miércoles, 31 de agosto de 2022

 


¿ORAMOS?

SI ORAMOS, ¿CÓMO ORAMOS?

 Primera parte

Como seres vivos que somos siempre estamos comunicando algo. Lo hace el recién nacido cuando tiene hambre, cuando está incómodo, cuando tiene dolor, lo hace el niño mayor, el adolescente, el hombre joven, maduro, viejo, sano o enfermo, en toda situación y durante toda la vida.

Por oración, en este ensayo, nos referimos a la manera como nos relacionamos con los demás, con nosotros mismos, con cuanto existe y el creyente con su Dios. Es decir, siempre estamos orando, práctica que, como todo lo humano, tiene un sentido progresivo que implica nuestra salud, nuestras interacciones personales, comunitarias y las de la Familia humana.

Hace ya unos 60 años, Abraham Maslow descubrió que es la naturaleza humana en sí misma la propulsora del desarrollo “tengamos cuatro o ciento cuatro años”. Recientemente Rupert Spira habla de un conocimiento experiencial independiente de lo inteligente que la mente pueda ser, de lo joven o viejo que el cuerpo sea y de lo sano o enfermo que se esté. Él se refiere a ello como la experiencia “en el espíritu”.

Sin embargo, en muchos seres humanos y por alguna razón y en algún momento, este conocimiento experiencial se detuvo y muchas veces ha permanecido detenido en el área que quedó bloqueado, sea en lo intelectual, afectivo, cultural, académico, laboral, sexual, religioso, espiritual, multivalente…

Maslow descubrió también que el proceso del desarrollo humano implica pasar de la preocupación por la satisfacción de las necesidades básicas (que para él son: seguridad, pertenencia y amor) al surgimiento de necesidades de una mayor jerarquía, como nutrirse en la belleza, en la verdad, en la bondad; experimentar hambre por simplemente ser, a lo que le llamó metanecesidades. Este proceso se fundamenta en que el ser humano tiene los recursos para pasar de vivir la vida como ‘básicamente necesitado’ a vivirla plenamente. Al tipo de experiencias a las que estas personas metamotivadas tienen acceso, Maslow le llamó “experiencias cimeras” (peak experiences).

Maslow se dio claramente cuenta de que vivir nuestra vida como “básicamente necesitados” tiñe nuestra percepción de la realidad y nuestras conductas de una manera diferente a como lo hace el vivirla como “metamotivados”. Esto implica situarnos o no en el proceso de desarrollo que la Vida ES.

La manera como atendemos nuestras necesidades en la interacción con la familia humana y el creyente con lo divino, difiere según el nivel de desarrollo humano que se tenga, el cual se refleja y expresa en la manera como nos relacionamos. Esto por una clara razón: es la misma persona la que interactúa con ella misma, con los demás y con la divinidad. Podemos decir que la manera como oramos (como nos vivimos a nosotros mismos, como nos relacionamos, como nos comunicamos) es como lo hacemos con la divinidad, con cuanto existe y más íntimamente, con cómo nos relacionamos y comunicamos con nosotros mismos.

Edwin McMahon, discípulo de Maslow, ha descubierto que al mantenerse el ser humano en este proceso, el sentido de sí mismo, el significado de la religión y de Dios van cambiando, se van actualizando en la persona que se encuentra en la vía del desarrollo ya que el sano crecimiento humano se va moviendo de manera experiencialmente sentida como integración en la Totalidad, al tiempo que los significados se van integrando y unificando en el Todo más grande que nos inunda, circunda, nutre, sostiene.

Edwin McMahon y Peter Campbell, han constatado que la manera de orar va cambiando a medida que vamos pasando de estar predominantemente “motivados por la deficiencia”, a estar siendo paulatinamente motivados -“metamotivados”- por las necesidades del más alto nivel del desarrollo humano. Es el experienciar este proceso, lo que nos lleva a confiar en la sabiduría y la energía del Todo Más Grande y a vivir nuestro proceso de integración, salud y desarrollo.

No debemos pasar por alto que hay entre las personas pobres, sencillas, humildes, mucho de satisfacción de sus necesidades, tanto de las básicas como de las metanecesidades. También podemos constatar lo opuesto: hay personas que tienen resueltas sus necesidades básicas pero que no han tenido acceso a la satisfacción de sus metanecesidades, pues algunos de ellos ni siquiera las han descubierto. 

A partir de los descubrimientos de estos autores y al estarme asomando a estas realidades, he puesto abajo las características que tiene la oración. En la columna del lado izquierdo está el modo de orar al estar buscando satisfacer las necesidades básicas de seguridad, pertenencia, amor, “motivados por la deficiencia”. En la otra columna están puestas las características de la oración en las personas que se nutren de la experiencia de ser/estar en la Verdad, en la Belleza, en El Ser, a las que Maslow les llamó metamotivadas. Este cuadro nos puede ayudar a ver en qué momento de nuestro desarrollo nos encontramos al presente, sea que nos estemos comunicando con lo divino, con otros o con nosotros mismos.

 

 

Segunda parte

    Características de la oración:

      Cuando estamos                                   Cuando estamos

       “Motivados por la                               “Motivados  por las                                             

         Deficiencia”                                      Metanecesidades”          

                                                                    

 

La persona “básicamente necesitada” está motivada por la satisfacción de sus necesidades de seguridad, de pertenencia y de amor (necesidades básicas de Maslow).

 

 

Cuando se ha resuelto en cierto grado la satisfacción de las necesidades básicas, van apareciendo las “metanecesidades” de Verdad, de Belleza, de Ser.

 

 

La relación con Dios es con alguien que nos da algo que necesitamos.

 

 

De este proceso proviene la experiencia de satisfacer tanto las necesidades básicas como las metanecesidades.

 

 

Se ora desde la percepción de la realidad en términos de dicotomías: bueno/malo, salud/enfermedad, materia/espíritu, pobreza/riqueza, blanco/negro, verdad/mentira, nosotros/ellos…

 

 

Van siendo trascendidas las dicotomías. En el Todo no hay bueno/malo, vida/muerte, santo/pecador, creyente/ateo. Se experimenta la realidad como totalidad, como “no dualidad”.

 

 

 

La oración es verbal, discursiva, mental.

 

 

 

 

Al estar inmerso en la Totalidad, no tiene sentido ponerle palabras mentales a la comunicación. Es una relación en el Ser.

 

 

 

Se buscan las palabras precisas para asegurarse de decirlo bien y ser escuchado. 

 

Aquí, las palabras ya no son necesarias. Se goza la relación.

 

 

Teme que no se le dé lo que pide o necesita. Duda de ser escuchado.

 

 

 

Se siente sagrado ESTAR EN esa Realidad y eso basta. Se goza la relación, sin usar a Dios para que satisfaga alguna necesidad.

 

 

Se piensa que si se pide algo insistentemente se obtendrá. Se pide casi lo mismo una y otra vez.

 

 

 

 

Se agradece por esto, por aquello….

 

 

 

 

 

Es muy fácil organizar la oración de deficiencia: defiéndeme, dame cobijo, dame comida, seguridad, salud, perdón…

 

 

No hay nada que pedir, pues el metamotivado se experimenta en el Todo. Al estar en el Todo no necesita nada

 

 

Se experimenta al propio ser integrado en el Ser. Basta con ello. Se experimenta vivamente la gratuidad y la dicha de la relación.

 

 

 

 

Es dificilísimo -e innecesario- organizar esta oración con/en palabras.

 

 

 

Se piensa que si se pide algo insistentemente se obtendrá. Se pide casi lo mismo una y otra vez

 

 

 

No hay nada que pedir, pues el metamotivado se experimenta en el Todo. Al estar en el Todo no necesita nada.

 

 

Se pide, se ruega, se suplica, se exige, desde la emoción, el juicio, la interpretación mental que se tiene de la realidad.

 

 

 

Se permanece en el Espíritu que obra maravillas más allá del tiempo-espacio.

 

 

 

 

Esta oración suele ser organizada en rituales.

 

 

Aquí los rituales no son necesarios. Esta oración implica una conciencia unitaria en la que el que ora y a quien ora, se hacen una sola y la misma cosa.

 

Se reúne con otros para pedir: protégenos, ayúdanos, auxílianos, sálvanos de nuestros enemigos, perdónanos, danos salud, alimento, seguridad, prosperidad...

 

 

Se integran en comunidades que celebran, desde adentro de cada uno, esa Realidad Más Grande que todo lo une, sostiene, asume, sustenta, integra.

 

 

Este es el tipo de oración del salmista: sálvanos de nuestros enemigos, castígalos, extermínalos…

 

 

 

Disfruta, paladea, goza plenamente el ser Uno con el Todo. Eso es suficiente

 

 

Dios es nombrado como Rey, como Padre, como Creador, Proveedor, Protector. Se le ve como una función exterior.

 

 

Se experiencia a Dios como: La Vida, El Amor, La Verdad, El Bien, lo cual transciende todos los conceptos

 

 

En este tipo de oración somos muy egocéntricos. Vivimos la existencia desde una perspectiva individualista.

 

 

 

Hay un desenvolvimiento organísmico del orante que implica que la totalidad de su persona es experienciada en el Todo Más Grande.

 

 

 

Esta oración surge desde un cierto nivel de falta de conexión consigo mismo, y consecuentemente, nos percibimos separados de Dios y temiendo no ser escuchados.

 

 

 

El orante se experimenta en el Todo-sagrado trascendiendo la separación. La vida, el misterio, todo, es Uno y sagrado. Experimenta a Dios tan cercano como sentir el sol en el rostro, una mirada, una sonrisa, una caricia, sus propios miedos, es decir, todo en la vida es oración.

 

 

Pedimos que sea curada nuestra fragilidad, nuestra impotencia, nuestra fragmentación interior.

 

 

 

Asume su fragmentación interior que se va transformando en plenitud. Se gloría en sus debilidades.

 

 

 

Este tipo de oración surge desde la culpa, el miedo a la condenación, desde el temor: a los demás, al futuro, a la vida.

 

El miedo es procesado y trascendido al ser Uno con/en el Ser.

Es: “dejar nuestros cuidados, entre las azucenas olvidados” (san Juan de la Cruz)

 

 

Se ora desde una sensación de separación, lejanía, distancia, interponiéndose una barrera entre el que ora y la divinidad.

 

Se siente sagrado el simplemente estar en lo que es real en nuestros cuerpos. Se disfruta lo sagrado que es el estar de manera físicamente sentida tanto con una “necesidad básica” como con una “metanecesidad”.

 

 

Se trata de un movimiento mental, parcial; no está implicado el ser humano como totalidad.

 

 

Es el movimiento de la persona total integrada en la Realidad Más Grande que inunda, circunda, acoge, asume, conduce...

 

 

Hay un sentimiento de culpa por lo que hice, dije, no hice, no dije… y temor al castigo.

 

 

 

Al desconectarnos del prójimo, del Todo, nos duele el haber roto esa sagrada Unicidad. Siento el dolor del otro que yo he causado. Su dolor es mi dolor.

 

 

Te invito a traer aquí una experiencia tuya, personal, vivida desde una necesidad básica.

 

Algo como líbrame de ________,

Hazme el milagro de ________,

Arregla _________________,

Sana a _____________________

Que no pase yo por ______ (      )

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Te invito a traer aquí una vivencia tuya, en la que hayas experimentado la satisfacción de tus Metanecesidades de Vida, Amor, Verdad, Bien, Paz, Alegría.

Que te ha hecho sentirte Uno(a) con el Cuerpo Más Extenso.

 

 

Tercera Parte

No se trata de calificar un tipo de oración como bueno y otro como malo. Ninguna forma de orar es en sí misma incorrecta. Lo importante es detectar, en la situación específica que estemos viviendo, el nivel desde la enfrentamos: como básicamente necesitados o como metamotivados. Se trata de situarme en mi realidad, darme cuenta quien y dónde estoy. Si en ese momento estoy “fuera”, entonces pido, grito, reclamo, regateo, exijo, lo cual no significa que yo esté mal, sino de la toma de conciencia de desde donde estoy orando.

Permanecer todo el tiempo pidiendo, exigiendo, es la oración/relación detenida, sin proceso de por medio. En cambio, partir de algo como: “que no pase yo por _____________ (este cáliz”) acompañándolo dónde y cómo eso se siente y aprender a esperar la venida de un símbolo tal como: “que no se haga mi voluntad sino la tuya” … es la oración/proceso, sabiendo/sintiendo que en tales experiencias siempre hay un desenvolvimiento, una evolución, un movimiento hacia adelante, un inesperado regalo que, asombrados, recibimos, que nos sana desde adentro y nos integra en el todo más grande o Dios.

Mi oración, -antes de verla como la manera de obtener lo que necesito para mí o para otros- me está hablando del nivel de consideración y autoestima que tengo para conmigo, pues es desde la manera de verme, de tratarme y de relacionarme conmigo mismo, de donde surge la manera en que me relaciono con todo lo demás.

El descubrimiento es que el proceso que soy, me invita a ir dentro de mi cuerpo -no para que Dios me dé algo, que venga y me arregle, que me quite eso que no me gusta o que me angustia, inquieta, incomoda, asusta- y me conecte con el lugar en el que en mi cuerpo lleva ese dolor, esa incertidumbre, esa impotencia (necesidades básicas), le lleve una calidad de presencia que valide, acompañe, sostenga, abrace, eso lastimado y como presencia que soy yo, me deje ir en ello, lo experimente plenamente morando en ahí, esperando sin prisa que venga un símbolo que lleve adelante ese proceso que siempre produce un cambio físicamente sentido. Entonces experimentaré a Dios como el Don por excelencia.

Edwin M. McMahon, maestro de Bio-Espiritualidad, le dijo a quienes querían orar por su salud (él tenía un prolongado y doloroso proceso degenerativo de su columna vertebral): “Sí oren; pero oren para que yo pueda encontrar a Dios en todo lo que es real dentro de mi cuerpo; para que no haya nada que pueda separarme del amor de Dios…”

En otro momento él dijo: “Si van a crecer, es porque van a encontrar a Dios en el dolor mismo que están sintiendo. De otra forma estaremos utilizando la religión y la oración del mismo modo que el adicto usa el alcohol o las drogas.

El punto es encontrar dentro de nosotros los recursos que ya nos fueron dados y ponerlos en acción para crecer como seres humanos, como familia humana y como unicidad con Todo cuanto existe.

Los pasos del Enfoque Bio-Espiritual te llevan a encontrar y a poner a trabajar los recursos que de antemano no sólo posees, sino a descubrir que tú eres esos recursos y la verdad, la bondad, la libertad que ellos entrañan.

La pregunta ahora ya no es si oro o no, pues todos oramos (aun la blasfemia es oración), sino “¿Cómo oro?” ¿Dónde estoy en este momento?: ¿afuera de mí mismo?, ¿en mi mente? ¿EN el Ser?

Y la buena noticia es que donde sea que estemos, desde ahí podemos acceder al don de la salud, la integración, el desarrollo, pues en sentido estricto no se trata de ‘deficiencias’, sino de potenciales, específicos, necesarios y fundamentales puntos de acceso a nuestra salud integral.

Así, el sano crecimiento humano debe moverse de manera organísmica de una preocupación por una necesidad básica, hacia lo que podemos llamar un sentido de sí mismo que es ser uno con todo cuanto existe.

Partir de lo que es real en mí físicamente sentido, es el paso indispensable para, desde él, recibir el don de ir después de. A esto se refiere la metánoia.

Así que, tal vez quieras disponerte a darte cuenta cómo te estás sintiendo por dentro ahora. Pero antes quizá requieras darte cuenta de que, sin esfuerzo alguno de tu parte, respiras; que lo que está bajo tus pies te recibe, te sostiene sin que tengas que hacerlo por ti mismo, y a darte cuenta de que tu cuerpo está estructurado de tal manera que te está sosteniendo desde adentro. Partir de esto puede ayudarte a crear un espacio desde el que puedas atender esos asuntos difíciles, complejos, añosos, diseñados para revelarte quien realmente eres y que eres recibido, abrazado, acogido, por un Todo que amorosamente te circunda, te inunda, te sostiene, te sana, te integra en Él.  

Me parece que vale la pena decir una palabra acerca de este Proceso en personas que valoran la dimensión cristiana de lo que sucede en una sesión de Enfoque, ya que tanto quien enfoca como quien lo acompaña, están habitando un espacio en el que uno y otro son guiados por una Presencia interior que los transforma en oración. Pero si al acompañar a otro en su proceso de integración, salud, desarrollo, me encuentro fuera de mí mismo, de mi propio proceso experiencial, en lugar de caminar con esa persona puedo perjudicarla, pues también me encontraré distante de ella. Una acción pastoral realmente sana implica ser empáticos, primero con nosotros mismos y así, serlo con esa persona, invitándola, con nuestra calidad de presencia (para ella y para nosotros mismos), a entrar al espacio de gracia que es estar EN lo que en nosotros es real, lo que nos invita a estar en esa Realidad Más Grande que somos y conformamos todos. Entonces es que somos conducidos más allá de modelos de control -que han sido diseñados para no poder crecer- y somos situados en la Era del Espíritu que es la experiencia sentida de que ahora, vivimos, nos movemos, existimos, en la tierra sagrada del proceso experiencial en el que gratuita y libérrimamente el Espíritu (Donum Dei) se hace carne en nosotros.

Mtro. Juan B. Prado Flores

jubpr@yahoo.com