domingo, 19 de junio de 2011

EXPERIENCIAS DE EB-E

                       Relatos de experiencias de Enfoque

Queridos amigos que vienen a mi blog:

Les pongo aquí algunas historias de enfoque que me han enviado y permitido compartir con los demás. Por supuesto que también ustedes las pueden, si gustan, compartir con otras personas.
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Doctor Prado:
Primero que nada, muchas gracias por compartirme su artículo tan enriquecedor y CIERTO (así lo siento). Mi comentario sería más bien un testimonio.
Desde hace cinco meses estoy embarazada nuevamente!!!, cuando mi ser no aceptaba este hecho como lo que es. DAR VIDA, tener vida, regalar vida y RECIBIR VIDA, mi cuerpo, creo yo, rechazaba fuertemente al bebé (tuve amenaza de aborto y estuve en cama dos meses). Sin embargo, comencé a estar conmigo misma, en lugar de estar en contra de mí:
En primer lugar creo que estaba en contra de mí porque no podía seguir siendo leal a mi Madre (ella más que ser una ama de casa, fue una persona muy trabajadora y tuvo su propio kinder… fue su manera de darme vida y bienestar). Hasta los primeros meses de mi embarazo, yo estaba siguiendo su vida tal cual; estaba trabajando en un kinder y allí mismo tenía a Isaac… creía que era más importante dar calidad que cantidad de tiempo a mi hijo.
Cuando me enteré de mi embarazo, poco antes, tenía el deseo de estar en la casa y ejercer la gran profesión de ser AMA de CASA, generalmente menospreciada por muchos esa “profesión”. Mensajes en mi entorno me hacían desear ser esto, pero mi lealtad a mi madre no me lo permitía ¿cómo iba a ser lo que mi madre no pudo ser?
Ocurrió que después de la enfermedad o el malestar, tuve que estar conmigo misma y entender/aceptar mis deseos y los que me daba la vida (Dios). Casualmente yo había pedido a Dios (mi Padre Celestial) que me diera la oportunidad de tener este trabajo si era lo correcto, para desarrollarme y apoyar a mi esposo, pero en el fondo, estaba buscando lujos…
Tuve el trabajo el tiempo sabio y necesario para poder ayudarle a Miguel a adquirir nuestra casa. Una vez adquirida, tuve sangrados fuertes que ponían en riesgo al bebé de mi vientre… Mi cuerpo y la vida misma me habló en claves que he sabido entender! Pues debido a los sangrados tuve que dejar el trabajo.

Dos meses de reposo, fueron dos meses de pelea dentro de mí y hasta de rechazo al nuevo bebé… después estuve conmigo misma y me recuperé… escuché mi propio deseo y no el de mi madre, supe que era mi vida y no la de mi madre, que honro, pero somos vidas distintas. Escuché el deseo de la vida, el de Dios, y que el mundo deseoso de riquezas evitaría, pero que yo amo como nunca lo llegué a imaginar… escuché el deseo de ser ama de casa y madre de tiempo completo. Ese al que tanto me mostraba renuente, ese al que muchos menosprecian, pero que ahora me encanta y amo… caí en cuenta que solamente AMANDO nuestra vida, lo que somos y lo que hacemos, estamos en armonía con nosotros, los demás y con la vida.
Doctor; es sorprendente cómo en esos dos meses críticos mi sexualidad y mi ser se bloqueó y después de estar conmigo misma, pude estar con Dios, y con los demás… me casé espiritualmente con mi vida, con los míos y con Dios. Ahora mi vida fluye y sí, como en su artículo, la experiencia orgásmica viene como resultado de experimentar la plenitud y el éxtasis de la comunión humana. Ahora me siento en comunión humana, y todavía me falta un largo camino más.
En resumen, cuando traemos luchas internas, nos bloqueamos y bloqueamos nuestra salud, nuestra sexualidad y nuestra individualidad, pero cuando entendemos y aceptamos nuestros sentimientos fluye la vida dentro de nosotros mismos.
P.D. Saludos y espero que se encuentre en la plenitud de su ser!
Maricarmen Bazan

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Hola, soy Lisette, esposa de Juan y les quiero compartir un enfoque que fue muy importante en mi proceso personal:
Acompaño una sensación terrible: vacío, negro, frío, en el pecho y estomago. Viene un recuerdo de un sueño que se me repite desde que era una niña: estoy hundiéndome en un pozo interminable lleno de agua, no hay salida posible. Sé que solo me queda dejarme ir, soltarme y hundirme cada vez más.
Juan, (que me está acompañando) me dice que vea la manera de salirme de allí para poder acompañar la sensación. Esto me sorprende. Qué no se trata de acompañar la sensación sentida tal y como está? Como habíamos discutido anteriormente, pensé que el estaba tan enojado que me está dando mal la indicación, pero algo me dice que confíe…
Me veo arriba, a un lado del pozo, todo está negro y desolado, a lo lejos veo un campo con luz, y hasta con flores amarillas. Siento que tengo que ir hacia allá pero está muy lejos y soy una niña pequeña. Juan me dice que puedo acompañar, como adulto a esa niña pequeña. Al hacerlo, siento que ése camino es mi vida, ya vivida pero que tengo que recorrerla de nuevo???!!! Como para “rellenar” lo que estuvo mal??!!
¿Se puede volver a vivir lo vivido y crecer allí donde hubo estancamiento??? Siento que si, aunque no lo comprendo. Acompaño esto. Viene una conciencia de que la sensación terrible de hueco y negro ya no está!!
¡Qué alivio!! Siento necesidad de agradecer, ¡siento una cercanía con Juan increíble! ¡Solo hace un rato la situación era de enojo y lejanía entre nosotros! Viene después del enfoque un momento de compartirle todo lo que ha pasado. Vienen momentos de cercanía e intimidad muy intensos. Una sensación de “nuevo comienzo” como
de plenitud, como después de haber dado luz a cada uno de mis hijos. ¿Es esto nacer de nuevo??
Al día siguiente estoy como ida. ¿Qué ha pasado? Fue tan intenso que todavía no puedo digerirlo. Me llevará tiempo. ¿Será que empiezo a recorrer el camino de mi vida de nuevo???!!!
Quiero compartirles que yo pinto, y después de esa experiencia pinté un cuadro que representa ése enfoque para tenerlo presente cada vez que lo veo.
Creo que mi vida ha cambiado y voy caminando, a veces adelante y a veces, recorriendo el mismo camino de antes pero nunca igual.
Gracias y un saludo a todos,

Lisette.

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Diciembre 2007
Una Sesión Transformadora

Como Ann Weiser C. sugiere que empiece a escribir cómo me siento AHORA con la experiencia de Focusing que tuve en Morelia, ¡así lo haré!
Todavía me siento gozosa, como con una alegría por la vida, una energía positiva, una felicidad interna muy fuerte.
Sucedió así:
Desperté en Morelia con un intenso dolor de cabeza; el ya conocido que viene desde el cuello y la nuca hacia la cabeza y que sé que por más que haga, o por más analgésicos que tome, ya no se va a quitar hasta dentro de dos o tres días.
Me sentí enojada, pensando que ya se había echado a perder todo el día: los paseos, las convivencias en familia que tanto me gustan, etcétera.
Me metí a bañar y al salir saludé a Lupita. Y cuando me preguntó cómo estaba le dije lo que sentía. Me cogí la nuca, del lado izquierdo, justo donde el dolor se sentía más intenso y al estarle contando y tocándome allí, comencé a llorar fuerte. Ella me abrazó y al entrar a “la mazmorra” conmigo percibió que era el momento indicado…
Empezó como a masajearme allí, y me preguntó si se sentía bien eso. Le dije que no, que me dolía mucho, a lo cual me preguntó si sería bueno dejarlo de hacer. Le respondí que no, que siguiera así. De algún modo sentí (con todo y que me dolía intensamente) que había algo justo allí. Me senté en la cama, ella por detrás masajeaba esa zona. Entonces comenzó preguntándome cómo se sentía ese lugar. Yo había estado leyendo “El Poder del Focusing”. Primero lo saludé: “Hola” le dije, ¿Cómo estás? Silencio, dolor punzadas. Después traté de ver cómo se sentía de ponerle nombre. Pronto vino: “Es como una mano de hierro”. Algo me preguntó Lupita que no recuerdo pero me ayudó a ver “qué más” de esa mano.
Vino: “Esa mano me agarra, me aprieta por detrás y me empuja. Me empuja y me obliga a hacer cosas… cosas que me desagradan o que no quiero hacer”
¿Está bien estar con esto? “Sí”. Me acerco, como que no quiero. Viene el temor de días anteriores al esperar fuera de Kumon y querer acompañar la misma sensación en el cuello y la nuca. Ese temor era de no querer tener los mismos achaques de mi mamá porque “ahuyentan” a las personas queridas.
Eso vino, como que volví allí. Fue mejor acompañar ese temor que se sentía en el pecho (claramente).
Lloraba fuerte, me corrían lágrimas por el rostro. Era intenso.
Estuve un rato “sentada” junto a eso y sólo acompañando, sin hacer preguntas. Después de un rato así, de repente me dijo: “anoche con lo que hablaron de que hacer respecto a la Sra. Prado y Vico en el futuro.”
De golpe sentí: “¡Eso es!” ¡Me conecta con mi sensación de toda la vida de no saber qué hacer con respecto a mami! Desde niña, ese temor de no saber qué hacer para ayudarla, cómo solucionar cosas que por su enfermedad, estaban en mis manos (decisiones, compras, médicos, etcétera). Años de eso, hasta ahora, no saber qué hacer ahora si llamar a un médico cuando le sube la presión, cuando se deprime, si llamar o no a mis hermanas y sobrinas, si ir o no, ¿qué decirle, como ayudarla? ¿Cómo estar yo con todo eso? Le dije a Lupita: ¡Ya sé lo que es!
Ella me reflejaba. Percibí el gusto que le dio. Me preguntó si estaba bien seguir allí con eso para ver qué más venía.
¡Sí!
Al poco rato me vino una imagen: yo de niña, como de unos siete-ocho años con mi vestido de terciopelo rojo. Yo, flaquita, débil, pequeña. Se lo dije a Lupita.
Ella me dijo que si estaría bien acogerla con cariño. Le dije que ya la había sentado en mis piernas y que la estaba abrazando. Vino decirle que ya no estaba solita, que yo ya era adulta y que estaba con ella en todo esto. Vino: “Ahora hay muchas más personas”.
Eso se sintió muy bien. Como que me empecé a aflojar. Lo sentí. Lupita también lo sintió, así lo percibí. (Ella seguía masajeándome el cuello.)
Me dijo lupita: ¿Viene algún símbolo con esto?
Esperé y vino la imagen de un árbol enorme (el que había visto el día anterior en el atrio de la catedral de Morelia). Ese árbol era yo. Al estar con eso empecé a sentir cómo que algo fluía por dentro. ¿¡Pensé o sentí¡? Que era la savia circulando por mis venas (¡¿o tronco y ramas?¡), le dije a Lupita. Se sentía muy bien: fluía relajadamente como que me llenaba de vida. Ella me preguntó. Cómo se siente esto? Le dije: muy bien, fluye por mí y… ¡también me fluyen los mocos! Y ¡reímos las dos con ganas!
Me paré y la abracé. Al hacerlo y quedarme así me dí cuenta de que ¡No me dolía nada la cabeza!
Se lo dije y estábamos felices pero yo estaba ¡A S O M B R A D A!
¡Por años, nunca se me había quitado ese dolor en dos o tres días con NADA!
Todo el día me sentí feliz y como que constataba que no me dolía la cabeza y sentía dentro de mí ese “fluir” de algo. Por la noche, antes de dormir y de estar disfrutando de esa sensación vino la canción:
“Yo tengo gozo en mi alma y en mi ser. Son como ríos de agua viva en mi ser”
Me dije. Sí! Eso SIENTO. Lo siento aquí dentro. Esa sensación se ha quedado conmigo.
Algo que quiero recordar también es que cuando veníamos por la carretera de regreso al D. F., como que quiso regresar un como piquete, la sensación de la nuca. Me fui luego- luego a acompañarla y vino la imagen de la mano de hierro empujándome y apretando. Pero vino: “Yo soy un árbol grande. Puedo estirar mis ramas hacia donde yo quiera. Tú no me puedes empujar porque tengo mi raíz bien metida en la tierra y es grande. Nadie me puede mover”.
¡Fantástico!
¡No me dolió nada!
Días después pinté mi árbol. Me gusta mucho pintar y sentí la necesidad de plasmar ese símbolo como para tenerlo a la vista. Lo hice grande, con colores intensos en tonos rojo y vino. Ahora está en nuestra recámara, sobre la cama.
Cada vez que siento que me empieza la rigidez en la nuca me viene de inmediato: “La mano de hierro” y pienso: “¿Qué está sucediendo en estos momentos que me lleva a hacer algo que no quiero hacer”? gracias a esto me doy cuenta claramente y así he podido evitar comenzar a hacer cosas que me llevan a meterme en situaciones de las que ya no podía salir.
De esto hace ya seis meses y no he tenido dolor.
Vio mi árbol en las situaciones cotidianas y me ayuda a pensar: “Yo estiro mis ramas hacia donde YO quiero”.
Ha sido increíble cómo esto me ha ayudado A no entrar en ese viejo patrón que tenía de involucrarme en cosas que yo no quería hacer pero que de todos modos las hacía ¡con tal de complacer a los demás!
Así mi enfoque de diciembre sigue siendo actual cada día., en todos los incidentes cotidianos.

Lisette Lallande Almazán.
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22 de marzo de 2005
Cuando hice mi espacio interior, era grande, muy grande por la calidad y cantidad de asuntos que llevaba cargando. A todo esto había antecedido una escucha amorosa y apareció la palabra proceso en este efluvio de densidades.
Casi inmediatamente, al tocar esto en su conjunto, en su totalidad, vino un rosario de lágrimas; suaves, lentísimas y entrañables. Eran la ternura misma, la cercanía y el lenguaje de la transparencia. Como respuesta corporal, tuve la sensación de tener una luz adentro. Juan me invitó a contactar esa luz en cada una de mis células y yo sentí que era adecuado. Y lo hice... la plenitud se me dio como un inefable regalo: La luz dentro de mí. Lo grande, lo infinito, la totalidad venía hasta lo pequeño. Yo era, yo soy lo pequeño. Y me hacía grande. Y resonaron los párrafos de mi texto sobre La Luz que yo escribí hace unos meses: “Ellos dicen que aman. Cuando lo hacen, se transfiguran y por un microinstante de clarividencia, se convierten en luz”. Igual el otro. “Quizá más tarde, un primoroso haz de inédita blancura, lo incendie en un manojo de fulgores dentro de mí; yo le posea y él mire desde la luz para hacerme como él mismo, claridades”. Cuando escribí eso, no tenía la experiencia de esta instantánea experiencia, intensa, lumínica en su esplendor purísimo y de este regalo. Y ahora, me ha sido dada.
Pude generar un círculo entre el don y yo y desde mí hacia el don. ¿Quién me daba ese don? ¿A quién le era dado? El diálogo era infinito; mucho, mucho más de lo que yo pueda transcribir en palabras... ¿Motivos? La gratuidad, los polos, lo inenarrable. En un momento, percibí a Pedro en el inicio de una cascada de luces, de antorchas, del todo, de esa totalidad que se me regalaba.
Pude reconocer en qué parte de mi cuerpo se acogía cada una de esas personas y me quedé con una presencia. Y estaba en mi boca y era un mar, mar de playas y profundidades y colores verde-azules y espumas blancas y regocijo y movimiento y pulsión de vida. Fue la redención de mi sensualidad, de mi sexualidad, del erotismo, del deseo, del amor. Una partecita de ese torrente que es la Vida. Y el agradecimiento fue también en ese clima: otra contemplación.
No es inverosímil que en el camino, en el radio tocaran La Overtura 1812 que a Pedro le gustaba tanto y la escuchábamos con cierta frecuencia. Y un poco después... un encuentro en la paz, en la dicha, en el instante. Nada es inverosímil, todo es don.
En la madrugada que siguió a este enfoque, mi cuerpo me despertó, para seguir tomando conciencia de esta experiencia, seguir acogiéndola y seguir disfrutándola porque el proceso prosigue como proseguirá hasta el fin de los fines; es decir, nunca se acabará. ¡¡¡El milagro de la Vida!!!

Guadalupe Prado Flores

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Hermana mía (lupita) muy querida:
Sólo puedo agradecerte con lo mejor de mí, el que me hayas acompañado ayer a enfocar. Fue el regalo más maravilloso que he podido recibir en mucho tiempo. Ahora entiendo por qué Juan dice en estas ocasiones que esto es "la Gracia". Y doy gracias a Dios por el maravilloso regalo de mi cuerpo, porque ayer, a través de él y gracias a tu cálido y respetuoso acompañamiento, me doy cuenta de lo grandioso que hay en mí, María Elena Prado. Yo iba predispuesta a "sufrir el enfoque", me asustaban las abundantes lágrimas que de seguro iba a soltar y posponía, posponía el momento. Y puedo decir que de inmediato, tú lo viste, empecé a experimentar esas bellas sensaciones de apapacho a mi niña Maruquita (ahora así lo veo). Y los símbolos y las palabras que me venían espontáneamente y que eran las precisas para exteriorizar lo que traigo dentro, me hacen una invitación para aceptarme, sí, pero también para modificar, mejorar, retomar la relación conmigo misma y con mis hijos. En algún momento, ayer me decía: Maruquita, has perdido la mitad de tu vida, por no haber enfocado más seguido. Hoy, quiero darme la oportunidad, así que buenas noches. Le ofrecí a mi cerebro regresar con él, pero anoche ni me volví a acordar. Tal era mi beatífica paz. ¡Y sigue siendo!
Juan, hermano, te mando copia de este correo porque estoy segura que sonreirás al leerlo.
Hijos míos: también les comparto porque quiero que sepan que estoy mejor que nunca. ¡Gloria a Dios!, diría Javier.
Lupita, que Dios te bendiga mucho, mucho. Eres extraordinaria.

Maruquita…
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Hola Juan:
No sabes como me dio gusto hablar contigo. Fíjate que cuando me pediste que compartiera mi experiencia, pensé en contestarte que no podía expresar con palabras todo lo sentido pero puse mi mejor esfuerzo y ojala pueda trasmitir mi verdadero sentir y mi maravillosa experiencia y al experimentar un cambio verdadero
Saber de un mundo, el cual yo no conocía, me produjo un gran dolor que pude atender gracias al Enfoque
Todo comenzó cuando Lisette y yo nos reunimos a desayunar y me compartió que veía a Juan muy cambiado, que se le veía feliz, que habían acabado las depresiones que por tanto tiempo le habían acompañado, que él decía que cierta técnica llamada "Enfoque" le había servido y que quería compartirla, impartiendo un curso de lo que él había aprendido, retransmitirlo por él creer que era una herramienta en su vida, inigualable.
Como yo tenía una hija con síntomas de depresión, me pareció muy interesante aprender esta técnica para poder ayudar a mi hija y a mi familia.
Después de unas 2 o 3 sesiones se agravó la situación de mi hija y el doctor me dijo que había que internarla porque corría peligro su vida, ya que había pensado en intento de suicidio y que había que checar, si había algún problema a nivel cerebral y como estos estudios eran muy caros convenía internarla en el Instituto de Psiquiatría, donde investigarían más acerca de su enfermedad y le regularían el medicamento adecuado
Yo hablé con Juan y Lisette y les comenté que quizá no podría seguir asistiendo al curso porque tenía que estar al pendiente de ella, pero la verdad me estaba encantando el curso y pensé que tenía que darme un tiempo para mí. Así que sí me presenté al curso, aunque un poco mas tarde y después de la teoría Juan nos dijo que era tiempo de poner en práctica lo que estábamos aprendiendo, que si alguien quería enfocar y se dirigió a mi para ver si yo quería empezar.
Yo siempre había padecido de muchas gripas durante toda mi vida, así que al empezar a enfocar mi primera sensación sentida fue en mi nariz. Sentí un dolor intenso y al tiempo de atenderlo salió mi preocupación por mi hija internada. No podía concebir a una chica de 19 años internada en un mundo muy triste (el hospital psiquiátrico), totalmente desconocido para mí, era un dolor intenso, que al momento de atenderlo fue cambiando a un sentimiento de impotencia y al mismo tiempo de aceptación. De algo nuevo que se presentaba en mi vida y que no podía creer que me estuviera pasando. Cuando terminé de enfocar sentí una paz inexplicable, la cual me permitió atender y acompañar a mi hija que igualmente estaba aterrada y le brindé un apoyo, como también a mi familia.
Después de 4 años de batalla, el diagnóstico final fue: esquizofrenia. Una enfermedad hereditaria, degenerativa con muchos altibajos, que gracias al Enfoque he podido sobrellevar y atender lo que día a día se presente, ya que me explican que éstas pacientes no cuentan con una especie de filtro, con el que todos contamos, y que nos permite aceptar ruidos y situaciones que ellas no pueden tomar con calma y los altera y hace que no tengan casi tolerancia alguna, que vivan como en otra dimensión
Te mando un abrazo y espero haber podido trasmitir algo de mi sentir.

Rebeca Gazca
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Hola a todos,

Realmente me siento honrado en poder participar en este círculo de Enfoque Bio-Espiritual (EB-E), les participaré la siguiente experiencia personal con el EB-E.
Hace aproximadamente un año y medio me encontraba en una crisis, en aquel momento trabajaba en el gobierno y recién acababa de graduarme de una Maestría. Sucedía que mis superiores me habían prometido que una vez que obtuviera mi grado de Maestría me promoverían, pues bien, como normalmente sucede en estos casos, la dichosa promoción no llegó y me dieron las consabidas explicaciones.
Entonces, comencé a buscar trabajo y también a considerar más la cuestión de estudiar un Doctorado, investigué posibilidades de financiamiento, planes de estudio, requisitos, etcétera, mi trabajo empezó a pesarme, comencé a tener una apatía muy grande, al grado de que mi jefe notó esto y él también tomó una actitud de indiferencia. En casa, mi esposa y yo empezamos a tener más fricciones y se tradujo en que nuestra hija resintió esta situación, se comportaba más llorona, se despertaba por las noches, etcétera.
Mi jefe es muy brillante profesionalmente y era una persona muy reservada, en lo personal y laboral, entre mis compañeros se respiraba una aire de mirarnos con desconcierto, yo no sabía lo que hacía la gran mayoría de mis compañeros y muchos de ellos también desconocían lo que yo hacía, nadie tenía todo el rompecabezas (excepto, claro, nuestro jefe) cada uno trabajaba el pedazo que le correspondía, eso me hizo todavía pensar o “sentir” que la “culpa” era de mi jefe, por no saber ser líder.
Para mi fortuna, por esos días Juan (quien es el Pediatra de mi hija) le había comentado a mi esposa sobre el EB-E, también ella consideró que debíamos inscribirlos al primer curso, he de confesar que cuando entré al curso lo hice con escepticismo y además que en esos días me sentía muy deprimido que pensé que casi cualquier cosa podría servirme.
El curso resultó ser una revelación … y experimenté un cambio sentido. A partir de unas semanas mi persona comenzó a gestar un cambio, me sentí realmente mal conmigo, con mis compañeros y con mi jefe, así que un buen día decidí hablar con mi jefe.
Al entrar a su oficina le pedí que si tenía un par de minutos para mí, a lo cual accedió, en primer lugar le pedí una disculpa, le dije que realmente me “sentía” mal (el pecho lo sentía oprimido), tenía vergüenza y que a partir de ese momento podía contar conmigo totalmente, él claro, aceptó esto. A continuación le dije, ahora tengo que comentarte algunas cosas que yo “siento” de tu persona, ¿me permites que te las diga?, a lo cual el respiró hondo y se reclinó en su asiento, se me quedó viendo fijamente y después de un rato respondió afirmativamente.
Después de ese encuentro parece mentira pero las cosas cambiaron en la oficina, mi jefe empezó reunirnos a todos con más frecuencia, nos participaba de lo que ocurría, los pendientes, lo urgente, etcétera. Vaya, hasta fue a jugar billar un par de veces con mis excompañeros después del trabajo (yo ya no laboraba para ese momento en el gobierno), lo cual no dejó de sorprenderme. Al poco tiempo del encuentro con mi jefe o exjefe podría decir que “por fortuna” encontré trabajo en la empresa en la cual quería trabajar, ellos me buscaron, pero no, estoy seguro que fue el EB-E y mi cambio sentido, yo no creo en el azar. Organicé una salida a las Lagunas de Zempoala, esto puede parecer cualquier cosa, pero en mi caso nunca hice algo así, siempre fui muy retraído, ya estando en la empresa donde actualmente trabajo seguí organizando y coordinando el paseo con mis excompañeros.
Con lo que quiero terminar es con esto, realmente el cambio está en nosotros, no es un cliché, pero bueno se lo estoy diciendo a personas que realmente lo saben.
Un abrazo a este círculo.

Moisés Bautista O.
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Te cuento un enfoque que hice ayer mientras esperaba, y lo puedes compartir.

Ayer en mi trabajo me encontré a una persona, que yo conocí cuando tenía 18 años y fue una amiga muy querida durante cinco años, mientras estudiaba la licenciatura. En más de 20 años me he encontrado con esta persona en dos ocasiones y por azar, ya que no tenemos nada en común. Los encuentros siempre han sido muy tensos y me producen mucha angustia, aunque la plática entre las dos sea amable y yo la controle para que no se salga de ciertos márgenes. Este encuentro representa para mí, el encuentro con una parte de mi pasado muy dolorosa, en la que yo estuve muy lejos de Dios y muy cerca de situaciones muy extrañas y difíciles de recordar. De hecho yo salí prácticamente huyendo de este aspecto de mi vida y rompí bruscamente la relación con todas las personas involucradas en este contexto.

Ayer en la tarde enfoqué este problema afuera de tu consultorio.
Abrí mi espacio interior durante mucho tiempo y no experimentaba alguna sensación sentida, como pasaba mucho tiempo cambié el motivo de mi enfoque hacia el porqué no era capaz de percibir alguna sensación sentida, de pronto noté que tenía mis manos fuertemente entrelazadas desde hacía un buen rato y las manos muy entumidas y me di cuenta que esa era mi sensación sentida y comencé a atenderlas. El símbolo se presento en estas palabras: "Déjalo ir, suéltalo, ¡Tú no eres eso!" Estoy sumamente agradecida por esta experiencia.
Ahora me doy cuenta que si yo pude librarme en su momento de la situación en la que estaba y rescatar muchas cosas de esa época de mi vida, es porque Dios nunca estuvo lejos de mí.

Saludos

Susana

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