¿Qué sucede en nuestro cuerpo mientras experienciamos
el proceso
Bio-Espiritual mediante el Focusing?
Juan B. Prado
Médico pediatra perinatólogo, adscrito al servicio de Cuidados Intermedios
Neonatales del Hospital Luis Castelazo Ayala, Cd. de México.
Resumen
Aunque todos hablamos de las emociones y los sentimientos,
generalmente no nos detenemos a realmente sentirlos como tampoco a escucharlos.
No muchos lo han hecho a lo largo de los siglos y solo de manera intuitiva.
Ahora contamos con un modelo, el Focusing,
que parte de sentirlos, de darnos cuenta de que los estamos sintiendo, de ir a
donde los estamos sintiendo y brindarles una calidad de presencia que los
valida, sostiene, escucha, mientras nos cuentan sus historias como lo veremos a
continuación, haciendo una significativa diferencia en nuestras vidas. En este
trabajo vamos a las entrañas de una, entre los miles de experiencias que se
están dando mediante esta técnica-proceso mostrando cómo trabaja la sofisticadísima
tecnología corporal que nos habita, sana y transforma.
Palabras clave: Cuerpo, interacción, presencia,
escucha, empatía, congruencia, cambio sentido.
Dado que el
desenvolvimiento de esta historia es ilustrativo de lo que es el Focusing y la Bio-Espiritual
unidos, pongo aquí, de manera sucinta, algunos elementos implícitos (Gendlin, 1962) que están presentes en
esta y en toda experiencia transformante.
Con el término implícito, estoy refiriéndome a que el
experienciar humano parte de lo físicamente sentido que nos revela algo
novedoso y a cada vez mayor profundidad; proceso que es elaborado en el
aquí/ahora que llamamos cuerpo.
Podemos ver al cuerpo desde diferentes ángulos: el físico
(de carne y hueso), su bioquímica, su mecánica, su razonamiento, sus enfermedades,
etcétera. Aquí nos referimos a él como el centro
generador del experienciar humano (Gendlin 1981). Lo que sucede en esta
experiencia, como veremos, no es anómalo ni anecdótico, pues el material para
llevarlo a cabo está enraizado en nuestra propia naturaleza de tal manera que
al ponerlo en movimiento genera una ampliación de la Conciencia sin paralelo en
toda la historia de la Humanidad que experimentamos como la conciencia-sentida de
ser y estar en Lo Más extenso, en Lo Sin fin ni principio.
Este relato titulado Bifriendling fear, (Prado, F, 2007) fue publicado en forma abreviada
en la Revista The Folio, del TIFI (The International Focusing Institute). Yo lo tengo disponible en inglés y en japonés para
quien lo requiera.
Quizá esta historia te
invite y te lleve a experimentar por ti mismo(a) algo de lo aquí escrito ya que
puede ser como imagen en espejo de tus propias vivencias. También puede serte
de utilidad para ver qué elementos de tus enfoques
tienen que ver con esta historia dándote, como a quien la vivió en carne
propia, vida nueva.
Así que, con mi
agradecimiento para Miriam Mendoza, y para E. T. Gendlin, descubridor del
Focusing (Enfoque), ponemos aquí su vivencia.
Miriam, madre de una
recién nacida de 22 días, solicita una cita conmigo (soy médico pediatra) para
que atienda a su bebita. La tía materna de Miriam, quien nos conectó y ahora
las acompaña, trae en brazos a la pequeña recién nacida.
La madre me consulta
acerca del problema de su pequeñita el cual ha venido acentuándose.
Entre los antecedentes
perinatales está el que cuando Miriam tenía 15 años, murió su hermana de 13 por
anemia aplástica refractaria al tratamiento (su cuerpo no producía elementos
sanguíneos). Miriam se había casado cinco años atrás, pero no había querido
embarazarse; el embarazo vino trayendo implantado un dispositivo intrauterino
(DIU).
Actualmente
existe vasta información que sugiere que hemos venido aquí por motivos que
trascienden lo obvio, como puede ser la falla de un método anticonceptivo o cualquier
otro incidente adverso, es decir, que nadie está (estamos) aquí por error. Ver,
por ejemplo, https://www.youtube.com/watch?v=xth6KxE8ulM En el
desenvolvimiento de este relato se podrá ir viendo la importancia de los
antecedentes prenatales referidos y su conexión con los hechos que aquí se
narran.
La joven madre me
dice, cuando le pregunto por el motivo de su consulta: “Es que no sé qué le pasa a la niña doctor; si la cargo llora,
si la visto llora, si la amamanto llora… ni siquiera la he podido bañar, la
baña mi mamá porque yo siento las manos heladas, como con un sudor frío, como
con hielo por dentro; como… no sé.”
Comencemos por diferenciar estos
dos modos de no saber: el primer “no sé” provino de su lógica, de su pensar. En
cambio, el segundo “no sé” vino de su sensación corporal. De este no sé, es que vamos a partir.
Mientras, yo veo a la
tía de Miriam con su sobrina nieta en sus bazos durmiendo plácidamente. Al
revisar a la pequeña no encuentro nada anormal en ella, por lo que le digo a
Miriam: “Señora, su hija está bien,
¿siente que hay algo que le impide bañarla?” Viéndome fijamente a
los ojos y tocándose con inquietud sus manos, me dice: “¡Sí, mis manos, doctor!”
Al recibir esa
respuesta y por mi contacto con el Enfoque Bio-Espiritual sé que ella ‘sabe’ que en
lo que siente está expresándose el
problema existente entre ella y su hija. A esa conceptualmente vaga pero muy
real sensación, le llamamos, con Gendlin (1964) sensación con significado,
referente directo o sensación sentida (felt
sense).
Miriam
implícitamente “sabe”, intuye, que hay algo
debajo de esa rara sensación pero que no sabe (mentalmente) qué es. Esto, por
banal que pueda parecer, en realidad se trata del trascendental descubrimiento
científico de E. T. Gendlin (1982) que, como veremos, habla del papel insustituible
del cuerpo para llevar adelante nuestros asuntos
existenciales.
Acorde con ello, le
digo que sé de un procedimiento que quizá le aclare qué es eso en sus manos
que le impide no sólo disfrutar, sino
aun bañar a su hija y le pregunto si
estaría bien que lo llevásemos a cabo. “Sí”,
me contesta y comenzamos el siguiente ejercicio.
Su instantánea respuesta afirmativa, libre de
defensas y resistencias, habla de que ella está conectada no sólo con su cuerpo y sus sensaciones, sino que también
confía en que finalmente encontrará alguna respuesta así que acepta la
propuesta que le he hecho. Su rotundo “¡Sí!” me dice a mí que estamos en
terreno firme y fértil desde el que es posible que Miriam lleve su doloroso
asunto adelante.
Entonces le
digo, “si gusta, puede cerrar sus ojos para que no la distraiga nada de afuera”.
Asiente de inmediato y al hacerlo, le pido que vea si puede entrar a su cuerpo
y desde dentro de él, contactar con eso
en sus manos que tiene que ver con el llanto de su hija al intentar prodigarle
sus cuidados maternales. La
tía de Miriam a quien le he hablado del Enfoque con anterioridad, me hace la
seña de querer aguardar afuera y yo le hago saber que está bien que lo hagan.
Parece que su necesidad de respuestas la lleva a su instantáneo
consentimiento para atender esa propuesta con todo y que ha venido de alguien que
acaba de conocer. Todo esto implica un cierto grado de audacia, o de
desesperación… El que Miriam este claramente
anclada en su conexión-físicamente-sentida en sus manos, será la clave para entrar
en sus espacios
interiores en los que, como veremos, todo
es posible. Así que comenzamos desde ahí.
Me contesta que va a tratar de entrar ahí y luego
que ya lo está haciendo. Le digo: vea si se siente adecuado estar con eso y me contesta que sí, pero noto
comienza a inquietarse. Le digo que sólo se trata de ir adentro y hacerle saber
a eso que está en sus manos que lo respetamos. Tras uno a dos minutos,
súbitamente abre sus ojos con sorpresa y angustia y los fija en los míos como
con incertidumbre. Tranquilamente le digo que estoy ahí con ella y que vea si
está bien volver allí adentro. Nuevamente cierra sus ojos mientras toca
nerviosamente sus manos. Entonces le pregunto si ha venido algo, quizá una
palabra, una imagen, un color, un recuerdo… y de inmediato me dice: “Sí, son unas palabras: ‘Nunca
vas a ser una buena mamá para tu hija’”. Con todo y mi
sorpresa por esta inesperada declaración, le repito de manera empática lo que ella ha dicho al tiempo que le
pregunto si eso se conecta con la sensación de sus manos antes referida y me
contesta: “¡Sí!” sin dudar.
Lo que
pereciera la agravación del problema, es un importante paso adelante en el
proceso del cambio (Gendlin, 1964).
Gracias a la investigación de Gendlin plasmada en su Filosofía de lo
Implícito (1962) y en su Terapia Experiencial (1997) hoy comprendemos que la
sensación de Miriam en sus manos ha interactuado con la frase “nunca vas a ser una buena mamá…”
ensamblándose perfectamente y llevando adelante su delicado asunto. Cuando
viene un símbolo (Gendlin 1994) como
este (y otros más que vendrán) ella está llevando
adelante el proceso corporal del cambio (Gendlin, 1981), pero
la tensión no va a desaparecer sino hasta que
su asunto haya sido resuelto, completado.
A esto es a lo que tanto Rogers (1961) como Gendlin le llaman congruencia: “la capacidad de experimentar
fisiológicamente nuestros sentimientos y permitir que éstos se simbolicen con
precisión”. McMahon y Campbell (1993) le llaman plenitud/santidad (wholiness/holiness).
Se trata de una vivencia en la que no solo no hay caminos trazados ni certeza
alguna, sino una intensa sensación de vulnerabilidad.
Es el ámbito de lo no racionalmente discernible, no predecible ni mentalmente
controlable. Estamos en territorio místico, sagrado.
El “reflejo empático”, no es sólo la repetición
de las palabras que ella ha dicho, sino que también ayuda a sentir que no está
sola, que alguien está ahí y la acompaña mientras recibe eso que ha venido.
Gendlin
(1996) señala que la relación terapéutica eficaz implica una interacción humana
saludable entre quien enfoca y quien lo
acompaña.
Entonces la invito a
que vea cómo se siente todo eso dentro de ella. En lágrimas responde: “¡Muy triste!” Le reflejo esas palabras desde mi propia sensación corporal sentida y,
acompañándola en su tristeza, le digo que está
bien sentir eso triste, pues ella
había vuelto a abrir sus ojos como interrogándome y/o interrogándose si no
sería mejor salir de allí. Con decirle que está bien sentir eso, ella vuelve a
cerrarlos. Entonces le digo que vea dónde
en su cuerpo se siente eso tan
triste. Está buscando ese lugar por unos cuantos segundos y extendiendo su mano
alrededor de toda el área de sus senos, me dice: “Aquí”. … ‘Aquí’, le reflejo y le digo que tal vez
ese lugar triste esté necesitando que le demos una acogida respetuosa. Me dice
que sí, así que le propongo que vayamos a ese lugar transido de tristeza a
darle nuestra presencia respetuosa, aceptante, tal y como lo hicimos con la
sensación de sus manos. Ella lo acepta y le digo que se tome todo el tiempo que
eso sentido requiera de su presencia acogedora.
En la
Bio-Espiritualidad, quien está llevando a cabo el ejercicio, le ofrece a lo que
está ahí su presencia interactiva para con lo que está surgiendo de manera
sentida en su interior. El cuerpo lleva
nuestros asuntos como totalidades experienciales físicamente sentidos y no como
fracciones o partes de un rompecabezas. En base a ello es que le propongo que
tome conciencia de cómo se siente ese todo, esa totalidad.
Parece evidente que Miriam sintió confianza al
escuchar que estaba bien sentir esa tristeza volviendo a cerrar sus ojos, y
confiado también en el proceso mismo que estaba viviendo.
Se trata de apoyar el que Miriam se mantenga en contacto con lo que Gendlin (1982)
llama sensación con significado (felt
meaning), permitiendo que sea el propio cuerpo (no sus procesos mentales)
el que lleve adelante el movimiento de avance, ya que el cuerpo no sólo tiene una
gran cantidad de información disponible, sino también la inteligencia y la sabiduría
para propiciar que el significado sentido y el símbolo, interaccionen y lleven
adelante su asunto.
La propuesta de darle una respetuosa acogida
al lugar donde se encentra esa tristeza es lo distintivo de este proceso.
Me contesta que lo intentará y poco después me
hace saber que ya lo está haciendo. Le digo que vea si puede quedarse ahí,
esperando, sin prisa, por si, como sus manos, ese lugar triste también tiene algo
que decirle; tal vez -le digo- venga una
imagen, un recuerdo, una palabra, otro sentimiento… Tras unos segundos, en lágrimas,
me dice entrecortadamente: “Es un recuerdo…, es
cuando estoy con mi hermanita en el hospital…, la tengo entre mis bazos, se
está muriendo… estamos ella y yo solas.” Con el impacto que recibí al
escucharla se me humedecían los ojos. Me quedé con esto unos instantes y
entonces le pregunto ¿Cómo se siente todo
esto?, contesta tras una breve pausa: “¡Con mucho dolor!” Se lo reflejo y
le digo, ¿Tal vez pueda darse cuenta dónde en su cuerpo está este grande dolor?
Se toma unos instantes de búsqueda hasta llegar a posar delicadamente la punta
de su dedo índice derecho diciendo: “Aquí… en mi corazón.”
Al no haber M reprimido ni suprimido el sentimiento de profunda tristeza
y en lugar de ello llevarle una presencia acogedora, ha llevado adelante el
proceso de simbolización de la
experiencia, ¡cambiando su significado! Esto recuerda el aspecto numinoso de las
experiencias que a la vez que aterran, atraen (Rudolf Otto).
Desde y con, Gendlin: “Usamos la palabra ‘simbolizar’ en un sentido raro
pero cierto. Simbolizar aquí no significa representar en símbolos”. En este
contexto, el símbolo es algo que
viene al estar atendiendo un asunto físicamente sentido que se expresa ya sea
mediante una palabra (como la frase: nunca vas a ser una buena mamá…), una
imagen, un recuerdo, lágrimas… en cualquier cosa que encaje, que ajuste, que se
adecúe al significado-sentido en el cuerpo, llevando adelante el proceso y
cambiando su significado (Alemani C. 1997).
Ha venido el recuerdo/símbolo que adentra a Miriam en el terreno de lo inédito,
de lo inesperado. Es en las profundidades de su vulnerabilidad donde se ha
generado ese nuevo movimiento de avance. Ya nos dirá ella qué tuvo que ver esta
simbolización con el duelo por la muerte de su hermana. En la Filosofía de lo
Implícito de Gendlin encontramos la explicación de este fenómeno: Lo implícito
en la sensación de sus manos, se explicitó
en: “nunca vas a ser una buena mamá”. Y lo implícito en la tristeza físicamente
sentida se explicitó en el recuerdo de la muerte de su hermana. Al explicitarse
lo implícito, ha llevado a Miriam a la
comprensión profunda y a la resolución de un asunto reciente y de otro que, por
años, ella había estado cargando. En tal proceso, mente y cuerpo, cuerpo y
mente han actuado como un todo y no como partes separadas (Gendlin, E.T. (1992).
En realidad,
este tipo de fenómenos se producen instantáneamente.
De hecho, está demostrado que nuestros procesos biológicos se rigen por la
física cuántica y no por la newtoniana: La biología de la creencia, (Lipton, 2007).
El instante en el que se
funde la sensación sentida con el símbolo es como el Estallido Original.
Generalmente no hay palabras para expresar lo que ha sucedido, sin embargo, el
sentirlo junto con el expresarlo, aligera la tensión.
Entonces le propongo
que “vayamos” (pues yo me sentía profundamente involucrado en todo ello) con
ese dolor a ofrecerle nuestra presencia, tal y como lo hicimos con la sensación
de sus manos y con la de su pecho. Ella lo acepta. Le digo que se tome todo el
tiempo que ese lugar necesite estar recibiendo sus cuidados, su presencia acogedora.
Si esos lugares físicamente sentidos están
ahí es porque nos quieren comunicar algo importante. De hecho, podemos sentir
que ellos nos atraen. Y de la misma manera podemos llegar a sentir que nosotros
también los atraemos, estableciéndose un dialogo amoroso, profundamente
espiritual, bio-espiritual.
Con esta propuesta, intento ayudarle
a Miriam a mantener el clima corporal en el que lo implícito, esa sensación-con-significado, siga llevando adelante,
carrying forward, (Gendlin, 1962) el asunto.
Es inestimable la importancia y la
trascendencia del papel de la presencia cálida, acogedora (carrying/feeling/presence McMahon,1993, que es lo que
realmente somos) que quien la está acompañando le está dando a ella, lo
cual crea el clima interior, la
elevada ‘frecuencia vibratoria’ que permite que el cambio se dé. Esto es lo
distintivo del proceso bio-espiritual: llevarle su presencia aceptante,
acogedora, tierna, delicada, tanto a aquel lugar triste como a ese lugar
“doloroso” en su corazón. Esta poderosa presencia también nutre la interacción
entre quien enfoca y quien acompaña.
Permanece con esto unos
largos cuatro, cinco, minutos. Su tía, que había salido de mi oficina con la
bebita, estaba inquieta, así que le hago la seña de que estamos por concluir,
ya que he comienzo a detectar significativos cambios en Miriam: su llanto ahora
es apacible, su rostro, de lívido, pasó a sonrosársele, su respiración antes
entrecortada se ha suavizado; su cuerpo luce relajado y toda ella tiene una
expresión como de alivio, de tranquilidad. Aguardo un poco más de tiempo,
contemplándola, y en el momento que lo siento oportuno le digo que vea si hay
algo más que ahora sienta que necesita ser atendido. Se toma un breve tiempo
revisando interiormente y con una leve sonrisa me dice que no, que: “Ya
todo está bien”.
Admirado, se lo
reflejo y le pregunto si todo esto que ha recibido ha dejado una sensación como
de agradecimiento… a lo que, insinuándosele una leve pero significativa
sonrisa, me responde; “desde hace ratito
he estado dando gracias por todo lo que ha venido.”
El asunto inconcluso se ha
completado (resuelto) desde sus más profundas raíces biológico-espirituales, dejándole
una sensación de bienestar que Gendlin (1982) llama “cambio corporal sentido” (bodily felt shift) que entraña el haber
recibido un gran regalo.
Con la resolución de su
asunto ha venido una sensación muy real que ha culminado en una sentida oración
no verbal (McMahon, Campbell, 1993) de agradecimiento antes de que yo se lo
propusiera.
(Cuando yo compartí esta
experiencia en un aniversario del inicio del Enfoque Bio-Espiritual en México,
a Edwin McMahon no dejaban de fluirle lágrimas.)
Entonces le digo que
cuando lo sienta bien, regrese afuera. Se toma su tiempo y abre suavemente sus
ojos como regresando de un lugar muy profundo para irse reconectando lentamente
con el espacio exterior. Continúa en silencio por breves momentos y ya que lo
siento oportuno le pregunto: ¿Cómo se siente ahora, Miriam? Busca palabras y
como con una chispa de luz en su mirada, me contesta: “Con ganas, doctor, de llegar a
mi casa y bañar a mi hija”. Admirado, se lo reflejo con mis propias
palabras y le pregunto si siente que
este deseo proviene o se conecta con lo que acaba de vivir, y me dice “¡SÍ!”, sin dudar. Yo simplemente le digo que ella
decide si está bien llevarlo a cabo. Ya se imaginarán lo sorprendido que yo
estaba y la agradable sensación de bienestar que tenía dentro de mí.
Miriam ha tomado, por sí
misma una decisión antes impensable. En el Enfoque Bio-Espiritual no dirigimos a la
acción a quien enfoca, pero si, como
ahora, ella aparece, invitamos a que la persona tome conciencia de dónde ha
provenido tal moción. En realidad, Miriam bien sabía que esa decisión vino del
poderoso proceso corporal que la ha empoderado para ello, ya que, tras haber
concluido el lado técnico del proceso, ella seguía “enfocando” pero también expresando verbalmente el nivel de
integración al que había llegado.
Tiempo después, al llegar esta historia a mi
memoria, me vino un texto bíblico que antes de mis experiencias de Focusing y
Bio-espiritualidad no había tenido el especial sentido que ahora tiene para mí:
“…pero me formase un cuerpo y heme aquí
dispuesto para hacer tu voluntad.” Entonces pude ver que Miriam había sido
empoderada para “hacer la voluntad de Dios” que no es sino poner en movimiento lo
amoroso que ella misma es. A propósito, el pensamiento hebreo antiguo
no hace distinciones entre lo mental y lo corporal del ser humano. El lenguaje hebreo
bíblico habla de la totalidad humana que somos sin dicotomías (ver
“Cimentándonos en el cuerpo, Prado, 2024).
Estamos ante el comienzo de una relación
madre-hija, hija-madre, nueva, en la que hay un balance entre el proceso del sentimiento y la acción. Pero
todavía nos falta ver hasta dónde ha seguido llegando este empoderamiento…
Se van y a los 15 días
regresa Miriam con su hija Karen a consulta de control; ahora las acompaña la
madre de Miriam, abuela de la pequeña. De inmediato y aun sin terminar de tomar
asiento, la abuela me habla del “cambio
completo” que había visto en su hija a partir de esa experiencia, al tiempo
que me dice que ella era quien tenía que
bañar a la niña porque Miriam no podía hacerlo. Le digo que yo ya estaba enterado
de ello. Entonces ella continúa: “Cuando llegué del trabajo por la noche
pregunté, ¿Ya está todo listo para
bañar a la niña?, y qué cree, doctor, que me respondió mi hija: Ya la
bañé mamá. ¡Yo no lo podía creer!”, concluye la abuela. Entonces comenta
candorosamente la joven madre: “Y ahora la niña llora, doctor, pero no
cuando le baño yo, llora cuando la baña mi mamá”.
La bebita no volvió a
responder con llanto a los cuidados de su madre y Miriam no tuvo más esa
sensación de “frialdad” en sus
manos. Tampoco volvió a sentir que ‘nunca sería una buena mamá’. Como puede
verse, cada uno de estos movimientos interiores habían cumplido su propósito:
llevar adelante, completar (Gendlin, 1964), sanar, en unos cuantos minutos esa dolorosa
historia, simplemente poniendo en acción la sofisticada tecnología corporal
descubierta por el propio Gendlin (1982) mediante su cuidadosa investigación científica.
Después de esa primera
experiencia de Focusing, Miriam me pidió que la acompañara a atender otros asuntos delicados mediante esta
técnica/proceso. Así que ella siguió practicando los aprendizajes básicos de
cómo atender cosas detenidas, dolorosas, dándole esa misma calidad de presencia
a otros asuntos interiores no resueltos.
Tiempo después y tras
varias consultas pediátricas sucesivas chequeando el crecimiento y desarrollo y
constatando la buena evolución de la pequeña Karen, le pedí a Miriam su
autorización para compartir su experiencia a fin de ejemplificar lo que es
el Enfoque Bio-Espiritual. De inmediato ella me la otorgó.
Pasó el tiempo y en
otra ocasión, además de decirle que ya había estado compartiendo algunas partes
su historia-experiencia y que, viendo los resultados positivos al hacerlo, le
pregunté si me podría poner por escrito su vivencia interior, pues si bien yo
recordaba mi papel como acompañante y facilitador, sentía que estaría bien conocer,
de ella misma, lo que había sucedido en su interior, a lo cual accedió con una
leve sonisa. Pasó tiempo sin que me lo hiciera llegar y una vez le pregunté cómo
iba con eso y me contestó que se le había dificultado elaborar el escrito, pero
que quería compartirme algo que le había ocurrido recientemente.
Asentí, y me contó
que, desde la muerte de su hermana, ni ella ni su madre podían pasar frente al
hospital donde murió y que, si no podían evitarlo, por lo menos se cruzaban a
la acera de enfrente. Enseguida me relató:
Hace unas semanas tuve
a una prima que es madre soltera, internada en un hospital ginecobstétrico.
Fuimos mi mamá y yo a verla pues la noticia era que estaba gravísima y
queríamos despedirnos de ella antes del desenlace final. La Asistente nos dijo
que nuestra familiar estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), que sólo
podía pasar a verla una sola persona y por breve tiempo. De inmediato decidí
entrar yo.
Como la buscaba
visualmente y no la encontraba, el médico me dijo, ¿a quién buscas? Le di el
nombre de mi prima y me dijo: “¡Es ella!” Teniéndola enfrente, no la reconocía,
doctor, pues estaba muy pálida, hinchada, deforme, conectada a muchos tubos y
rodeada de aparatos. El médico me dijo: “Habla
con ella”. Yo no sabía si hacerle caso o no, porque me parecía o que se
estaba muriendo o que estaba muerta. Al acercarme a ella me di cuenta de que
respiraba (estaba conectada a un ventilador). Mientras le decía que era yo,
Miriam, que había ido a verla, saqué mi cepillo y me puse a cepillarle su pelo mientras
le hablaba de cuando jugábamos y hacíamos muchas cosas juntas, de nuestras
travesuras, de cuánto nos queríamos y divertíamos. También le dije que, aunque
mi familia no estaba de acuerdo con su manera de vivir, yo la quería; que su
hija (de tres años) la esperaba, y que, de verdad, yo quería que viviera… Y
cuando me di cuenta, doctor, le estaba escurriendo una lágrima por aquí, -me
dijo- señalándome la comisura de sus párpados. Al escuchar el relato de Miriam
se me rasaban los ojos.
En esa lágrima, su prima Rocío había
“simbolizado” y “llevando adelante” lo no resuelto de su propia vida, sin
necesidad de un enfoque formal. ¡La
amorosa presencia de su prima Miriam junto con la de un misterioso ser del que
nos ocuparemos adelante, actuaron al unísono!
En sus ejercicios de enfoque, Miriam había aprendido cómo estar con sus propios asuntos,
y eso fue lo que le transmitió a su prima en la unidad de cuidados intensivos. Esta es una poderosa
manera como se expresó en Miriam lo que Gendlin (1962) llama “aplicación
global”, esto es, que su “vibración” amorosa había activado en su prima su
propio proceso experiencial estando entre la vida y la muerte. Pero vayamos al
relato…
Miriam continuó:
Cuando salí de mi visita a mi prima, ya mi mamá no estaba, no había soportado
ni siquiera esperar a que yo saliera de la UCI.
Su prima rápidamente
se recuperó. Al preguntarle a Miriam si la manera como había estado con su
prima en tan crítico estado, tenía que ver con la ternura y el afecto que ella
les había dado a sus propios asuntos, me dijo que lo que en realidad quería
compartirme era que la manera como se había sentido acompañada y sostenida
durante sus ejercicios de Enfoque la llevó a hacer lo mismo con su prima
hospitalizada.
Entonces le dije: yo
creo que lo que hiciste libró de morir a tu prima. Con sencillez, ella me
confió que al recuperarse y salir del hospital, su prima le había dicho
exactamente lo mismo; que ella había tomado
la decisión de morir pues ya nada ni nadie, incluida su hija, le importaba,
pero que cuando Miriam estuvo con ella, al escucharla, veía que un Anciano de blanca
barba vistiendo una blanquísima túnica, amorosamente le decía, en la voz de
ella (de Miriam) lo que Miriam le estaba diciendo, y que incluso, Rocío le dijo:
“yo sabía que eras tú quien me hablaba pues era tu voz la que escuchaba, pero era
ese amoroso personaje quien me lo decía”, y que eso que recibió tanto de ella como
de ese amoroso personaje, la llevó a tomar la decisión de regresar a vivir su vida en este plano. Miriam había pasado
de ser mensajera a convertirse en el Mensaje mismo en la experiencia transpersonal y transdimensional de su
prima.
Como han podido ver, esta
decisión ocurrió cuando Rocío estaba en estado de shock (séptico, un alto porcentaje de las mujeres que se infectan
tras un aborto, mueren en estado de septicemia) es decir, sin una
adecuada perfusión sanguínea de su cerebro, lo que teóricamente impediría tomar
la trascendente determinación de optar por la vida; esto es algo que hacen
muchas personas durante sus experiencias cercanas a la muerte (ECM).
La toma de decisiones es un capítulo crucial
en la vida individual, como lo fue para Miriam decidir bañar a su hija y para
Rocío tomar la vida en sus manos regresando de su experiencia con un profundo
cambio en su cosmovisión (Sánchez, N.,
2021). iniciando una vida nueva. Muchas mujeres que regresan de su ECM, tras
haber llegado a paladear el amor sanador del “más allá”, lo traen al “más acá” de
manera plena (Prado, F., 2014). El médico psiquiatra, Bruce Greyson, (2021) el
experto más reconocido a nivel mundial en las ECMs, dice que en los
estados expandidos de conciencia en los que se dan las experiencias místicas,
está reducida al mínimo la actividad cerebral. Es como si el cerebro –dice
Greyson- se apartase y dejara a la mente interior (la conciencia) desplegarse
plenamente: https://www.youtube.com/watch?v=0ERUlyxz_V4&t=743s.
Dándose el tiempo
necesario para escribir lo que yo le había solicitado, Miriam pudo ir
encontrando las palabras más cercanas a lo que había vivido, pues le fue más
fácil experimentarlo que poner por escrito su vivencia que, generosamente, ahora nos comparte:
Al comenzar el ejercicio de Enfoque, enfrento el enorme monstruo que
es el miedo. A partir de haber tenido esta experiencia, el cambio en mi vida
fue completo. Y no solamente cambió la mía, sino también la de mi familia. Antes,
yo sentía que la vida no tenía sentido. Había perdido a mi hermana. Mi madre
había sido madre soltera y yo tenía que cuidar de mis hermanos y de mi casa.
Estaba falta de cariño. Toda mi vida no habían sido más que puras
responsabilidades. Tenía miedo de casarme y de tener mi propia familia.
Era una persona que no sabía expresar lo que sentía. Me daba miedo
querer y no sabía cómo tratar a las personas. Cuando me casé empezaron los
problemas.
Uno entra al Enfoque y empieza a sentir incertidumbre por lo que
comienza a descubrir, pero poco a poco vas dándote cuenta que es maravilloso lo
que encuentras y lo bien que se siente estar ahí. Al principio es todo oscuro,
negro. Es como un cuarto en tinieblas y sólo después de tanta oscuridad y
soledad, a lo lejos se ve un punto de luz. Te acercas a ese punto,
pero cuesta mucho llegar hasta allí. Se hace eterno el alcanzarlo.
Al llegar a la luz vi una niña llorando de tristeza, de miedo, de
soledad. No sabía esa niña para dónde ir. Al acercarme a ella comenzaron a
moverse todos mis recuerdos; sobre todo los más tristes que había vivido. Todos
eran acerca de la niña. Hubo un momento en que yo quería salir de allí. Quería
irme y dejar todo eso, pero una confortante voz me hizo tener fuerzas para
seguir presente a todo lo que venía. Y cuando
me di cuenta ya no tenía miedo. Era bonito estar viendo todo eso. Conforme
se me fue quitando el miedo iban llenándose de más luz esos recuerdos. Poco a
poco la niña dejó de llorar. Entonces se levantó y todo se iluminó. Fue cuando
finalmente le vi el rostro y sonrió que se convirtió en la mujer adulta que
soy.
A lo lejos había un camino verde, lleno de flores y un cielo azul.
Sentía tanta felicidad que pude atender esos recuerdos uno por uno, sin miedo,
tranquilamente. Entre esos recuerdos estaba el más doloroso que había vivido.
Me acerqué a donde lo llevaba y vi a mi hermana que había muerto. Puede estar
con ella en ese lugar. Lo vi pasar todo desde su enfermedad. Fue maravilloso
vivir esa experiencia pues le pude decir cuánto la quería y dar gracias por el
tiempo que Dios me dejó compartir con ella y por haber sido mi hermana.
Después vinieron los momentos felices que se me habían olvidado o los
había dejado en un rincón. Fueron muchos y grandes.
Caminé y vi a mi familia que era mi esposo y mi hija que acababa de
nacer. Estaban felices, esperándome con los brazos abiertos.
¡Y comenzó la felicidad!
Miriam Mendoza.
Hoy sabemos que toda
relación madre/hijo(a), hijo(a)/madre, comenzó en nuestra futura madre antes de
iniciar nuestra gestación, pues cada mujer (y todo ser humano) llevamos en el
cuerpo asuntos inconclusos. Sadik, N. (1995) constató que en una tercera parte
de los embarazos estudiados por la UNFPA (Fondo de las Naciones Unidas para las
Poblaciones) no es una buena noticia para la mujer al descubrirse encinta. Esto
involucra la historia de unos 2,400 millones de seres humanos que actualmente
habitamos este planeta. Pero no solo ellos, sino todos, tenemos el reto de acceder
de manera sentida a nuestra historia individual, para lo cual, afortunadamente,
ahora contamos, con este modelo-proceso que ha estado probando y comprobando su
eficacia en la salud e integración de un caudal cada vez mayor de seres
humanos.
Este nuevo amanecer en
Miriam y en muchas personas que he acompañado a enfocar, me ha impulsado a hacer mi propio enfoque partiendo de lo que es real en mí cada vez con mayor
frecuencia.
A veces he querido
tener una ECM y regresar transformado, pero cada día me doy cuenta de que cada
Enfoque es, como el de este relato, un estar muriendo y al unísono estar
renaciendo, así que el resultado es muy similar sin necesidad de tener una ECM.
El fluir de ésta y de
toda experiencia que pone en acción nuestra empatía, nuestra capacidad de dar
afecto, de ser una presencia acogedora junto con la sabiduría de nuestro
cuerpo/espíritu, va encontrando los símbolos certeros que llevan adelante cada
paso del proceso, resultando en salud, integración, desarrollo. Ello implica
que este Modelo Proceso (Gendlin, 2001) tiene el potencial de poner en marcha a
la humanidad entera, pues todos contamos con un cuerpo que tiene el “material interno” necesario para llevar
adelante, día con día, nuestros asuntos existenciales desde su lado sentido.
Simplemente ve cómo Miriam
transitó sucesivamente desde una rara sensación en sus manos seguida de las
crudas palabras, “nunca vas a ser una buena mamá…” que apuntaba a su
maternidad devastada y el duelo por su hermana llevados triste y dolorosamente por
la zona de sus pechos y su corazón que culminó en el “… ¡ya todo está bien!”,
lo cual no puede verse sino como un continuum
elaborado por una sabiduría “que ni en mil años” nos daría la mente puramente
racional, con el claro propósito de ir creando, en cada paso, nuevos
significados imposibles de predeterminar, pero generando vida nueva.
Hoy pues, sabemos de
manera probada y comprobada, que el Modelo Bio-Espiritual fundamentado en la
Filosofía de lo Implícito de Gendlin conlleva el poderoso proceso de salud y desarrollo
al que todos los seres humanos aspiramos.
Afortunadamente hoy
sabemos y constatamos que no es cuestión de conocer a detalle de dónde y cómo
aparecieron nuestros problemas, sino se trata de poner a trabajar los recursos
sanadores que todos poseemos que son capaces de llevarnos al origen y a la resolución de nuestros asuntos, ya sea
que vengan desde nuestra vida intrauterina y aun antes de ella, como ahora nos
lo dice la epigenética. Así que, si este escrito te motiva a probar el Focusing, o a seguirlo practicando, tienes
a tu disposición este material para con él (si así lo quieres) ir a tus propias
experiencias, pues todas y cada una provienen del inagotable “Más” (Gendlin,1981)
que tú eres y que está esperando serte, pacíficamente revelado con un:
Bienvenido de regreso a Casa.
Juan B. Prado Flores: jubpr@yahoo.com +52 5527329629
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