domingo, 5 de mayo de 2024

 

Descubriendo, y accesando a la genuina y poderosa

espiritualidad cósmica recibida por y emanada desde, tu cuerpo

 

Me parce que esta historia de Enfoque Bio-Espiritual (EB-E) es tan pedagógicamente ilustrativa, que se presta para poner aquí algunos de los principales elementos que ella implica. Y al decir que implica, estoy afirmando que lo que surge del proceso no sólo se profundiza y potencializa al paso del tiempo, sino que es, de hecho, imperecedero.

 

Vayamos a la historia, pero recomiendo leerla una o dos veces antes de revisar las notas a pie de página, que aquí están en parénesis y puestas al final.

 

Miriam, la joven madre de una recién nacida, concerta una cita médica con el pediatra (yo, Juan Prado) de su sobrina. Al llegar a la cita, me consulta acerca del problema que tiene con su bebita de 28 días de vida y que se ha venido incrementando. La tía materna de Miriam quien contactó a Miriam conmigo y que ahora las acompaña, carga en sus brazos a la recién nacida.

 

Entre los antecedentes perinatales está el que cuando Miriam tenía 15 años, murió su hermana de 13 por anemia aplástica (su cuerpo no producía elementos sanguíneos). Miriam se había casado cinco años atrás, pero no había querido embarazarse, el embarazo vino aun trayendo implantado un dispositivo intrauterino. La joven madre me dice, cuando le pregunto por el motivo de la consulta:

 

“Es que no sé[1] qué le pasa a la niña doctor; si la cargo llora, si la visto llora, si la amamanto llora… ni siquiera la he podido bañar, la baña mi mamá porque yo siento las manos heladas, como con un sudor frío, como con hielo por dentro, como… no sé…”[2]

 

Mientras, yo veo a la tía de Miriam con la sobrina nieta en sus bazos y a la pequeñita completamente tranquila. Al revisar a la bebita no encuentro nada anormal en ella por lo que le hago a Miriam una pregunta que a mí mismo me sorprende:[3] “Señora, su hija está sana, ¿siente[4] que hay algo que le impide disfrutarla?” Viéndome fijamente a los ojos y tocándose con inquietud sus manos, Miriam me dice: “¡Sí!, ¡mis manos!, doctor.”[5]

 

Por mi contacto con el Enfoque Bio-Espiritual caigo en cuenta que ella ‘sabe’[6] que en la sensación que tiene en sus manos está expresándose el problema existente entre ella y su hija. Entonces le digo que sé de un procedimiento que quizá le aclare qué es eso en sus manos que le impide no sólo disfrutar sino aun bañar a su hija y le pregunto si estaría bien que lo llevásemos a cabo. Me contesta que sí[7] y comenzamos el siguiente ejercicio de Enfoque (Enfoque Bio-espiritual).

 

Vea –le digo- si está bien cerrar sus ojos para que no la distraiga nada de afuera. Accede, y al hacerlo, le pido que vea si puede entrar a su cuerpo y desde dentro de él, dirigir su atención a sus manos y contactar la sensación que sabe-siente[8] que tiene que ver con el llanto de su hija al atenderla.

 

No se trata –le hago saber- de buscar explicaciones, de calmar o de pretender eliminar lo que siente, tampoco de minimizarlo, de culparlo o de criticarlo, sino de ir a donde eso se siente y quedarse unos momentos con eso de manera respetuosa. Tras uno a dos minutos, súbitamente abre sus ojos con sorpresa y angustia y se me queda viendo. Yo tranquilamente le digo que voy a seguir con ella y que si lo siente bien vuelva allí adentro. Vuelve a cerrar sus ojos, pero sigue nerviosa. Entonces le pregunto si ha surgido algo y me dice: “Sí, son unas palabras: Nunca vas a ser una buena mamá para tu hija.”[9] Sorprendido yo también, le reflejo[10] estas palabras de manera empática, al tiempo que le pregunto si ellas se conectan con la sensación de sus manos, a lo que inmediatamente me contesta: “¡Sí!”[11], sin dudar.

 

Entonces le digo que vea cómo se siente todo[12] esto y en lágrimas me dice: “¡Muy triste![13] Le reflejo empáticamente esas palabras desde mi propia sensación corporal sentida y le digo que está bien sentir esa tristeza, pues ella había vuelto a abrir sus ojos como interrogándome y/o interrogándose si no sería mejor salir y dejarlo todo. Los vuelve a cerrar, y entonces le digo que vea dónde[14] en su cuerpo se siente esto tan triste. Está buscando ese lugar y en tres o cuatro segundos extendiendo su mano por todo su pecho de dice: “Aquí”.[15] ‘Aquí’, le reflejo y le sugiero: Tal vez ese lugar triste también esté necesitando que le demos una acogida delicada, respetuosa. Quiero que vea si puede ir ahí a su pecho donde está esta intensa tristeza y ofrecerle su cálida, amorosa, presencia.[16]

 

Me contesta que lo intentará; poco después y más tranquilamente, me hace saber que lo está haciendo. Le digo que vea si puede quedarse ahí, esperando por si, como sus manos, ese lugar[17] también tiene algo que decirle mediante una imagen, un recuerdo, una palabra, otro sentimiento…[18] Entonces, con un llanto que viene de muy adentro me dice: Es un recuerdo, es cuando estoy con mi hermanita en el hospital, estamos ella y yo solas, la tengo en mis brazos y se está muriendo[19]

 

Con el impacto que recibí al escucharla se me rasaron los ojos.[20]  Al preguntarle, desde mi conexión empática conmigo mismo a la vez que con ella, ¿Cómo se siente todo esto?, contesta tras una breve pausa: “¡Con mucho dolor!”[21]¿Dónde –le digo- en su cuerpo está este grande dolor? Se toma unos cuántos segundos de búsqueda y con el llanto fluyéndole me dice señalando con la punta de su dedo índice derecho: “Aquí… en mi corazón.”[22]

 

Entonces le propongo que vayamos también a ese lugar transido de dolor a darle una presencia amorosa, acogedora, tal y como lo hicimos con la sensación de sus manos y con la de su pecho, que se tome todo el tiempo que necesite para atender eso dentro de ella y que reciba cualquier otra cosa que venga…

 

Está allí como unos tres o cuatro minutos y comienzo a ver algunos cambios en ella: su llanto ahora es apacible, su semblante, de lívido, pasa a sonrosársele, su respiración antes entrecortada ahora es apacible; veo su cuerpo relajado y en toda ella una expresión como de alivio, serenidad, bienestar.[23] Le pregunto si hay algo más que necesite ser atendido. Se queda revisando interiormente y con una leve sonrisa me dice que no, que “¡Ya todo está bien!”[24]

 

Para terminar, le pregunto si todo esto que ha recibido ha dejado una sensación de agradecimiento, a lo que, insinuándosele una leve sonrisa, me responde que desde momentos antes, ella ha estado dando gracias por todo cuanto ha venido.[25]

 

Entonces concluimos el procedimiento. Ella va abriendo sus ojos y poco a poco ajustando su vista a lo de afuera, como viniendo de un lugar muy profundo, como regresando de una inesperada experiencia de apertura o expansión de conciencia.

 

 Ya que se ha reconectando con lo exterior, le pregunto: ¿Cómo se siente Miriam? Tras una breve pausa buscando/encontrando palabras y como con una chispa de luz en su mirada, me contesta: “Con ganas, doctor, de llegar a casa y bañar a mi hija”.[26]  Le pregunto si siente que este deseo proviene o se conecta con lo que acaba de vivir, y me dice “¡SÍ!”, sin dudarlo[27] Yo simplemente le digo que ella decide si está bien hacer eso de bañar a su hijita en cuanto regresen a casa. Me quedo admirado, sorprendido, y en un estado de bienestar difícil de describir.

 

Se van y a los 15 días regresan, madre e hija, a consulta de control, pero ahora las acompaña la madre de Miriam. De inmediato la abuela me habla del cambio completo que había visto en su hija, me dice que ella tenía que bañar a la niña porque Miriam no podía hacerlo. Le respondo que ya me lo había dicho su hija, y entonces me comparte: “Cuando llegué del trabajo por la noche pregunté, ¿Ya está todo listo para bañar a la niña?, y qué cree doctor que me respondió mi hija: Ya la bañé mamá. Yo no lo podía creer”, concluye la abuela. Entonces comenta con sencillez la joven madre: “Y ahora doctor, la niña llora, pero no cuando la baño yo,[28] llora cuando la baña mi mamá”. La bebita no volvió a responder con llanto a los cuidados de su madre y Miriam no tuvo más esa sensación de frialdad” en sus manos. Tampoco volvió a sentir que ‘nunca sería una buena mamá’. El asunto madre-hija con toda la historia dolorosa que Miriam había estado cargando por años, habían sido resueltos desde las profundidades de su cuerpo[29] ¡en unos cuantos minutos!

 

Tiempo después y tras varias consultas pediátricas sucesivas verificando su buena salud, le pedí a Miriam su autorización para compartir su experiencia a fin de ejemplificar lo que es el Enfoque Bio-Espiritual. De inmediato, ella me la otorgó. En otra ocasión, y después de haberle pedido en otros momentos que me pusiera por escrito lo que había sucedido dentro de ella durante su ejercicio de Enfoque me contestó que se le había dificultado hacerlo, pero que me quería decir algo, y me compartió que:

 

A partir de la experiencia de la muerte de su hermanita, ni ella ni su madre podían pasar frente al hospital donde la niña de 13 años murió; si no podían evitar pasar por allí, por lo menos se cruzaban a la acera de enfrente.

 

Pero recientemente -me dijo- tuve a una prima, que es madre soltera, internada en un hospital gineco-obstétrico. Aunque no estábamos de acuerdo con su manera de vivir, fuimos mi mamá y yo a visitarla, nos enteramos de que estaba en la Unidad de cuidados Intensivos (UCI). La asistente nos dijo que sólo podía verla una sola persona y yo decidí entrar.[30] Como la buscaba visualmente y no la encontraba, el médico (el Dr. Tenorio, a quien yo conocía pues trabajamos en la misma unidad hospitalaria) me dijo, ¿a quién buscas? Le di el nombre de mi prima y me dijo: “Es ella”. Teniéndola enfrente, no la reconocía pues estaba muy pálida, hinchada, deforme, conectada a muchos tubos y rodeada de aparatos. El médico me dijo: “Habla con ella”. Yo no sabía si hacerle caso o no, porque me parecía o que se estaba muriendo o que ya estaba muerta. Al acercarme me di cuenta de que respiraba y entonces comencé a tocar su mano, a acariciarle su rostro y a cepillarle su pelo[31] mientras le hablaba de cuánto nos queríamos de niñas, de cuando jugábamos y disfrutábamos muchas cosas juntas, de las travesuras que hacíamos…; le dije que, aunque mi familia no estaba de acuerdo con su manera de vivir, yo la quería; que su hija de tres años la necesitaba, que, de verdad yo quería que viviera… Y cuando me di cuenta, doctor, le estaba escurriendo una lágrima por aquí, -me dijo, señalándome el rabillo del ojo.

 

Al escuchar su relato también a mí se me humedecían los ojos. Ella continuó: Cuando salí de visitar a mi prima, ya mi mamá no estaba, no había soportado ni siquiera estar en la sala de espera del hospital.

 

Su prima rápidamente se recuperó. Al preguntarle yo a Miriam si la manera como había atendido a su prima en tan crítico estado tenía que ver con la ternura y afecto que ella le había dado a su propio asunto, me dijo que sí, que precisamente quería compartirme la manera tan amorosa como se había sentido acompañada y sostenida durante su enfoque de sus manos frías…

 

 Entonces le dije “yo creo que lo que hiciste libró de morir a tu prima”. Con sencillez me confió que eso mismo se lo había dicho su prima, que cuando estaba en la UCI, había tomado la decisión de morir pues ya nada ni nadie, incluida su hija, le importaba, pero que cuando Miriam la fue a visitar al hospital, al escucharla veía que un amoroso anciano de enorme estatura, de barba blanca y ataviado con una blanquísima túnica,[32] le decía, con la voz de ella (de Miriam) lo que Miriam le estaba diciendo, y que eso que recibió, fue lo que la llevó a decidir regresar.[33]

Todo esto ocurrió cuando su prima estaba en estado de shock séptico (un alto porcentaje de las mujeres que se infectan tras un aborto mueren en estado de septicemia) es decir, sin una adecuada perfusión sanguínea de su cerebro (y de todos sus sistemas) ella había tomado una decisión que no dependía de su conciencia mental, racional, sin embargo, eso no sólo no le impidió tomar esa trascendental decisión para el resto de su vida, sino que, según se ha descubierto,  se lo propició.[34]

 

Tiempo después Miriam pudo poner por escrito su experiencia y me la dio para compartirla, lo cual ahora hago para ustedes. Si lo relatado desde mi punto de vista puede ser sorprendente, en su escrito ella comparte algo del proceso interior, corporal, que le dio salud a ella, a su hijita, en su relación, con su prima, etcétera, lo cual puede abrir más a lo trascendente mediante esta técnica/modelo llamada Enfoque Bio-Espiritual (Bio-Spiritual Focusing).

 

Miriam describe así el desenvolvimiento del proceso experiencial corporal, y los efectos en su vida, en sus relaciones familiares e interpersonales, efectos que siguen fluyendo y expandiéndose hasta el día de hoy:

 

Al comenzar el ejercicio de Enfoque, enfrento el enorme monstruo que es el miedo.[35] A partir de haber tenido esa experiencia, el cambio en mi vida fue completo. Y no solamente cambió la mía, sino también la de mi familia.

 

Antes, yo sentía que la vida no tenía sentido. Había perdido a mi hermana. Mi madre había sido madre soltera y yo tenía que cuidar de mis hermanos y de mi casa.

 

Estaba falta de cariño. Toda mi vida no habían sido más que puras responsabilidades. Tenía miedo de casarme y de tener mi propia familia.

 

Era una persona que no sabía expresar lo que sentía. Me daba miedo querer y no sabía cómo tratar a las personas. Cuando me casé empezaron los problemas.

 

Uno entra al Enfoque y empieza a sentir incertidumbre por lo que comienza a descubrir, pero poco a poco vas dándote cuenta que es maravilloso lo que encuentras y lo bien que se siente estar ahí.

Empiezas y es todo oscuro, negro. Es como un cuarto en tinieblas y sólo después de tanta oscuridad y soledad a lo lejos se ve un punto de luz. Te acercas a ese punto, pero cuesta mucho llegar hasta allí.[36] Se hace eterno el llegar a alcanzarlo.

 

Al llegar ahí vi una luz[37] y una niña llorando de tristeza, miedo, soledad. No sabía esa niña para dónde ir. Al acercarme[38] a ella comenzaron a moverse todos mis recuerdos; sobre todo los más tristes que había vivido. Todos eran acerca de la niña. Hubo un momento en que yo quería salir de allí.[39] Quería irme y dejar todo eso, pero una voz muy confortante me hizo tener fuerzas para seguir[40] viendo todo lo que pasaba y cuando me di cuenta ya no tenía miedo.[41] Era bonito estar viendo eso. Conforme se me fue quitando el miedo iban llenándose de más luz esos recuerdos. Poco a poco la niña dejó de llorar. Entonces se levantó y todo se iluminó. Fue cuando finalmente le vi el rostro y sonrió, que se convirtió en la adulta que soy.

 

A lo lejos había un camino verde, lleno de flores y un cielo azul. Sentía tanta felicidad que pude atender esos recuerdos uno por uno, sin miedo, tranquilamente. Entre esos recuerdos estaba el más doloroso que había vivido. Me acerqué a donde llevaba ese recuerdo y vi a mi hermana que había muerto. Puede verla y estar en ese lugar con ella. Lo vi pasar todo desde su enfermedad. Fue maravilloso vivir esa experiencia pues le pude decir cuánto la quería y dar gracias por el tiempo que Dios me dejó compartir con ella y por haber sido mi hermana.[42]

Después vinieron los momentos felices que se me habían olvidado o los había dejado en un rincón. Fueron muchos y grandes.

 

De repente caminé y vi a mi familia que entonces era mi esposo y mi hija que acababa de nacer. Estaban felices, esperándome con los brazos abiertos. ¡Y comenzó la felicidad![43]

 

                                                                                         Miriam Mendoza.[44]

 

 

Esta historia nos deja ver con claridad el enorme potencial de salud, integración, desarrollo que trae consigo el echar a andar los recursos corporales que somos, generadores de cambios profundos, permanentes y progresivos con sólo atrevernos a atender nuestros asuntos inconclusos tal y como los estamos sintiendo. Simplemente ve cómo esta joven mujer transitó[45] sucesivamente desde “nunca voy a ser una buena mamá…”, hasta: “… ¡ya todo está bien!”, mediante pasos ensamblados con un propósito y nuevos significados imposibles de determinar a priori, pero con una clara dirección de vida nueva[46].

Quizá puedas darte cuenta que para llevar Miriam su asunto adelante lo ha hecho en/desde su cuerpo. Hoy pues, sabemos de manera probada y comprobada que este modelo conlleva un proceso de desarrollo que todos los seres humanos tenemos a nuestro alcance simplemente poniendo a trabajar los recursos con los que ya hemos sido dotados. También puedes ver que llevarlo a cabo no es algo complicado, sino que, maravillosamente, fluye desde nuestro interior, ¡y lo disfrutamos!

 

Si tú eres como yo, seguramente habrás estado buscando soluciones a tus asuntos dolorosos pero tal vez sin haber tenido acceso al proceso corporal de la salud integral. Afortunadamente hoy sabemos y constatamos que no es cuestión de conocer a detalle de dónde y cómo aparecieron nuestros problemas, sino que, gracias a poner a trabajar estos recursos, podemos incluso decir que no se trata de solucionar nuestros problemas, sino de permitir que su resolución se nos dé al estar presentes para ellos de la manera como Miriam lo hizo. Así que tienes a tu disposición este material escrito, para, con él, acceder a tus propias experiencias, tanto a las deleitantes como a las dolorosas.

 

Un último punto, parece que al llegar al clímax, al paroxismo las emociones, los sentimientos, las sensaciones corporales en su estado puro (no contaminado por pensamientos, juicios, interpretaciones) en esta historia relatados: la tristeza, el dolor, el miedo, etcétera, les ha sido depletada su energía, como si con ello quedaran al descubierto y disponibles, las historias largamente resguardadas e inaccesibles al proceso corporal del cambio. Así que podemos darle la bienvenida a cada uno de esos elementos potencialmente generadores de movimiento que, momento a momento nuestro cuerpo nos regala.

 

Juan B. Prado Flores                                                        jubpr@yahoo.com

 



[1] Al decirme Miriam (M), no sé qué le pasa …. parece que tiene la esperanza de que, al consultarme, yo le diga por qué su hija responde con llanto a sus cuidados. Obviamente yo no tengo tal explicación, no la tiene nadie y aunque la hubiera, eso no generaría ningún cambio en la pequeña.

 

[2] Este “no sé”, distinto del primero, denota que M intuye que lo que siente en sus manos tiene que ver con la rara reacción de su bebita a sus cuidados. M ha pasado del no saber intelectual (generado en su corteza prefrontal), a su sistema límbico, situándose en la esfera de las emociones, sentimientos y sensaciones corporales, otorgándoles un significado sentido (Gendlin), lo cual quedará evidenciado adelante. Psicológicamente hablando, estos dos “no sé”, hacen la diferencia entre “intelectualizar”, lo cual no puede mover el asunto en cuestión, y “procesar” o “experienciar”, en el que el cuerpo, desde sus sensaciones, cobra la mayor importancia. Sin esta aparentemente superflua distinción, las cosas que estás por conocer, no se hubieran movido ni una micra.

[3] Aunque entonces yo no supe de donde procedía una pregunta tan directa, intrusiva, casi ofensiva, ella no sólo mantuvo nuestra comunicación en la esfera de lo sensitivo, sino que les cerró el paso a los mecanismos mentales evade-proceso que nos encierran en prácticas codependientes y adictivas que nos impiden dar con el proceso del cambio hacia lo saludable en la resolución de nuestros asuntos dolorosos, difíciles, complejos.

 

[4] Así que a mi pregunta …¿siente[4] que hay algo que le impide disfrutarla? ella responde desde el mismo plano de lo físicamente sentidoSi en lugar de esto yo le hubiera dicho que se relajara, que lo tomara con calma, o que es muy normal sentir esas cosas, yo habría bloqueado el proceso.  

 

[5] Sí, ¡Mis manos!, aceptando tácitamente que eso que siente le impide disfrutarla, es decir, su cuerpo sabe de la ausencia de un sentimiento de bienestar en su relación. Esto no se da muy a menudo en nuestras interacciones ordinarias, pues generalmente nos mantenemos en el plano mental de querer entender y arreglar las cosas “desde la cabeza”. Implícitamente, M sabe que no solo tenemos significados en la mente, sino que también nuestro cuerpo porta sus propios significados (E. T. Gendlin).

 

[6] Un saber sensible, un percibir físicamente, un saber de saborear, de sabiduría.

 

[7] Esta instantánea respuesta afirmativa de M, libre de bloqueos o resistencias, habla de que, de por sí, Miriam está conectada con su cuerpo, con sus sensaciones y con sus significados corporalmente sentidos, lo cual no es la regla, sino la excepción. ¡estamos en terreno firme, fértil, para llevar las cosas adelante!

 

[8] Así que ella no tuvo ninguna dificultad para sentir sus manos. Saber, (en el sentido de degustar, percibir, saborear) y sentir, tienen una misma raíz.

 

[9] El proceso corporal está en marcha, así que, por terrible y hasta contraproducente, irracional, absurdo, que parezca, esta declaración venida de sus manos, está llevando adelante su doloroso asunto.

 

[10] Mi “reflejo” empático, que no es sólo la repetición de lo que ella me ha compartido, ayuda a que se sienta segura, confiada, acompañada, acogida, comprendida, aceptada…

 

[11] Desde Gendlin: “Usamos la palabra ‘simbolizar’ en un sentido raro pero cierto. Simbolizar aquí no significa representar en símbolos”. En este contexto filosófico, símbolo es algo no mental que viene al estar atendiendo un significado-sentido, sea una palabra, una imagen, un recuerdo, lágrimas… cualquier cosa que encaje, se ajuste, se adecúe, se ensamble con el significado-sentido, llevando adelante el proceso al que llamamos congruencia, plenitud. Ver Existencialismo y Psicoterapia Experiencial en Psicoterapia Experiencial y Focusing. La Aportación de E. T. Gendlin, en C. Alemany, Desclée De Brouwer, p. 50.

He sido testigo presencial de que lo ha dicho Gendlin es absolutamente cierto, aunque, desde una mirada puramente racional, pueda parecer todo lo contario. Este “Sí” nos hace saber que la sensación de sus manos y las palabras nunca vas a ser una buena mamá han ensamblando perfectamente. A esto tanto Rogers como Gendlin le llaman congruencia, y como experiencia interior, sabemos/sentimos que estamos pisando territorios sin caminos, territorio sagrado.

 

[12] Esta propuesta es para que M se mantenga en lo corporalmente sentido, y que no salte a la mente pensante, controladora. En ese “todo”, ella engloba su asunto como totalidad, sin mentalmente fraccionarlo para entenderlo, comprenderlo y, de ese modo, controlarlo. Es que el cuerpo trabaja con totales, no con partes o fracciones de nuestros asuntos existenciales.

  

[13] Ha venido, como en cascada, este nuevo sentimiento, que es necesario ubicar para mantenerlo y darle continuidad al proceso corporal que ha estado en marcha como el continuum que es.

 

[14] Esto es una invitación a ir a donde, en su cuerpo, se aloja este sentimiento, lo cual hace tras breves momentos de búsqueda. Tal vez ya puedan irse dando cuenta de que el eje de donde parte el proceso bioespiritual es el SENTIR.

 

[15] El asunto, como un todo, ha dado un paso hacia adelante.

 

[16] La presencia cálida, acogedora, amorosa (carring/feeling/presence) de ella para su propio asunto, del facilitador para con ella y para sí mismo, crean, en la bio-espiritualidad, el ambiente, el clima interior, en el que el cambio puede darse y de hecho, se da.

 

[17] Recuerden que estamos hablando de lugares físicamente sentidos. Es decir, de algo tan real como que lo sentimos, pues nadie puede dudar de que siente lo que está sintiendo.

 

[18] Cualquier cosa que venga y conecte con la sensación dolorosa, será bienvenida.

 

[19] Ha venido un nuevo símbolo que, como veremos más adelante, está hablando de que Miriam ha estado llevando adelante el duelo por la muerte de su hermana…

 

[20] Se ha dado una interacción empática que a Miriam le ofrece un ambiente de confianza básica (Erik Erikson) que, como veremos, no tuvo en su infancia.

 

[21] Otro sentimiento con su propio significado-sentido. Aquí no hay razonamientos, análisis… eso podrá venir después…

[22] Otra sensación con significado-sentido o sensación sentida: (felt sense, Gendlin) que, por definición, siempre tiene algo implícito que revelar.

 

[23] El asunto inconcluso se ha completado (resuelto) desde sus más profundas raíces corporales, dejando….

 

[24] dejando una sensación de alivio, de bienestar, que, desde afuera, yo pude constatar. A ese cambio, con Gendlin, le llamamos “cambio corporal sentido”.

 

[25] Por sí misma, Miriam ha dado el Sexto Paso del EB-E: “Nutrir y fortalecer” que consiste en darse uno cuenta de que el proceso se da por sí mismo y sin intervención de la voluntad, es decir, que claramente se siente que se ha recibido un regalo. Para cuando yo se lo sugerí, ella ya lo había hecho, lo cual nos indica que no es un agregado, sino algo integral a la experiencia misma.

 

[26] Estamos ante la llegada de una decisión altamente diferenciada, libre, empoderada, proveniente del propio proceso corporal, sin ninguna dirección, insinuación, inducción, consejo, menos intrusión dados desde el exterior, y sin que hubiera de por medio ningún proceso mental, racional, reflexivo, inductivo, o deductivo, volitivo. Todo esto me trae un dicho bíblico para el que antes de mis experiencias de Focusing no tenía mucho sentido: “Pero me formase un cuerpo y heme aquí dispuesto a hacer tu voluntad.” En la espiritualidad cristiana primitiva, así como en la cábala que es la línea mística del judaísmo, el papel del cuerpo es esencial. Es más, en la antropología hebrea antigua no existe el dualismo occidental cuerpo/alma. Pero nos falta ver hasta dónde ha llegado esta decisión/acción en la vida de Miriam.

 

[27] En esta respuesta espontánea y contundente, tampoco ha habido de por medido ningún proceso racional, reflexivo, inductivo, o deductivo. Esta es la esencia de la Bio-Espiritualidad que llamamos, regalo, gratuidad, gracia, más allá de su connotación religiosa.

 

[28] Miriam había previamente tratado de bañar a su hija. Lo había pensado, repensado y decidido viendo lo bueno que era eso para ambas, pero no había podido hacerlo. La energía para llevarlo a cabo y disfrutarlo madre e hija, le vino del poder del proceso corporal que había permitido que se diera en ella el poder hacerlo. 

 

[29] Algún interesado puede ver este artículo de mi autoría, “Cimentándonos en el cuerpo”:  https://www.blogger.com/blog/post/edit/7379021268064864254/2675081142599830835

 

[30] Su madre no pudo entrar a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) a visitar a su sobrina gravemente enferma. Todo parece indicar que no había procesado el duelo por la muerte de su hija acaecida años atrás. 

 

[31] Se trata de un lenguaje que involucra al cuerpo, que se da mediante el cuerpo, desde el cuerpo, con el cuerpo, algo muy distinto al lenguaje puramente mental, correcto y educado que solemos utilizar en el trato social y aun para con nosotros mismos.

 

[32] Muchos testimonios de personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte (ECM) se refieren a estas figuras como “seres de luz” que las envuelven en amor, las acompañan, las guían, las empoderan y regresan de sus ECM sin temerle a la muerte.

 

[33] Esta experiencia -y muchas de las que se producen en quienes entran a su proceso bioespiritual- se inscribe claramente en lo que se ha llamado: experiencias cercanas a la muerte (ECM), en las que la masa cerebral carente de perfusión sanguínea, ha dejado de trabajar, dejando libre paso a material que no viene de ella, sino de otra más abarcadora y sabia dimensión.

 

[34] El médico psiquiatra, Dr. Bruce Greyson, el más reconocido experto a nivel mundial en experiencias cercanas a la muerte (ECM) dice que en los estados expandidos de conciencia en los que se dan las experiencias místicas está reducida al mínimo la actividad cerebral. Es como si el cerebro –dice- se apartase y dejara a la mente interior (la conciencia, la llamada lucidez terminal) trabajar con toda su capacidad: https://www.youtube.com/watch?v=0ERUlyxz_V4&t=743s.

 

[35] Uno de los grandes obstáculos que se nos presentan para entrar a lo desconocido son nuestros miedos, por ello intentamos alejarlos entrando en guerra contra ellos, con la esperanza fantasiosa de conquistarlos, doblegarlos, anularlos, destruirlos, olvidarlos. 

[36] Son nuestros mecanismos de control los que nos dificultan entrar en el espacio interior en el que, de manera pacífica, pacificante, se produce el cambio.

 

[37] Parece que esta luz se convierte en invitación para seguir adelante. A este proceso de atender nuestros miedos para así tener acceso a la luz, en términos cristianos se le llama viernes santo/domingo de resurrección o noche oscura del alma (san Juan de la Cruz).

 

[38] Miriam decide acercarse a esa pequeña de manera amorosa sintiendo y llevando en su propia carne la tristeza de su infancia. Eso le confiere movimiento a la historia.

 

[39] Estaba viviendo lo que en la terminología místicos se le nombra como la Noche.

 

[40] Sí, tuvo la opción de, aterrada, salir huyendo, abandonar su proceso dejado todo peor que cuando comenzó su ejercicio de Focusing… Pero vino una poderosa fuerza interior venida de ella misma que la capacitó para permanecer ahí.

 

[41] El miedo que la llevó ahí, había cumplido su cometido.

 

[42] En esa dimensión experiencial interior Miriam se encontró con su hermana fallecida, estuvo dialogando con ella, disfrutándola, agradeciéndole… y resolviendo el duelo que había estado afectando su intimidad, su vida, su familia, sus relaciones…y del cual regresaba profundamente agradecida.

Muchas experiencias cercanas a la muerte (ECM) hablan de que al estar en ese estado muchas veces los familiares finados vienen a su encuentro y dialogan con ellos. Esta experiencia y muchas otras parecidas relatadas en otra publicación, uno se pregunta qué tan cercano a una ECM puede conducir un ejercicio de EB-E o quizá más bien, como podemos atender nuestras pérdidas sin necesidad de tener una ECM.

 

[43] Esta expresión, surgida desde una experiencia transformadora corporalmente sentida, habla del convertirse en “nuevas creaturas” bíblico, que no es sino el mensaje cristiano del proceso de la encarnación del espíritu, es decir de que el espíritu y el cuerpo se hacen una sola y la misma cosa.

 

[44] Yo estoy firmemente persuadido de que, en personas como Miriam Mendoza, fue en las que el Dr. Gendlin descubrió el papel del cuerpo en el llevar adelante, resolver, no sólo nuestros asuntos detenidos, sino también los procesos de integridad, desarrollo, innovación, plenitud humana a los que A. Maslow llama experiencias cumbre.

 

[45] Esto que estoy nombrando como transitar en realidad implica que al tiempo que experimentamos la tristeza (el dolor o lo que sea real, físicamente sentido) JUNTO con la aceptación de ella, da lugar a que en lugar de luchar /huir (sistema nervioso simpático) o entramos en un nivel de congelamiento (sistema parasimpático) ambos generan ondas beta que al actuar al unísono cobre ellos el amor generan ondas gamma que, en lugar de lo anterior, se produce una sincronicidad total que potencializan entre sí, y nos llevan a tomar decisiones congruentes con el amor incondicional. Ello se da más allá del tiempo-espacio. Es el cuerpo el que hace la síntesis de los opuestos. A esto le podemos llamar correlación cuántica espiritual o en nuestro lenguaje, Bio-espiritualidad. Eso lo experimentas tangible y fisiológicamente, además de que le resulta perceptible para quien asiste y acompaña a quien lleva a cabo los pasos de EB-E. el “cambio sentido” de Gendlin. Ver: https://www.youtube.com/watch?v=Ge1mWGE-2fQ&t=178s

 

[46] Esto mismo es lo que está descubriendo la física cuántica. El llamado universo holográfico implica que lo que pasa en él está pasando también en todo ser humano y es especialmente cuantificable cuando el ser humano se vive a sí mismo como el proceso que es. Sólo tenemos que ir a esa nuestra tecnología corporal implícita en nuestro cuerpo y entrar en su verdad. Ver https://www.youtube.com/watch?v=HPmQYTwxTdo&t=2370s