina oficial.


El acceso a la sabiduría del cuerpo

      Pero, ¿cómo podemos tener acceso a la sabiduría de ese Médico interior que es nuestro propio cuerpo? ¿Cómo podemos beneficiarnos de nuestras enfermedades? ¿Cómo podemos aprender a creerle al cuerpo y a su sabiduría y permitirle trabajar con toda su capacidad en nuestro beneficio aun desde el dolor y la enfermedad? Bueno, pues igual que todas las cosas verdaderamente importantes, trascendentes y específicamente humanas -donde no priva le ley de la oferta y la demanda-, todos podemos hacerlo accediendo a los propios recursos interiores. Tales “recursos interiores” fueron descubiertos por el Eugene T. Gendlin, Ph. D., Psy. D., en el Departamento de Ciencias de la Conducta de la Universidad de Chicago, quien, tras quince años de seria investigación científica en psicología y de aguda reflexión filosófica, logró dilucidar, jerarquizar, ordenar, integrar y finalmente enseñar, los “pasos” sucesivos que se dan en el ser humano que transita el camino de la integración, esté o no físicamente enfermo.

 Gendlin hizo sus descubrimientos en personas que de alguna manera -llamémosle intuitiva-, contactaban esa sabiduría para la resolución de sus asuntos de creatividad, trabajo, conflictos, problemas, enfermedades, etcétera. El se dio cuenta que lo hacían desde lo que después él llamó, sensación-sentida (felt sense) del asunto en cuestión. Ellas estaban en contacto con el ‘significado-sentido’ de sus asuntos inconclusos, esto es, con cómo llevaba su cuerpo, de una manera física, cada uno de sus asuntos vitales, lo cual es imposible para la mente divorciada del cuerpo. Así que la resolución de los asuntos existenciales, incluidos los de salud, vienen al unísono con nuestro desarrollo e integración. Y lo más asombroso es que el inicio de tal proceso parte del registro fisiológico de cada asunto como es llevado en el cuerpo.


El nuevo paradigma

 Ahora sabemos por propia experiencia que la salud holística (física, mental, emocional, social, espiritual) no viene de afuera ni la da nadie. Ella surge gratuitamente cuando animamos a la persona a mantenerse en contacto con la verdad de sí misma. Esto, -que hemos experimentado los seres humanos a lo largo de nuestra vida de manera tal vez ocasional- ahora lo podemos desarrollar con bases científicas y tecnológicas (entendida la tecnología como investigación aplicada), resultado de los descubrimientos de Gendlin, los que le han valido los más altos reconocimientos de las tres Divisiones de la muy prestigiada APA (American Psychological Association), tanto de la División Clínica y la División Psico-Filosófica, como de la División Humanística, y a escala mundial.

Para mí, este es el descubrimiento científico más grande a lo largo de toda la historia. Acontecimiento que según modelos matemáticos, está ya repercutiendo positivamente en la vida de un millón de personas –incluyendo niños- en diferentes áreas de la cultura y del quehacer humano: la psicoterapia, la filosofía, la pedagogía, la ética, las ciencias sociales, la medicina, la política, la religión, la ecología, las artes, la espiritualidad, la vida corriente…, generando un desarrollo de la conciencia humana sin parangón en la historia del Mundo. Una “revolución silenciosa” de trascendencia tal, que los avances tecnológicos en las comunicaciones, la informática, la genética, que ahora nos deslumbran, resultarán en lo sucesivo y comparativamente, más juiciosamente ubicados en el contexto global del conocimiento y la plenitud humanas.


La sabiduría organísmica y la Medicina

 Por supuesto que tiene su lugar para el estudiante de Medicina y para el profesional estar profundamente comprometidos con el conocimiento de la anatomía, la fisiología, la bioquímica, la patología y las disciplinas afines mediante el estudio y el adiestramiento clínico-hospitalario (materias y aprendizajes que hechos experiencia bajo ésta más holística perspectiva, resultan una tarea llena de emoción, excitación y aventura), pero no sólo para entender dónde y cómo se dan los fenómenos vitales ‘normales’ y los ‘alterados’ en el cuerpo, sino también y ante todo, para aprender a guiar científicamente al enfermo -y al sano también-, ayudándole a fortalecer y a liberar los recursos aprendidos y adoptados por el cuerpo desde hace millones de años, para mantener, sostener y experimentar la vida en plenitud, lo cual incluye pasar de una simple relación médico-paciente (para algunos actualmente en el peor momento de su historia) a una mutua interacción, lo que incluye llegar a la esencia de lo que ha querido enseñar el Humanismo en la Medicina y lo que la Bioética Médica ambiciona.

Después de las extraordinarias contribuciones de Gendlin y con base en ellas, el paradigma lesión-enfermedad, enfermedad-lesión (y muchísimos otros en las diferentes áreas del Conocimiento y de la cultura), están siendo retados en sus limitaciones, esperando que les sean incorporados estos descubrimientos, avalados ya también por la Psicobiología y la Neuro-inmuno-endocrinología. Si queremos transitar de una Medicina masificada a una Medicina Personalizada ya contamos con la tecnología corporal y con la técnica-proceso que puede hacerlo.

Hay quien piensa que este cambio paradigmático se llevará unos 300 años, ya que además de que cada uno necesita tener la intransferible experiencia de cómo opera este proceso, por ahora es una aportación difícil de aceptar en el campo específico en el que cada individuo, cada comunidad y la sociedad entera ha absorbido lo que el racionalismo todopoderoso le ha dicho acerca de la Realidad, pues resulta inquietante aceptar que el conocimiento racional –soberbiamente autosuficiente y excluyente de la sabiduría corporal-, haya estado, por siglos, equivocado. Lo importante es que ya estamos siendo testigos –y actores - de que de este paradigma está surgiendo una nueva humanidad, no estructurada ya sobre los desgarradores patrones de dominio del pasado, sino al contactar cada uno su propia fuente de sabiduría interior, de la que viene la dirección hacia el desarrollo, la integración y la comunión con el Todo.

Al experimentar tal proceso desde la enfermedad (aun muriendo ), el dolor, el quebranto, la inquietud científica, el reto intelectual, la creación estética, la aventura de la auto actualización y cuanto sea existencialmente real, y no adoptando respuestas ajenas, preformadas y tenidas por verdades sin ser cotejadas con nuestra Corporeidad, podremos descubrir, junto con cuantos viven sumergidos en esta sabiduría corporal, que dentro de ese Caos en el que nos encontramos como individuos, como sociedad, como humanidad y como Mundo, se está gestando una “Conciencia Unitaria” (L. L. Whyte) que experimentada como esperanza, nos está permitiendo vivir y construir un mundo más humano, más integrado, más genuinamente Global.

Sí, de médico tenemos todos los seres humanos mucho más de lo que cabría sospechar. De poeta, de loco y de otras cosas, quizá más que sólo un poco, pero eso es…otra historia.



*Médico pediatra perinatólogo. Exjefe del servicio de Cuidados Intermedios Neonatales del Hospital de Gineco-Obstetricia No. 4 del IMSS, México, D. F. Miembro del Institute for Bio-Spiritual Research, http://www.biospiritual.org. Miembro y Professional Associate de: The Focusing Institute http://www.focusing.org/. Miembro de la Asociación Mexicana de Psiconeuroinmunoendocrinología (AMPNIE, A. C.). Profesor de Focusing del Centro Cultural Ítaca http://www.desarrollohumanoitaca.com/, Profesor de Enfoque Bio-Espiritual de CREE, A. C., http://www.creeac.com.mx/

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