miércoles, 5 de octubre de 2022

Experienciando la vida del Espíritu en el cuerpo

 EXPERIENCIA

AL ESPÍRITU EN TU CUERPO

“¡Oh insensatos gálatas!

...Comenzando por el espíritu ¿termináis ahora en la carne?

 

Saulo de Tarso[1]    

 Introducción

 Estas palabras que tan claramente expresan la condición de los recientemente convertidos Gálatas a la fe cristiana hace unos 1950 años, no nos viene menos bien a aquellos de nosotros que vivimos, no en el espíritu, sino 24 horas diarias en la ‘carne’.

 Lo que nos compartió mi madre con relación a cuál y cómo fue el proceso que le permitió, a partir de atender y sostener lo que sentía y mediante pasos sucesivos ir acercándose a papá física y afectivamente hasta llegar a una relación con él verdaderamente admirable, me dio la clave del asunto. Por supuesto que de no conocer el Enfoque Bio-Espiritual (EB-E), yo jamás hubiera desentrañado los pasos que en ella se llevaron a cabo, cuyos efectos siguen actualizándose entre ellos (mis padres) día a día y dando vida a su alrededor.

 Desde dónde estamos viviendo nuestra vida

 Pero, ¿Qué es exactamente ‘estar en la carne’? En realidad, no es muy difícil aclararlo: nuestra mente necesita entrar en acción ideando, analizando, infiriendo, deduciendo, planeando, proyectando, ejecutando, solucionando, en una palabra, tomando el CONTROL de cuanto tiene a su alcance. Con cuanta frecuencia mi mente se mete donde no la llamo; ella, ciegamente, quiere hacerse cargo de todo; no le importa si el asunto es o no de su incumbencia, pues ni siquiera sabe -estoy absolutamente convencido- si existe algo que esté fuera de su competencia; ella no distingue cuándo se trata de asuntos de sobrevivencia para lo que ciertamente ella es nuestro mejor recurso, y cuándo las cosas corresponden al ámbito de lo trascendente y es preciso mantenernos ahí, ya que por su propia naturaleza, la mente intenta ‘ponerse en el asiento del conductor’, ¡SIEMPRE!

 La crítica de Pablo a la mente divorciada del Espíritu es tan contundente, masiva y demoledora que puede resultarnos igual que a algún judío helenista de aquellos tiempos: una exageración, una irreverencia, algo absolutamente incomprensible, el dislate de un renegado contra la razón todopoderosa.

 Escuchemos a Pablo:

  Rm 1: 21,22: “Se OFUSCARON en sus razonamientos[2] y su INSENSATO corazón se ENTENEBRECIÓ... jactándose de sabios se volvieron ESTÚPIDOS.”

  Rm 1:28: “...y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente RÉPROBA.”

 1ª. Cor 2:14: “El hombre naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios; son NECEDAD para él”.

  Ef 4:18: “...que no viváis ya como viven los gentiles, según la VACIEDAD de su mente, sumergido su pensamiento en las TINIEBLAS y excluidos de la vida de Dios, por la IGNORANCIA que hay en ellos por la dureza de su cabeza”.

 1ª. Tim 6:5: “...discusiones sin fin propias de gentes que tienen la inteligencia CORROMPIDA”.

  Expresando exactamente lo mismo con un lenguaje arcaico, provocativo y, para nuestra manera de ver hoy las cosas, sexista, en el Libro de Job, joya de la sabiduría de todos los tiempos, el Autor construye un diálogo entre el personaje central y su propia mente, la que es incapaz de entender la Vida, Dios, desde la adversidad, el dolor, el abandono, la enfermedad, la muerte. El hagiógrafo expresa esta realidad mediante un altercado mujer (la mente) / marido (Job): “Entonces su mujer (su mente) le dijo: ‘¿Todavía perseveras en tu entereza? ¡Maldice a Dios y muérete!’ Pero Job le dijo (a su mente): ‘Hablas como una ESTÚPIDA cualquiera. Si aceptamos de Dios el bien, ¿no aceptaremos el mal?’ [3]

  La experiencia de la vida del Espíritu en el cuerpo

 Es por ello que en la experiencia de Pablo, la vida en el Espíritu implica:

 “La renovación de la mente”: Rm 12:2.

“...Renovar el espíritu de vuestra mente”: Ef 4:23. 

“...tener la mente de Cristo: 1ª Cor 2:16.

 Metánoia, entendida como conversión en el lenguaje religioso, etimológica y literalmente no es sino: meta = más allá, y nus = mente, ¡más allá de la mente! Es obvio pues que la mente no dejada atrás, se opone al Espíritu, lo cual no podemos corroborar sino desde el Espíritu, pues desde la órbita mental la vida en el Espíritu parece ser burda ignorancia, necedad.

 Pablo había aprendido a discernir claramente entre la experienciación de la vida del Espíritu en el cuerpo y el imperio del dominio que una mente ávida de control, ejerce sobre el ser humano. Pero además aprendió muy bien a dejarse conducir por el Espíritu, quien lo llevó a trascender sus patrones protegidos por el hábito (McMahon), sus “totales congelados” (Gendlin), impulsándolo, en cambio, por caminos incomprensibles para la mente e intransitables sin el poder del Espíritu.

 Notando la diferencia

 Es claro entonces, que depender y someternos a una mente insensata, estúpida, réproba, vacía, entenebrecida, ignorante, corrompida, es vivir en la carne, y esto es nuestra oposición a la vida en el Espíritu, a la vida de Dios EN el ser humano.

 Sin darnos cuenta de ello, a veces queremos ayudarle a Dios ¡ayudarle a Dios!, (enmendarle la plana, y hasta decirle lo que tiene que hacer y cómo hacerlo) desde nuestra mente, analizando, planeando, instrumentando llegando a lo concreto de la acción, dominados por la urgencia (mental) de construir el Reino, imponiendo nuestra agenda (praxis), pensando que como somos creyentes, discernimos los signos de los tiempos, pensando que lo que decimos, hacemos, especulamos, es según el Espíritu.

 Es mucho más fácil de lo que nos imaginamos, creer, ingenuamente autoengañados, estar y permanecer en él. Esto puede ser algo tan imperceptible que frecuentemente tampoco nos damos cuenta cuando alguien se deja guiar por el Espíritu. Y si hay duda preguntémoselo a los ‘buenos’ de ayer y de hoy que, crasa equivocación, se encargaron de llevar a la muerte a Jesús de Nazareth y a muchos más que, a lo largo de la historia, se han dejado conducir por el Espíritu.

 En el libro ‘Cómo Escuchar al Espíritu. Un Método de Discernimiento’, su autor muestra, convencido y basándose en el ejemplo de algunos de los grandes personajes de la Biblia, cómo hacerlo. El 1er. punto propuesto es: Escuchar lo que realmente sientes, lo cual, ahora sabemos, que nuestros SENTIMIENTOS son el sofisticado lenguaje del cuerpo, experienciado (como lo experienciaba san Pablo) de una manera sentida, integrado a un Cuerpo más Grande. Recordemos también que Ignacio de Loyola fundamentó su espiritualidad y su discernimiento en el sentir. Sí, experimentar fisiológicamente (lo cual incluye acoger y escuchar) lo que realmente sientes, es abrirte a lo que el Espíritu te dice desde su propio santuario que es tu cuerpo (1ª Cor 3:16). Ahora sabemos que todo y lo único que tenemos que hacer es permanecer con lo que estamos sintiendo, sin oponernos a que desde allí, se nos regale el proceso de integración-santidad en el cuerpo (NO EN LA MENTE), partiendo de lo que es tan real como que lo estamos sintiendo.

  El 2º punto del citado método es: COMPRENDER hasta dónde te llevan tus sentimientos. Aquí empieza el problema. Hasta ahora, son muy pocos los que han descubierto la sabiduría que nos regalan nuestros sentimientos cuando los acompañamos hasta que se forma el ‘significado sentido’ en el cuerpo, de la TOTALIDAD del problema o asunto con el que ellos (nuestros sentimientos) están tratando de ponernos en contacto, y les permitimos “decirnos lo que nos tienen que decir” para así -y solo así,- poder asumir e integrar plenamente la historia que está debajo de ellos. Así que una comprensión intelectual de nuestros sentimientos, un “discernimiento” mental acerca de a dónde ellos nos llevan no tiene sentido a la luz del descubrimiento de que el potencial del desarrollo humano, no está en un nivel cognoscitivo proveniente del análisis o del conocimiento intelectual, como lo demostró el Dr. Gendlin precursor del Enfoque (Focusing); lo mismo parece decir san Pablo cuando afirma “Realmente mi proceder ni yo mismo lo entiendo... Pues no hago el bien que quiero...” (Rm 7:15-19). Pretender comprender su conducta sacaba a Pablo de la vida en el espíritu, por lo que no tenía ningún sentido decantarse por la comprensión mental de una conducta contraria al espíritu pues, por ese camino, terminaba haciendo ‘el mal que no quería hacer’ cuantas veces se había dejado guiar por su mente “réproba”.

 Así que no se trata de llegar a una comprensión mental de hasta dónde nuestros sentimientos nos llevan, sino de permanecer en ellos. Por cierto parece que a san Pablo ni se le ocurrió siquiera tratar de comprender intelectualmente, sus sentimientos pues eso no sirve para nada y es pérdida de tiempo’; ‘es un callejón sin salida’, nos dice E. T. Gendlin y lo recalcan McMahon/Campbell, partiendo de los resultados de una firme y seria investigación científica, incorporada a una revolucionaria perspectiva psicológico-filosófica confirmada por la experiencia de cualquiera que practica el Enfoque Bio-Espiritual. Equivale a querer discernir las cosas del Espíritu con ese pensamiento ‘entenebrecido’, podría decirnos Pablo hoy.

 El punto 3º del método es Actuar con rectitud: La pregunta es ¿Cómo actuar con rectitud? ¿Conducidos por esa mente réproba, vacía, insensata, entenebrecida? ¿Atendiendo los ‘sabios consejos’ de alguien fuera de mí? ¿Siguiendo el ejemplo de los grandes personajes de la Biblia? Hasta donde podemos saber, no ha existido nadie, ni hay ningún libro en ninguna biblioteca del mundo –ni en la Web- que me diga cómo tengo que proceder; y hasta donde puedo entender, la única manera de saber si obré bien o mal va a ser ‘por los frutos’. Pretender pues, actuar con rectitud siendo guiado por esa mente no ordenada al Espíritu es camino seguro al desastre. El problema de aquellos gálatas, de 20 siglos de cristianismo (con algunas admirables excepciones), de muchos de nosotros y de gran parte de la humanidad, bien lo podemos expresar así: Habiendo comenzado con el espíritu (el Reino de Dios ya está en todo ser humano según lo reveló Jesús de Nazaret) ¿terminamos ahora en la carne?

 El paso 4º de la obra mencionada es Discernir por dónde te quiere llevar el Espíritu de Dios. Este tipo de discernimiento parece ser también otro movimiento mental y no el dejarnos ir en el proceso corporal de Gracia (que en sí mismo el Espíritu es), y la pregunta vuelve a ser la misma: ¿Cómo discernirlo? Es obvio que a menos que se nos explique ese cómo hacerlo, estamos en otro callejón sin salida.

 Pero ¿para qué pretender discernirlo si sabemos por la revelación y la experiencia que “El viento (espíritu) sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va”, y que, así es todo el que nace del Espíritu”? (Jn 3:8) ¿Quienes creemos que somos para discernir por dónde el Espíritu nos quiere llevar? La experiencia de y en fe es aprender a confiar en Él y dejarlo hacer el trabajo que tiene que hacer en nosotros y que no es sino que cada uno sea quien ES. La mente se ha abrogado a sí misma la atribución de ser la herramienta apropiada para manejar el asunto, cuando, en realidad, para ella la vida en el Espíritu es, como dice Pablo: ¡necedad!  

 El 5º punto de este método de discernimiento es: Actuar junto con el Espíritu, y la pregunta es: ¿Poniendo nuestro ‘granito de arena’?, ¿‘ayudándole’? (¡...!). Lo que entonces suele estar pasando es que mentalmente suplantamos al Espíritu y luego le ponemos agua bendita a lo que hacemos para legitimar nuestro ‘insensato proceder’.

  Aterrizando

 Mi madre no hizo en absoluto nada de esto; ella solo atendió sus sentimientos. No tuvo que discernir hasta dónde sus sentimientos la llevaban, ni comprenderlos, ni ver si estaba actuando con rectitud, ni discernir por dónde la quería llevar el Espíritu, ni actuar junto con Él, ni seguir el ejemplo de nadie. Ella simplemente PERMANECIÓ validando, acompañando, honrando, sosteniendo, un sentimiento de inquietud y la sensación de “no sentirme bien en misa’” dejando en casa a su marido. Al paso de cierto tiempo de estar con esto, en lugar de irse a misa, fue a ponerse enfrente de papá, a dos, tres metros de distancia, desde donde y cuando él la llamaba con insistencia ella le contestaba: “Aquí estoy, Dimitas...”

 Escuchando lo que surgía en ella mientras estaba a esa distancia (física y afectiva) respondiéndole aquí estoy..., se dio cuenta que, -nos dijo-, “de nuevo, no me sentí bien”, y volvió a estar y a atender, este nuevo sentimiento. Lo que resultó de ello es que fue donde su marido y empezó a estar CON él, a realmente escucharlo. A preguntarle cómo se sentía, a acompañarlo y a compartirse sus recuerdos; a leerle algo, a escuchar juntos un casete de su mutuo interés, llegando a estar tan unidos como las células que forman un Cuerpo Más Grande. En otras palabras, al escuchar cómo se sentía le permitió, mediante ese proceso interior, abrirse a la condición de su marido y ser vulnerable a esa difícil y dolorosa realidad. Ella había pasado desde sólo ‘ver’ a su esposo, a estar con él. Y al estar así con él -nos dijo-, ‘me sentí bien’.  Fue el sentir, sostener y asumir lo que en ella era real (el sentimiento de no sentirse bien, primero en misa y después a tres metros de distancia de papá) lo que la mantuvo en el ESPACIO DE GRACIA (McMahon) que le permitió dar estos admirables pasos de congruencia-integración-desarrollo-plenitud-santidad (que todo ello es exactamente, lo mismo).

  La apertura al don mediante el EB-E

 “La vida en el espíritu no viene de afuera”, no es información o comprensión intelectual; no la recibimos mediante el discernimiento mental ni la podemos controlar a nuestro antojo; es ser lo que somos. Jesús al parecer, habló de esto cuando le advirtió a quienes se querían anotar como sus discípulos: “... el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Él no se refería sólo a lo físico; hay millones de personas en el mundo que no tienen ni lo poco que Jesús tenía y no por eso son sus discípulos. Él más bien decía que el que quiera seguirlo, no debe basar en cálculos su decisión de hacerlo ni menos fundamentar el discipulado en un andamiaje mental, sea del tipo que sea. La vida en el Espíritu implica que no necesitas nada seguro en qué apoyarte. Y de verdad, que ¡no lo necesitas!; tu experiencia de Dios te lleva a entrar y a permanecer confiadamente en el Proceso que es precisamente el Espíritu.

 Cuenta Gandhi que un día él supo que de allí en adelante iba a ser ‘conducido’ (por el Espíritu). El que se deja guiar por el Espíritu no fundamenta su existencia en un nivel mental, ‘…porque el que quiera salvar su vida la perderá...’, por más que alguien diga que ‘la mente del hombre es como una segunda Providencia para él’, recordándonos más el pensamiento de Aristóteles (tan lejos de las palabras y el testimonio del Joven a cuya “cabeza” no necesitaba él darle apoyo de ninguna especie, ni menos aún, él ‘apoyarse’ en ella; su vida, su obra, su herencia -y la de sus seguidores conocidos o ‘anónimos’-, están más allá de cálculos y discernimientos mentales, a lo cual como hemos visTo, alude PABLO.

 Hoy sabemos que un discernimiento sano no parte sino de la sabiduría de nuestros sentimientos; pero si la suplantamos por la directriz que surge de un todopoderoso y controlador racionalismo excluyente del Espíritu ya no estamos en éste. En el episodio bíblico en el que Pedro es enviado a la casa de Cornelio en Cesarea, él lo comenta así ante la primera comunidad cristiana de Jerusalén: “El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar”. Pedro había estado en oración, esto es, en contacto con Dios mediante lo que realmente sentía. Entonces vino, a través de una serie de imágenes, una propuesta que, por incomprensible, rechazó: comer ‘animales impuros’. Entonces llegan los hombres de Cornelio por él y el Espíritu en su cuerpo le dice: “Baja al momento y vete con ellos sin vacilar pues yo los he enviado”. Para atender esta propuesta, Pedro no tuvo que llevar a cabo ninguno de los puntos del discernimiento antes comentados, salvo el primero, que llevado a cabo hasta sus últimas consecuencias, resultó ser un admirable acto de fe (en su debida proporción como el de mamá) que lo condujo desde una instancia corporal, sentida, a la experiencia de la universalidad y de la liberalidad absoluta del Espíritu[4] (soplando donde quiere) haciéndole un espacio en su cuerpo.

 Tampoco encuentro ese discernimiento mental en aquél pasaje de Francisco de Asís cuando le dice a uno de sus hermanos de la ermita: ‘Vamos al pueblo a predicar’. Llegaron, la gente los vio interactuar, se contagió de su alegría, vio que en su pobreza estaban llenos de Dios y les regaló algo de comida que Francisco retribuyó con muestras de profunda gratitud y bendiciones. Luego dijo a su hermano: ‘Ya es hora de regresar’. De camino el hermano le recriminó ¿No que íbamos a predicar? Francisco le respondió: ‘ predicamos hermano; lo hicimos al platicar entre nosotros, al estar con la gente, al hablar con ella, al recibir estos trozos de pan; lo hicimos sin tener que hablar de Dios ni una sola palabra...’  Él PERMANECÍA en el Espíritu, lo cual percibía claramente la gente. Era el Espíritu en/con Francisco quienes hacían la transformación en la gente.

 Exactamente el mismo proceso se dio en mamá al irse acercando a su marido anciano, enfermo, deprimido, demandante de atención y dependiente de ella ‘28’ horas diarias. Ella no necesitó más que validar y sostener lo que verdaderamente SENTÍA. Lo demás fue obra del Espíritu. Estando en Él, le fue dado el movimiento que expresa una ‘profunda comprensión’ y una ‘profunda aceptación’ (C. R. Rogers) de su esposo, (lo que no es sino el cumplimiento de la palabra del Profeta: Misericordia quiero...) y que ha incluido en ella, admirablemente, la maravillosa capacidad de poner sanos límites en su relación. Esto es la vida del Espíritu en el cuerpo (impresa como Ley en el corazón) que en el Nuevo Testamento recibe el nombre de Ágape. Es experimentar físicamente al espíritu, dejarse guiar por él. Por cierto, mamá no está agotada (creo que tiene más energía, más alegría y más buen humor que nunca), sino que más bien crece en ella la esperanza de llegar dentro de dos, a celebrar sus 65 años de casados. Y con ello también papá, a sus 85, está cambiando de ánimo y hasta de humor. ¡Hay que verlos para creerlo!

 Resumiendo: El discernimiento espiritual no es para darnos seguridad en el conocimiento, el proyecto o la acción. En la vida en el Espíritu la comprensión intelectual es un producto derivado, adicional; es sólo parte de la ‘añadidura’, pero como el proceso bio-espiritual que es, implica un “conocimiento que va más allá de todo conocimiento” como diría san Pablo; un ‘no entender, entendiendo’ un ‘entender no entendiendo’ como dice san Juan de la Cruz. La experiencia en el Espíritu no admite mezclas promiscuas mente-espíritu sino la ordenación de aquella a éste, y menos, la profanación del santuario del Espíritu -que es el cuerpo- por nuestra mente corrompida diría Pablo. El centro, el origen y el fundamento del discernimiento y la acción de quien vive en el Espíritu es la experiencia misma de la vida EN Él: “...Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya REALIZADO por medio de mí... en virtud del Espíritu de Dios...” nos ha compartido Pablo (ver Rm 15:18-19). Nada puede sustituir esta experiencia; el ‘saber’ qué cosas hacer y el poder para hacerlas SON la vida en el Espíritu; el papel del discernimiento es infinitamente más modesto que lo que nos exige una mente ávida de evidencia, seguridad, claridad, control, dominio y eficacia, pero de una trascendencia capital: Es sólo para darnos cuenta que estando y permaneciendo en lo real de nuestros sentimientos, estamos abriéndonos al poder del Espíritu. De él proceden “las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos”: Ef. 2:10. “...pues es Dios quien obra en nosotros el querer y el obrar, como bien le parece”: Flp 2:13. Por sí misma, la vida en el espíritu dirige y desemboca en la acción, en ‘obras dignas de conversión. Lo más importante y a la vez lo menos comprensible para una mente vacía, son aquellas palabras trasparentes como el agua: “...no hago el bien que quiero sino el mal que no quiero...”; lo maravilloso es que al acoger esa realidad podemos abrirnos al poder de la vida del Espíritu en el cuerpo, pues: “cuando soy débil, es entonces (y sólo entonces) que soy fuerte”, desde su experiencia lo dice Pablo.

  Mediante el lenguaje de la Bio-Espiritualidad el dicho de Jesús relativo a que se perdonará el pecado contra el Hijo, pero no el pecado contra el Espíritu, lo podría expresar así: ‘se les perdonará estar en su mente réproba, vacía y pervertida, pero lo que no se les perdonará es que no experimenten de una manera sentida al Espíritu, en su santuario, en su templo, en su morada, que es su cuerpo.

 Y para los que no tenemos este proceso disponible en nuestro cuerpo de una manera natural o intuitiva, ahora todos lo podemos aprender por medio del Enfoque Bio-Espiritual. Si lo hacemos regular y honestamente nos estaremos abriendo al ‘espacio de gracia’ desde el que podemos experimentar, sentir, y ser sanados por el poder del Espíritu de Dios.

 Posdata: Al darle a mamá este escrito, una hermana le preguntó cómo le había hecho para atender sus sentimientos de malestar en misa y luego en casa acerca de su relación con papá. Ella respondió: “sólo hice lo que Juan dice que hay que hacer con los sentimientos.” Así que ahora puedo decir que tengo en mi madre una alumna de Enfoque Bio-Espiritual que se ha dejado conducir por el Espíritu.

 Segunda posdata: Papá murió hace un poco más de cinco años. Mi madre, en su año 88 de vida sigue discerniendo cada vez más admirable, transparente y amorosamente que nunca, y por supuesto, sigue dejándose llevar por los caminos siempre nuevos, inéditos y amorosamente subyugantes del Espíritu.

  Citas:

 Todas las citas bíblicas fueron tomadas de la Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer. 1967.

 Ameche G. Cómo escuchar al Espíritu. CRT. México. 1998.

 Campbell PA, McMahon EM.  Evasión de proceso: Cuadernos de Enfoque Bio-Espiritual.

 McMahon EM. Más allá del Mito del Dominio. Alternativa para una Sociedad Violenta. México. 1999. CREE A. C.: www.creeac.com.mx

 Gendlin E T. Focusing. Proceso y Técnica del Enfoque Corporal. 2ª. Edición. Editorial Mensajero. 1983.

Mtro. Juan B. Prado Flores

                                                                                         jubpr@yahoo.com




Notas:

 [1] Más conocido como san Pablo. Libro de Gálatas, 3: 1-3

[2] Los subrayados que hacen alusión a la mente y las mayúsculas que ponen énfasis en los adjetivos que a ella aluden, obviamente son míos. 

 [3] Libro de Job, 2:9-10.

[4] Esta experiencia como universal que es, no se restringe a una religión, a una época ni a algunos seres humanos.