¿Qué hay en las
entrañas de ésta –y de toda- experiencia Bio-espiritual?
Vayamos a la historia,[1] pero recomiendo leerla una
o dos veces antes de revisar las notas que he puesto a pie de página.
Miriam, la joven madre de una recién nacida, solicita
una cita médica conmigo para que atienda a su bebita. Al llegar a la cita, me
consulta acerca del problema de su hija de 28 días de vida que, al paso del
tiempo, se ha ido incrementando. La tía materna de Miriam quien contactó a
Miriam conmigo y que ahora las acompaña, carga en sus brazos a la recién
nacida.
Entre los antecedentes perinatales está el
que cuando Miriam tenía 15 años, murió su hermana de 13 por anemia aplástica
(su cuerpo no producía elementos sanguíneos). Miriam se había casado cinco años
atrás, pero no había querido embarazarse, el embarazo vino aun trayendo
implantado un dispositivo intrauterino. La joven madre me dice, cuando le
pregunto por el motivo de la consulta:
“Es que no sé[2] qué le pasa a la niña doctor; si la cargo llora, si la visto llora, si la amamanto llora… ni
siquiera la he podido bañar, la baña mi mamá porque yo siento las manos
heladas, como con un sudor frío, como con hielo por dentro, como… no sé…”[3]
Mientras, yo veo a la tía de Miriam con la
sobrina nieta en sus bazos y a la pequeñita completamente tranquila. Al revisar
a la bebita no encuentro nada anormal en ella por lo que le hago a Miriam una
pregunta que a mí mismo me sorprende:[4] “Señora, su hija está sana, ¿siente[5] que
hay algo que le impide disfrutarla?” Viéndome fijamente a los ojos y tocándose con
inquietud sus manos, me dice: “Sí, doctor,
¡mis manos!”[6]
Por mi contacto con el Enfoque Bio-Espiritual caigo en cuenta de que ella ‘sabe’[7] que en la sensación que
tiene en sus manos está expresándose el problema existente entre ella y su
hija. Entonces le digo que sé de un procedimiento que quizá aclare qué es eso
en sus manos que le impide no sólo disfrutar
sino aun bañar a su hija y le
pregunto si estaría bien que lo llevásemos a cabo. Me contesta que sí[8] y comenzamos el siguiente
ejercicio de Enfoque (Enfoque Bio-Espiritual).
Vea –le digo- si está bien cerrar sus ojos
para que no la distraiga nada de afuera. Accede, y al hacerlo, le pido que vea
si puede entrar a su cuerpo y desde dentro de él, dirigir su atención a sus
manos y contactar la sensación que siente[9] que tiene que ver con el
llanto de su hija al tratar de atenderla, de abrazarla.
No se trata –le hago saber- de buscar
explicaciones, de calmar o de pretender eliminar lo que siente, tampoco de
minimizarlo, de culparlo o de criticarlo, sino de ir a donde eso se siente y quedarse unos momentos con eso
de manera respetuosa. Tras uno a dos
minutos, súbitamente abre sus ojos con sorpresa y angustia y se me queda
viendo. Yo tranquilamente le digo que voy a seguir ahí con ella y que si lo
siente bien vuelva allí adentro. Vuelve a cerrar sus ojos, pero sigue nerviosa.
Entonces le pregunto si ha surgido una palabra, una imagen, un color, un
recuerdo, e inmediatamente me dice: “Sí,
son unas palabras: Nunca vas a ser una buena mamá para tu hija.”[10] Sorprendido yo también, le reflejo[11] estas palabras de manera
empática, al tiempo que le pregunto si ellas se conectan con la sensación de
sus manos y entonces me contesta: “¡Sí!”[12],
sin dudar.
Entonces le digo que vea cómo se siente todo[13] esto y en lágrimas me dice: “¡Muy triste!”[14] Le reflejo empáticamente esas palabras desde mi propia sensación
corporal sentida y le digo que está bien
sentir esa tristeza, pues ella había vuelto a abrir sus ojos como
interrogándome y/o interrogándose si no sería mejor salir y dejarlo todo. Los
vuelve a cerrar, y entonces le digo que vea dónde[15] en su cuerpo se siente esto tan triste. Está
buscando ese lugar y en tres o cuatro segundos extendiendo su mano por todo su
pecho me dice: “Aquí”.[16] ‘Aquí’, le reflejo[17] y le sugiero: Tal vez ese lugar triste
también esté necesitando que le demos[18] una acogida delicada, respetuosa.
Quiero que vea si puede ir ahí a su pecho donde está esta intensa tristeza y ofrecerle
su cálida, amorosa, presencia.[19]
Me contesta que lo intentará; poco después y
más tranquilamente, me hace saber que lo está haciendo. Le digo que vea si
puede quedarse ahí, esperando por si, como sus manos, ese lugar[20] también tiene algo que decirle
mediante una imagen, un recuerdo, una palabra, otro sentimiento…[21] Entonces, con un llanto que
viene de muy adentro me dice: “Es un recuerdo, es cuando estoy con mi hermanita
en el hospital, estamos ella y yo solas, la tengo en mis brazos y se está
muriendo”[22]
Con el impacto que recibí al escucharla se me
rasaron los ojos.[23] Al preguntarle, desde mi conexión empática conmigo mismo a la vez que con ella, ¿Cómo se siente todo
esto?, contesta tras
una breve pausa: “¡Con mucho dolor!”[24]¿Dónde –le digo- en su
cuerpo está este grande dolor? Se toma unos cuántos segundos de búsqueda, con
el llanto fluyéndole mientras posa suavemente la punta de su dedo índice
derecho y me dice: “Aquí… en mi corazón.”[25]
Entonces le propongo que vayamos también a
ese lugar transido de dolor a darle una presencia amorosa, acogedora, tal y
como lo hicimos con la sensación de sus manos y con la de su pecho; acepta, le
digo que se tome todo el tiempo que necesite para atender eso dentro de ella
y que reciba cualquier otra cosa que venga…
Está allí como unos tres o cuatro minutos (su
tía, que había salido con la bebita de mi oficina, estaba inquieta, así que le
hago la seña de que ya estamos por concluir) y comienzo a ver algunos cambios
en ella: su llanto ahora es apacible, su semblante, de lívido, pasa a
sonrosársele, su respiración antes entrecortada se ha suavizado; veo que todo su
cuerpo está relajado y en toda ella una expresión como de alivio, serenidad,
bienestar.[26] Le pregunto si hay algo más que necesite ser
atendido. Se queda revisando interiormente y con una leve sonrisa me dice que
no, que: “¡Ya todo está bien!”[27]
Para terminar, le pregunto si todo esto que
ha recibido ha dejado una sensación de agradecimiento, a lo que, insinuándosele
una leve sonrisa, me responde que desde antes, ella ha estado dando gracias por
todo cuanto ha venido.[28]
Entonces concluimos el procedimiento.[29] Ella va abriendo sus ojos y
poco a poco ajustando su vista a lo de afuera, como viniendo de un lugar
profundo, como regresando de una inesperada experiencia de apertura o expansión
de su conciencia.[30]
Ya que
se ha reconectando con lo exterior, le pregunto: ¿Cómo se siente, Miriam? Tras
una breve pausa buscando/encontrando palabras y como con una chispa de luz en
su mirada, me contesta: “Con ganas, doctor, de llegar a casa y bañar
a mi hija”.[31] Le pregunto si siente que este deseo proviene o se conecta con lo que acaba de
vivir, y me dice “¡SÍ!”, sin dudarlo.[32] Yo simplemente le digo que ella decide si
está bien hacer eso de bañar a su
hijita en cuanto regresen a casa. Ya se imaginarán lo admirado y sorprendido, y
el estado de bienestar difícil de describir y del que simplemente surgía un
“GRACIAS”.
Se van y a los 15 días regresan, madre e hija
a consulta de control, pero ahora las acompaña la madre de Miriam. De inmediato
la abuela me habla del cambio completo que había visto en su hija, me dice que
ella tenía que bañar a la niña porque Miriam no podía hacerlo. Le respondo que
ya me lo había dicho su hija, y entonces me comparte: “Cuando llegué del
trabajo por la noche pregunté, ¿Ya
está todo listo para bañar a la niña?, y qué cree doctor que me
respondió mi hija: Ya la bañé mamá.
Yo no lo podía creer”, concluye la abuela. Entonces comenta con sencillez la
joven madre: “Y ahora doctor, la niña
llora, pero no cuando la baño yo,[33] llora cuando la
baña mi mamá”.
La bebita no volvió a responder con llanto a los cuidados de su madre y Miriam
no tuvo más esa sensación de “frialdad”
en sus manos. Tampoco volvió a sentir que ‘nunca sería una buena mamá’. El
asunto madre-hija con toda la historia dolorosa que Miriam había estado
cargando por años, habían sido resueltos desde las profundidades de su cuerpo[34] ¡en unos cuantos minutos!
Tiempo después y tras varias consultas pediátricas
sucesivas verificando la buena salud y evolución de la pequeña Karen, le pedí a
Miriam su autorización para compartir su experiencia a fin de ejemplificar lo
que es
el Enfoque Bio-Espiritual. De inmediato, ella me la otorgó. En otra ocasión, y
después de haberle pedido en otros momentos que me pusiera por escrito lo que
había sucedido dentro de ella durante su ejercicio de Enfoque me contestó que
se le había dificultado hacerlo, pero que me quería compartir algo que le había
pasado. Estuve de acuerdo y me contó que:
A partir de la experiencia de la muerte de su
hermanita, ni ella ni su madre podían pasar frente al hospital donde la niña de
13 años murió; si no podían evitar pasar por allí, por lo menos se cruzaban a
la acera de enfrente.
Pero recientemente -me dijo- tuve a una prima
que es madre soltera, internada en un hospital Gineco-obstétrico que estaba
gravemente enferma. Aunque no estábamos de acuerdo con su manera de vivir, fuimos
mi mamá y yo a visitarla, nos enteramos de que estaba en la Unidad de Cuidados
Intensivos (UCI). La Asistente nos dijo que sólo podía pasar a verla una sola persona
y yo decidí entrar.[35] Como la buscaba visualmente y no la
encontraba, el médico me dijo, ¿a quién buscas? Le di el nombre de mi prima y
me dijo: “Es ella”. Teniéndola enfrente, no la reconocía pues estaba muy
pálida, hinchada, deforme, conectada a muchos tubos y rodeada de aparatos. El
médico me dijo: “Habla con ella”. Yo no sabía si hacerle caso o no, porque me
parecía o que se estaba muriendo o que ya estaba muerta. Al acercarme me di
cuenta de que respiraba. Entonces comencé a tocar su mano, a acariciarle su
rostro y a cepillarle su pelo[36] mientras le hablaba de cuánto nos queríamos
de niñas, de cuando jugábamos y disfrutábamos muchas cosas juntas, de las
travesuras que hacíamos…; le dije que, aunque mi familia no estaba de acuerdo
con su manera de vivir, yo la quería; que su hija de tres años la necesitaba,
que, de verdad yo quería que viviera… Y cuando me di cuenta, doctor, le estaba
escurriendo una lágrima por aquí, -me dijo-, señalándome la comisura de sus
parpados.
Al escuchar su relato también a mí se me
humedecían los ojos. Ella continuó: Cuando salí de visitar a mi prima, ya mi
mamá no estaba, no había soportado ni siquiera estar en la sala de espera del
hospital.
Su prima rápidamente se recuperó. Al
preguntarle yo a Miriam si la manera como la había atendido en tan crítico
estado tenía que ver con la ternura y afecto que ella le había dado a su propio
asunto, me dijo que sí, que precisamente quería compartirme la manera tan
amorosa como se había sentido acompañada y sostenida durante su ejercicio de Enfoque.
Entonces le dije “yo creo que lo que hiciste
libró de morir a tu prima”. Con sencillez me confió que su prima le había dicho
exactamente lo mismo. Que cuando estaba en la UCI, había tomado la decisión de
morir pues ya nada ni nadie, incluida su hija, le importaba, pero que cuando Miriam
estuvo con ella, al escucharla veía que un amoroso anciano de gran estatura, de
barba blanca y ataviado con una blanquísima túnica,[37] le decía, con la voz de ella
(de Miriam) lo que Miriam le estaba diciendo,[38] y que eso que recibió y la
manera como se le dio, fue lo que la llevó a decidir regresar.[39]
Todo esto ocurrió cuando su prima estaba en
estado de shock séptico (un alto
porcentaje de las mujeres que se infectan tras un aborto mueren en estado de
septicemia) es decir, sin una adecuada perfusión sanguínea de
su cerebro (y de todos sus sistemas) ella había tomado una decisión que no
dependía de su conciencia mental, racional, sin embargo, eso no sólo no le
impidió tomar esa trascendental decisión para el resto de su vida, sino que,
según se ha descubierto, se lo propició.[40]
Tiempo después Miriam pudo poner por escrito
su experiencia y me la dio para compartirla, lo cual ahora hago para ustedes.
Si lo relatado desde mi punto de vista puede ser sorprendente, en su escrito
ella comparte algo del proceso interior, corporal, que le dio salud a ella, a
su hijita, en su relación, con su prima, etcétera, lo cual puede abrir más a lo
trascendente mediante esta técnica/modelo llamada Enfoque Bio-Espiritual
(Bio-Spiritual Focusing).
Miriam describe así el desenvolvimiento del proceso experiencial corporal, y los
efectos en su vida, en sus relaciones familiares e interpersonales, efectos que
siguen fluyendo y expandiéndose hasta el día de hoy:
Al comenzar el
ejercicio de Enfoque, enfrento el enorme monstruo que es el miedo.[41] A partir de haber tenido esa experiencia, el cambio en mi vida fue
completo. Y no solamente cambió la mía, sino también la de mi familia.
Antes, yo sentía
que la vida no tenía sentido. Había perdido a mi hermana. Mi madre había sido
madre soltera y yo tenía que cuidar de mis hermanos y de mi casa.
Estaba falta de
cariño. Toda mi vida no habían sido más que puras responsabilidades. Tenía
miedo de casarme y de tener mi propia familia.
Era una persona
que no sabía expresar lo que sentía. Me daba miedo querer y no sabía cómo
tratar a las personas. Cuando me casé empezaron los problemas.
Uno entra al
Enfoque y empieza a sentir incertidumbre por lo que comienza a descubrir, pero poco a poco vas dándote cuenta
que es maravilloso lo que encuentras y lo bien que se siente estar ahí.
Empiezas y es
todo oscuro, negro. Es como un cuarto en tinieblas y sólo después de tanta
oscuridad y soledad a lo lejos se ve un punto de luz. Te acercas a ese punto,
pero cuesta mucho llegar hasta allí.[42] Se hace eterno el llegar a alcanzarlo.
Al llegar ahí vi
una luz[43] y una niña llorando de tristeza, miedo, soledad. No sabía esa niña
para dónde ir. Al acercarme[44] a ella comenzaron a moverse todos mis recuerdos; sobre todo los más
tristes que había vivido. Todos eran acerca de la niña. Hubo un momento en que
yo quería salir de allí.[45] Quería irme y dejar todo eso, pero una voz muy confortante me hizo
tener fuerzas para seguir[46] viendo todo lo que pasaba y cuando me di
cuenta ya no tenía miedo.[47] Era bonito estar viendo
eso. Conforme se me fue quitando el miedo iban
llenándose de más luz esos recuerdos. Poco a poco la niña dejó de llorar.
Entonces se levantó y todo se iluminó. Fue cuando finalmente le vi el rostro y
sonrió, que se convirtió en la adulta que soy.
A lo lejos había un
camino verde, lleno de flores y un cielo azul. Sentía tanta felicidad que pude
atender esos recuerdos uno por uno, sin miedo, tranquilamente. Entre esos
recuerdos estaba el más doloroso que había vivido. Me acerqué a donde llevaba
ese recuerdo y vi a mi hermana que había muerto. Puede verla y estar en ese
lugar con ella. Lo vi pasar todo desde su enfermedad. Fue maravilloso vivir esa
experiencia[48] pues le pude decir cuánto la quería y dar gracias por el tiempo que
Dios me dejó compartir con ella y por haber sido mi hermana.[49]
Después vinieron
los momentos felices que se me habían olvidado o los había dejado en un rincón.
Fueron muchos y grandes.
De repente caminé
y vi a mi familia que entonces era mi esposo y mi hija que acababa de nacer.
Estaban felices, esperándome con los brazos abiertos. ¡Y comenzó la felicidad![50]
Miriam Mendoza.[51]
Esta historia nos deja ver con claridad el
enorme potencial de salud, integración, desarrollo que trae consigo el echar a
andar los recursos corporales que todos tenemos y somos, generadores de cambios
profundos, permanentes y progresivos con sólo atrevernos a atender nuestros
asuntos inconclusos tal y como los estamos sintiendo. Simplemente ve cómo esta
joven mujer transitó[52] sucesivamente desde “nunca voy a ser una
buena mamá…”, hasta: “… ¡ya todo está bien!”, mediante pasos
ensamblados con un propósito y nuevos significados imposibles de determinar a priori, pero con una clara dirección
de vida nueva[53]. Como
haz podido darte cuenta, para llevar Miriam su asunto adelante lo ha hecho en/desde
su cuerpo. Hoy pues, sabemos de
manera probada y comprobada que este modelo conlleva un proceso de desarrollo
que todos los seres humanos tenemos a nuestro alcance simplemente poniendo a
trabajar los recursos con los que ya hemos sido dotados. También puedes ver que
llevarlo a cabo no es algo complicado, sino que, maravillosamente, su
resolución fluye desde nuestro interior, lo cual ¡disfrutamos!
Toda relación madre/hijo se empezó a gestar
en la futura mamá antes del inicio nuestra gestación biológica, así que todos
los seres humanos tenemos enfrente el reto de asumirla y resolverla, para lo
cual, afortunadamente ahora contamos con este modelo que ha estado probando y
comprobando su eficacia, de lo cual, esa historia, entre muchas, es un bello
testimonio.
Si tú res como yo, seguramente habrás estado
buscando soluciones a algún asunto doloroso sin haber tenido acceso al proceso
corporal de la salud integral. Afortunadamente hoy sabemos y constatamos que no
es cuestión de conocer a detalle de dónde y cómo aparecieron nuestros
problemas, sino que, gracias a poner a trabajar estos recursos, podemos incluso
decir que no se trata de solucionar nuestros problemas, sino de permitir que su
resolución se nos dé al estar
presentes para ellos de la manera como aquí se describe. Así que tienes a tu
disposición este material escrito, para, con él, acceder a tus propias
experiencias, tanto a las deleitantes como a las dolorosas. Y si tienes
dificultad para ello, aquí te dejo mi dirección para trabajarlo tú y yo,
juntos.
Juan B. Prado Flores jubpr@yahoo.com
[1] Publicada en: http://www.focusing.org/folio/Vol20No12007/11_BefriendingFear.pdf
[2] Al decirme Miriam (M), no sé qué le pasa …. parece que tiene la esperanza de que, al consultarme, yo le diga por qué su hija responde con llanto a sus cuidados maternales. Obviamente yo no tengo tal explicación, no la tiene nadie y aunque la hubiera, eso no generaría ningún cambio en la pequeña.
[4] Aunque entonces
yo no supe de donde procedía esta pregunta tan directa, “intrusiva”, casi
ofensiva que le hice, gracias a ella no sólo se mantuvo nuestra interacción en la
esfera de lo sensitivo, sino que le cerró el paso a los mecanismos mentales
evade-proceso que nos encierran en prácticas codependientes y adictivas que nos
impiden dar con el proceso del cambio hacia lo saludable en la resolución de
nuestros asuntos dolorosos, difíciles, complejos.
[12] Desde el filósofo, psicoterapeuta Eugene T. Gendlin: “Usamos la palabra ‘simbolizar’ en un sentido raro pero cierto. Simbolizar aquí no significa representar en símbolos”. En este contexto, símbolo es algo no racional que viene al estar atendiendo un asunto físicamente sentido, ya sea una palabra, una imagen, un recuerdo, lágrimas… cualquier cosa que encaje, que se ajuste, que se adecúe, se ensamble con el significado-sentido, llevando adelante el proceso y cambiando su sgnificado. Ver Existencialismo y Psicoterapia Experiencial en Psicoterapia Experiencial y Focusing. La Aportación de E. T. Gendlin, en C. Alemany, Desclée De Brouwer, p. 50.
He sido testigo
presencial (y participante) de que lo que ha dicho Gendlin es absolutamente
cierto, aunque, desde
una mirada puramente racional, pueda parecer todo lo contario. Este “Sí” de M nos hace saber que la
sensación de sus manos y las palabras nunca
vas a ser una buena mamá han ensamblando perfectamente. A esto tanto Rogers
como Gendlin le llaman congruencia que, como experiencia interior,
sabemos/sentimos que estamos en un territorio en el que no hay caminos
trazados; estamos en lo inédito, es decir, en territorio sagrado.
[14] Ha venido, como en cascada, este nuevo, desgarrador sentimiento del que M quisiera huir. Puedes darte cuenta de que el eje de donde parte el proceso bio-espiritual es el SENTIR, a veces placentero, a veces, como ahora, tremendamente intenso. Aquí cobra especial relieve la presencia empática de quien la está acompañando.
[15] Esto es una invitación a ir a donde, en su cuerpo, se aloja este sentimiento, ubicándolo tras breves momentos de búsqueda.
[22] Ha venido un nuevo símbolo que nos resitúa en lo inesperado, lo vacío, lo impensable, lo incomprensible, en tierra de nadie o como le quieras, de acuerdo a tu propia experiencia, llamarle. Sin embargo, y como veremos más adelante, en este espacio, Miriam ha estado llevando adelante el duelo por la muerte de su hermana…
[25] Otra sensación con significado-sentido
o sensación sentida: (felt sense, Gendlin)
que, por definición, siempre tiene algo MÁS que revelar. Y te imaginarás mi
asombro…
[26] El asunto inconcluso se ha
completado (resuelto) desde sus más profundas raíces corporales, dejando….
[27] … dejando una sensación de
alivio, de bienestar, de liberación de una gran carga, lo cual yo pude
constatar. Desde la investigación de
Gendlin, a esto le llamamos “cambio corporal sentido” (felt shift).
[28] Por sí misma, Miriam ha dado el Sexto Paso
del EB-E: “Nutrir y fortalecer” que consiste en que habiéndose dado uno cuenta de
que el proceso se ha dado sin intervención del razonamiento ni de la voluntad,
es decir, que claramente siente que ha recibido un impensable regalo. Para
cuando yo se lo sugerí, ella ya lo había hecho, lo cual nos indica que no es un
agregado, sino algo integral a la experiencia misma. Esto abona a que se trata
de un proceso absolutamente gratuito.
[30] Hoy todo mundo sabe que la apertura a la experiencia de La Verdad, el Sumo Bien, la Iluminación, etcétera, implica siempre una ampliación de nuestro estado de conciencia, tal como ocurre también en los fenómenos paranormales, como la telepatía, la precognición, la telequinesis entre otros.
[31] En la llegada de esta decisión, libre, empoderada, proveniente del propio proceso corporal, sin ninguna dirección, insinuación, inducción, consejo, menos intrusión dados desde el exterior, y sin que hubiera de por medio ningún proceso mental, racional, reflexivo, inductivo, deductivo o volitivo, Miriam ha tenido acceso a nueva simbolización de su experiencia. Todo esto me trae el registro sentido de un dicho bíblico que antes de mis experiencias de Focusing y Bio-espiritualidad no había tenido el especial sentido que ahora tiene para mí: “Pero me formase un cuerpo y heme aquí dispuesto a hacer tu voluntad.” Quizá ahora podamos ver que esta mujer fue preparada paso a paso, para hacer “la voluntad de Dios”. Pero nos falta ver hasta dónde ha llegado esta decisión/acción en la vida de Miriam y, mediante ella, a su entorno.
[33] Miriam había previamente tratado de bañar a su hija. Lo había pensado, repensado y decidido. Pero no había podido lograrlo. La energía para llevarlo a cabo y disfrutarlo madre e hija le vino del empoderamiento que el proceso corporal le había conferido. Ahora, no sólo la baña, sino que la limpia, la purifica de todas las dolorosas historias inconclusas que, completadas y resueltas, no solo no se interpondrán en la relación madre/hija, hija/madre, sino que serán fuente de salud y desarrollo para ambas.
[37] Muchos testimonios de personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte (ECM) se refieren a estas figuras como “seres de luz” que las envuelven en amor, las acompañan, las guían, las empoderan y regresan de sus ECM sin temerle a la muerte. Han tenido una experiencia directa de lo trascendente que ha transformado sus vidas.
[39] Esta historia
-como muchas que se producen en quienes entran a su proceso bioespiritual- se
inscribe claramente en lo que se ha llamado: experiencias cercanas a la muerte
(ECM), en las que la masa cerebral carente de perfusión sanguínea debido, como
en esta historia al shock séptico en que se encontraba su prima Rocío, había
dejado de funcionar, dejando libre paso a material
que no viene de ella, sino de otra más abarcadora y sabia dimensión.
[42] Son nuestros mecanismos de control los que nos dificultan entrar en el espacio interior en el que, de manera pacífica, pacificadora, se produce el cambio.
Muchas experiencias
cercanas a la muerte (ECM) hablan de que al estar las personas en ese estado,
muchas veces los familiares finados vienen a su encuentro y dialogan con ellas.
Esta experiencia y muchas otras parecidas relatadas en otra publicación, uno se
pregunta qué tan cercano a una ECM puede conducir un ejercicio de EB-E o quizá
más bien, como podemos atender nuestras pérdidas, nuestros duelos, nuestros
asuntos detenidos sin necesidad de tener una ECM.