miércoles, 3 de agosto de 2011

MI PRIMER CONTACTO CON GENDLIN Y EL FOCUSING, Y ALGUNAS DE MIS PRIMERAS EXPERIENCIAS


1) 1982-84 (¿?): MI PRIMER CONTACTO CON GENDLIN Y EL ENFOQUE:
Leo el libro “LA TRANSPERSONALIDAD Y SU HORIZONTE” de L. J. González. (Creo que es su tesis doctoral en espiritualidad) Cita a Gendlin al tratar el tema central de su investigación, que es la experiencia. Y en el capítulo sobre “La comunicación con el propio yo”, ¡están, sucintamente escritos en media página, los pasos del Enfoque! Recuerdo que estuve tratando de seguirlos varias veces en diferentes momentos y ocasiones. No logré descubrir cómo llevaba mi cuerpo algún asunto, menos atender la sensación física (sensación-sentida) de ello hasta que me revelara algo mediante la venida de algún símbolo. Este fue mi primer contacto, casi totalmente fallido, con el “FOCUSING”.

En algún lugar, mi cuerpo había guardado este contacto inicial. Qué lejos estaba de un día experimentarlo, aprenderlo y luego, ¡compartirlo!


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2) Martes l9-IV-94: IMPOSIBILIDAD DE ENTEDER ESO DE QUE “¿DÓNDE SE SIENTE TODO ESTO?” O SEA REGISTRAR FISIOLOGICAMENTE MIS SENTIMIENTOS.

Primer intento de Enfoque: Estoy en terapia con Ma. Esther Barnetche Le cuento mi historia personal y asisto, guiado por ella a mi nacimiento, tengo miedo, mucho MIEDO DE NACER, busco dónde se encuentra ese miedo, me es imposible localizarlo. He permanecido en un nivel intelectual diciéndome a mí mismo algo como: ¿qué no mi mente tiene que poner orden allí, en mis sentimientos? Hace mucho tiempo (cuando tenía unos 9-10 años) decidí que ya no quería sentir y desde entonces solo aprendí a pensar mis sentimientos para poder controlarlos pues no sabía qué hacer con ellos. Entonces Ma. Ester me dice ‘estás desconectado Juan’, y me indica que haga ejercicios de sensibilización sensorial como sentir el piso al caminar, el agua al bañarme, al beberla…



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3) 6-X-94: UN ACOMPAÑAMIENTO DENTRO DE MI TERAPIA, ME PERMITE ACOMPAÑARME A MÍ MISMO, CUANDO TENÍA UNOS DIEZ AÑOS.

Estoy haciendo un intento más de enfocar en terapia con MEB. Me pregunta cómo me siento y contacto un leve zumbido, un dolor de cabeza, una cierta tensión en las piernas; el cuello tenso. Al permanecer con todo esto un largo rato con la compañía de ME, aparece cuando en días previos JP mi hijo ha chocado el coche y llega pidiéndome dinero para pagar la compostura, muy enojado con él, se lo niego y se va a conseguirlo con alguien. Ahora me siento muy mal de no haberle dado ningún apoyo al haber recurrido él a mí. Hay una opresión en mi pecho que se relaciona con mi actitud lejana y reprobatoria hacia mi hijo. Vienen conexiones con experiencias en las que yo tampoco recibí apoyo cuando más lo requería, pero temo sentirme peor si me pongo a atender eso. Tengo mucho miedo de lo que pueda haber debajo. La voz de ME es de una presencia tal que me permite atender el cómo se siente no poder estar con eso. “Nadie me había hablado así, nadie ha estado conmigo -me digo- de esta manera, con tanto respeto, delicadeza, paciencia” (esto me emociona nomás de recordarlo). Gracias a esa presencia de ME puedo acompañar como llevo todo esto. Entonces aparece un como escenario, un espacio de unos 20 metros ante mí, en tonos cafés; al irse desvelando la escena, aparece la imagen de un niño de unos nueve-diez años. Está en cuclillas, con una varita en la mano, agachado, viendo al suelo, parece estar jugando. Visualizo unas vías de ferrocarril y me doy cuenta que yo conocía muy bien ese lugar; era por donde, de pequeño, había pasado muchas veces rumbo a la granja de papá. Me acerco al niño y, no, no está jugando, está llorando; está experimentando una TRISTEZA muy grande y una profunda SOLEDAD. Veo caer en el suelo gruesas lágrimas desde sus ojitos. Me acerco y ese niño ¡soy yo! Entonces me doy cuenta que es el momento cuando yo, estando en ese sitio hacía unos cuarenta años, estaba diciendo para mí mismo con un gran dolor, rabia, impotencia: ¡ya no quiero sentir!, ¡ya no quiero sentir! al al tiempo que  me venían imágenes de los perros del mercado que volvían una y otra vez allí buscando algo que comer a pesar del maltrato que recibían de la gente. A esa edad, la única explicación que la conducta de esos animales tenía para mí, era que ellos habían aprendido a ya no sentir, porque, -me decía-, si sintieran el maltrato: patadas, cubetadas de agua caliente o sucia, palos… ya no regresarían. Y yo quería ser como ellos. Pero ahora, ese niño tiene miedo de mí, adulto y no me deja acercarme. Yo también temo ponerme en contacto con su dolor, todo esto me rebasa. mediante las indicaciones de ME logro acercarme a él delicada, tiernamente, y poco a poco me permite acompañarlo y luego acariciarlo; entonces lo levanto y recuesta su cabecita sobre mi pecho. Le puedo expresar que quiero ser su amigo, que lo amo y que quiero que en adelante vayamos juntos. Yo mismo puedo sentir con-en mi propio cuerpo, lo que le estoy diciendo. Es el momento más duro, difícil y doloroso que he vivido en mi terapia con ME. Al finalizar el ejercicio, curiosamente me siento relajado, contento de ese encuentro y lleno de esperanza de haber descubierto esa parte lastimada, abandonada de todos y por muchos, muchos años, de mí mismo, que ahora requerirá de toda mi atención, de mis cuidados, de mi ternura, ya que al fin y al cabo son yo mismo. Al despedirme de ME, me dice: “Vas a salir adelante Juan”. Siento que esto proviene de un don especial de ella en el que debo creer. Más tarde me entero que “todos tenemos el material interno necesario para llevar a cabo el proceso del Focusing”: (E. T. Gendlin). Ella simplemente me ha estado enseñando, antes que nada con su propia, personal, compañía y presencia, a poner en acción ese ‘material interno’.

Un breve comentario: Tiempo después pude darme cuenta que el asunto no era tanto el no querer sentir, sino el darme cuenta de que mis sentimientos y las necesidades de las que ellos me hablaban, no parecían importales a nadie. Hay dos efectos en ello: a) al desprendernos de lo que sentimos estamos en el límite de la esquizofrenia. a) pero el peor efecto fue el no haberme permitido hasta entonces sentir mis propias necesidades, expulsándolas, al ver que no podían ser satisfechas.
Este proceso de diferenciar los propios valores es típico del Enfoque. 



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5) Sin fecha exacta. CONEXIÓN ENTRE EL ENFOQUE Y LA REVELACIÓN JUDEO-CRISTIANA:

Estoy tratando de atender un asunto difícil. Lo he detectado física, profundamente en mis entrañas. Es casi como si ellas estuvieran expuestas al exterior. En eso viene el relato bíblico de cuando Abram está ofreciendo a Dios el sacrificio que Dios le ha ordenado tras haberle hecho una increíble promesa. Están los cadáveres de los animales del sacrificio partidos por la mitad y expuesto su interior mientras Abram aleja a los animales carroñeros que quieren devorar las entrañas de los sacrificados, hasta que, anocheciendo, viene una antorcha que pasando por en medio de ellos, produce un aroma que Dios recibe como algo digno de él. Entonces viene que el proceso del enfoque es algo como esa metáfora. Quien enfoca está exponiendo sus entrañas a la acción de un poder más grande que produce el cambio. El Facilitador está impidiendo que esas entrañas expuestas sean devoradas por los procesos mentales de quien enfoca, hasta que esa carne partida por la mitad sea abrasada por la antorcha y transformada en algo digno de Dios (la palabra “sacrificio” significa literalmente hacer lo sagrado). Me confortó mucho esa similitud.


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11) Madrugada del domingo 22: RECIBIENDO EL REGALO DE SER REAL CON LO QUE ES REAL EN MÍ: UN-MISMO-IDIOMA, UN-MISMO-CUERPO. Y…DOS ASUNTOS, “PARECIDOS…”

Por la noche llega mi compañero de cuarto al curso de seis días de Enfoque Bio-Espiritual. Un joven abogado. Está un poco despistado: me pregunta “¿qué te parecen los expositores?” De primerísimo nivel, le digo, -ah ¿sí? -me dice-, “a mí me parece, sobre todo el viejito, como muy inhumano”. -¡Edwin McMahon inhumano!- ¿De dónde salió este ente?, me pregunto. Luego me dice: ya voy a tratar de dormirme porque sufro de insomnio y quiero levantarme temprano para ponerme a correr, porque la única manera que tengo de poder dormir es caer rendido. Éste vino a hacer antifocusing -me digo. Se toma su hipnótico, se despide, e ipso facto se queda dormido; ¡y el insomne se pone, en serio, a roncar! Pasa el tiempo y hago ruido para que despierte. Inútil, pasa más tiempo y me pongo de malas, ya me dio en la madre me digo, a mí y a mi curso, mañana voy a pedir que me cambien a otro cuarto. Doy vueltas y vueltas en la litera, golpeo la suya (cuya base es como de concreto), le hablo fuerte, imposible que despierte. (Ese día me había dormido a las cuatro de la mañana por el problema del conflicto con la colega del consultorio. Fue hasta que tomé la Biblia y la abrí en el pasaje de “...el primer día de la semana” cuando Ma. Magdalena muy de mañana va con las otras mujeres al sepulcro de Jesús, y de inmediato me quedé dormido. Dormí dos horas y me levanté para ir al curso de Enfoque a Querétaro.) Llega el momento en que no soporto más y muy enojado, salgo del cuarto. Es domingo y son las 4 A. M. Me pongo a caminar fuera del edificio. La noche es fresca, huele a establo, me conecta con la granja de papá, cuando me quedaba a dormir allá, yo solo. Viene el recuerdo de la oración enfocada “con alguien que realmente te ama”. Veo el cielo, me conecta con cada uno de mis seres queridos, tan lejanos y ahora ¡tan cerca!: Lisette, mis hijos, mis padres, mis hermanos; las estrellas, la luna, el aire, en todo hay un significado sentido en mi cuerpo. Del otro lado de la carretera está Tarimoro, el pueblo natal de mis padres, me conecto con ellos, con cada uno de mis trece hermanos, también con mis antepasados difuntos. Me dirijo, emocionado, al establo aledaño a la casa de retiros, acompaño también al ganado, una vaca respira trabajosamente, está a punto de parir; desde que me encontró no ha dejado de acompañarme la perrita de la casa a donde quiera que voy. Siento vivamente su tierna, delicada presencia. Veo un punto en el aún negro cielo que se extiende lentamente en el horizonte como una raya roja. Al descubrir que es un avión me digo ¡sólo esto faltaba!, la estúpida tecnología que viene a poner todo al revés donde todo me atrae, se ilumina, me conecta”. La estela de vapor que deja atrás es de color brillante en medio de la negrura; se agranda el chorro rojo y comienza a escuchase el ruido de los motores. Mientras se acerca, me conecto con el piloto, está dejando a su familia para ir a su trabajo, a mí también me pasó eso cuando hacía guardias de 24 horas en el hospital, como y también ahora mismo en el retiro-taller; contacto con alguien en el avión que va de negocios, otro perdió un familiar y va a despedirse, otros van de vacaciones, otro… yo voy con-en cada uno de ellos, el gozo de pertenecer y de contactar con cada uno es indescriptible, todo es una perfecta unidad, y yo -el que siempre se ha sentido excluido de todo y de todos-, formo parte de ella.

Pasan las horas y sigo conectado a todo cuanto siento, cuanto veo, cuanto existe, parece que eso que llaman Dios está en mí, estoy en él… Viene el texto que leí hacia unas 25 o 26 horas: De hecho hoy es “El Primer día de la Semana…” y estoy ante el acontecimiento más importante de mi vida. Me siento como estar resucitando. No hay nada, absolutamente nada que se sustraiga a mi conexión interior. Cada paso cada respiración, cada latido están llenos de significado. Pasan las horas, empieza a venir una cierta claridad, y comienzan a salir los primeros madrugadores que han venido al curso. Nada me impide seguir conectado. Son como las 7 de la mañana, voy al cuarto para bañarme, los ronquidos de mi compañero de cuarto continúan, atenuados por momentos y luego subiendo de intensidad. Una voz dentro de mí dice al estarlos escuchando: “si ni roncaba tan fuerte, Juan…”, pero de inmediato otra voz interior responde: “solo recuerda que saliste de aquí porque estabas encabronado”. Me doy cuenta que fue precisamente el hacerle caso a mi enojo lo que me llevó a esa conexión conmigo mismo, con las cosas, con mi gente querida, con Dios, ¡Y estaba a punto de admitir que todo había sido una equivocación sin sentido con aquél: “Si ni ronca tan fuerte…”! Voy al comedor, no necesitan decirme que debo estar en silencio, traigo toda la experiencia resonando dentro de mí. Me sirvo el desayuno, necesito tan poca cantidad, cada bocado, cada sorbo, cada sabor es una bendición para mí, así lo siento. Cuánto respeto, cuánta reverencia por los alimentos, cuánta gratitud a Dios por todo lo que me está dando. Si en estos momentos me dijeran que ya fue todo -me digo-, de verdad que me regresaría satisfecho. Empieza P. Edwin a hablar acerca del escandaloso volumen de la música del pueblo que comenzó la tarde anterior durante la primera exposición teórica y que se extendió hasta entrada la noche. Para entonces yo estaba conectando su experiencia con la “música viva” de los ronquidos de mi compañero de cuarto. Para darnos una idea de cómo funciona el Enfoque, Ed nos comparte que al atender su sentimiento de frustración por lo de la “música”, le vino el recuerdo de cuando tuvo sus infartos cerebrales y que aquél tun, tun, tun, de la noche anterior le había conectado con cómo sentía intensos latidos dentro de su cabeza después de los infartos, junto con el miedo de padecer otros, y cómo, al atender cómo llevaba eso, en lugar del miedo vino mucha paz. Con humor nos decía cómo tuvo que venir a México para conectarse con ese miedo gracias a ese tun, tun, tun, exasperante de la música del pueblo. Yo, impresionado me digo que lo mismo me ha pasado a mí, en relación con mi experiencia que acabo de vivir gracias a los “benditos” ronquidos de mi compañero de cuarto. Allí comprendí que el idioma como le había hablando a Ed su cuerpo y como me hablaba a mí el mío, era ¡exactamente el mismo! Por supuesto que los contenidos son personales, pero el proceso corporal del cambio, ya sea en una persona que tiene 40 años enfocando y el de quien apenas intenta hacerlo, ¡es exactamente el mismo descubierto por el Dr. Gendlin! Esto me llevó a entender de una manera sentida lo que Edwin McMahon siguió diciendo: que él, yo (y todos) somos “¡Un solo Cuerpo!” en la más íntima conexión, y al que san Pablo le llamó “Cristo”



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15) 25-XI-94: MI PRIMER ACOMPAÑAMIENTO DE EBE: EXPERIENCIA DE ESTAR EN TERRITORIO SAGRADO.

Los siguientes días y noches en relación con mi compañero de cuarto son singulares, a veces, parece querer enfocar pero no puede, la mayor parte del tiempo parece estar fuera de contacto con el curso, con él mismo y con todo lo demás. Sus comentarios me parecen, en su mayoría, grotescos. El jueves por la mañana está muy inquieto, enojado porque alguien le ha robado la escalera para subir y bajar de su litera. Estás enojado ¿verdad? Le digo. Estaba a punto de salir a correr (para empezar a cansarse y luego poder dormir), pero se para en seco, fija su vista en mis ojos y me dice: “¡Hazme un Focusing!” No lo puedo creer. ¿Yo?, le digo, si nunca he hecho uno en mi vida (nunca había acompañado a nadie a enfocar) -“¡Hazme un Focusing!”-, me repite mientras se sienta en mi litera y cierra sus ojos. No hay manera de decirle que no, con una inmensa emoción le doy las orientaciones de la técnica del Enfoque ¡que estoy a penas conociendo! Él toca algo verdaderamente importante. Emocionado dice: “Se me está entregando, se me está entregando”, mientras parece recibir algo como muy sagrado en sus brazos y como viviendo una experiencia con la totalidad de su cuerpo. Tras unos intensos minutos recibiendo algo está (estamos) transformado(s). Salgo de allí rebosante de felicidad. El ya no tuvo que salir a castigar su cuerpo. Yo He sentido lo que se siente al acompañar a otra persona a enfocar. Es una experiencia realmente reveladora. Nunca me sentí más cerca de nadie. Voy a desayunar sin poder aún entender nada. Al llegar al grupo pequeño, su prima que está en mi grupo me dice admiradísima ¿Que le hiciste un Focusing a X verdad? Si, le digo, fue una experiencia tremenda para mí. Fue, literalmente, como estar en territorio sagrado, y verdaderamente esas fueron las palabras que surgieron mientras lo acompañaba: “Quítate Juan, las sandalias porque donde estás es territorio sagrado.” Y aunque estaba sentado junto a él yo me sentía interiormente de rodillas ante lo impresionante que era para mí estar ante una experiencia de Enfoque tan intensa, tan real, sentida como sagrada. De allí en adelante y hasta terminar el curso, me agradecía cada vez que comentábamos algo del curso. “Ni con mi facilitador lo pude hacer como contigo”, me decía. Era un milagro para mí que pasara eso con alguien que yo estaba odiando al principio del curso, alguien que no me había dejado dormir, alguien a quien veía como quien me iba a echar a perder mi curso de Enfoque que tanto había deseado dejado otras cosas importantes; alguien que no entendía nada de lo que estaban diciendo los Padres ni menos darse cuenta de ante quiénes estábamos. Yo no lo podía creer. Pero, ¿puede creerse lo impensable, lo inimaginable, lo inaudito?

¡Saludos!

Juan B.

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